Charles-Agustin de Coulomb |
Uno
de los más importantes fenómenos físicos de la naturaleza es la interacción eléctrica.
En particular, las fuerzas que actúan en los átomos y moléculas, son
fundamentalmente de origen eléctrico. Por eso esta interacción determina la
estructura interna de los diferentes cuerpos.
Las
fuerzas de interacción eléctrica están relacionadas con la existencia de una
característica física especial de las partículas: la carga eléctrica. Los
cuerpos que no tienen carga eléctrica no interaccionan eléctricamente entre sí.
En
la medida en que los cuerpos pueden considerarse puntos materiales, la fuerza de interacción
eléctrica de los mismos es directamente proporcional al producto de sus cargas
e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre ellos.
Los más perspicaces os habréis dado cuenta de que se trata de una formulación
idéntica a la de la atracción gravitatoria (véase el post sobre la gravedad).
Ello es debido a que toda la materia del universo se comporta de la misma forma
y obedece a un conjunto de leyes que, aun pareciendo heterogéneas, no son sino
partes de una única y poderosa regla que rige todas las cosas. Esto no es
filosofía de casino, amigos, es ciencia.
Bien,
el postulado que he subrayado en negrita es la llamada ley de Coulomb, por Charles-Agustin de Coulomb, que la estableció en 1785 y puede expresarse
así:
F = k (q1 q2 / d2)
Donde F es la fuerza de interacción eléctrica, q1 y q2 son las cargas de los cuerpos, y d2 es el cuadrado de la distancia
entre los mismos. k es una constante denominada unidad electrostática de carga,
a la que se otorga el valor de la unidad, y es equivalente a la carga que
interacciona con otra igual y que se halla a la distancia de un centímetro de
la primera, con la fuerza de una dina.
La
fuerza F (su vector) se direcciona
según la recta que une las cargas y, como enseña la experiencia, en unos casos
puede causar atracción y en otros, repulsión. Por eso hablamos de cargas de
diferentes signos. Los cuerpos de cargas del mismo signo se repelen, y los de
cargas de signos distintos, se atraen. Ahora bien, atención: qué cargas hay que considerar
precisamente positivas y cuáles negativas, es indiferente, y la elección de los
signos adoptada en la Física no es más que una convención establecida.
Sólo tiene verdadero sentido la diferencia de los signos de las cargas. Si
consideráramos positivas todas las cargas negativas y viceversa, no existiría
la menor variación en las leyes físicas. Cuando decimos que la carga del protón
es positiva y la del electrón negativa, simplemente seguimos la convención
generalmente admitida. Si cambiáramos los signos, todo seguiría igual: la
Tierra giraría del mismo modo, y la televisión emitiría las mismas estupideces.
En este mundo
traidor, nada es verdad ni es mentira.
Todo es según el color
del cristal con que se mira.
Ramón de Campoamor.
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