Si estás leyendo estas líneas se
supone que eres un Homo
Sapiens Sapiens (el nombre de la especie sirve lo mismo para chicos que
para chicas). Pero, ¿cómo sería tu vida si hubieras nacido Demodex Folliculorum?
Este latinajo designa a unos ácaros,
por lo general inofensivos, que habitan los folículos de los pelos de nuestras
pestañas. No creas que son un caso raro. Demodex Brevis son unos parientes de D. Folliculorum, que ocupan
pacíficamente nuestras glándulas sebáceas. Por poner unos cuantos ejemplos más,
las aves alojan colonias de ácaros en el cálamo de sus plumas remeras; los
murciélagos frugívoros hospedan ácaros en los ojos; las hormigas legionarias
deben soportar una especie de ácaros que viven en sus antenas, y otra diferente
que habita en sus patas; los colibríes conviven con unos ácaros que se
introducen por sus orificios nasales, y tienen buen cuidado de no afectar el
sentido del olfato de sus hospedadores, pues lo necesitan intacto para que estos
los lleven hasta nuevas flores en las que comparten el dulce néctar con su
medio de transporte. No tienen la misma suerte las mariposas adultas de la Oruga Militar.
Las pobres quedan sordas de su oído izquierdo colonizado por otra especie de
ácaros. Eso si, siempre respetan el oído derecho. Como es natural, no les
conviene que la mariposa quede totalmente sorda y a merced de los murciélagos,
sus principales depredadores. Tiene mucho sentido. Si muere la mariposa, mueren
ellos también.
La mayoría de estos ácaros parásitos
tienen una curiosa particularidad reproductiva: sólo uno de cada ochenta
individuos aproximadamente es macho, lo cual no deja de ser insólito, ya que
contraviene la regla general de relación de sexos, que en la inmensa mayoría de
las especies de reproducción sexual, es de uno a uno. ¿Cuál es la razón de esta
inaudita característica?
La respuesta es bien sencilla: el
aislamiento. La mayor parte de las especies animales tiene libertad de
movimientos, por lo que les conviene producir machos para que corran mundo y se
apareen con hembras de otros lugares, perpetuando así el acervo genético. Por
el contrario, en colonias aisladas, condenadas a un encierro prolongado en un
oído o en un folículo, lo que interesa es producir muchas hembras, lo que se
traduce en muchos óvulos y una descendencia numerosa. El papel de los machos
queda limitado a fecundar a sus hermanas en estos improvisados harenes.
En el interior de un sinfín de
orificios recónditos, tiene lugar una sucesión de orgías incestuosas,
destinadas a aumentar la prole en una progresión exponencial. Cuando la
población alcanza un límite incompatible con la subsistencia, una legión de
hembras emigrará siguiendo su instinto, en busca de un nuevo orificio que
colonizar, donde dos o tres de sus hijos machos copularán sin descanso con
centenares de sus hermanas. Y es que la naturaleza tiene a veces estas cosas
increíbles y fantásticas...
-¿Qué tal es tu mujer en la cama?
-Es como los peces. Se da la vuelta
y nada.
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