martes, 6 de noviembre de 2018

ARCHAEOPTERYX LITHOGRAPHICA: LA ASOMBROSA HISTORIA DEL DINOSAURIO EMPLUMADO



El año 1861 marcó un hito en la historia de la Paleontología. Los obreros de una cantera de Solnhofen, en el sur de Alemania, estaban cortando unos bloques de calizas cuando una de las planchas reveló el esqueleto casi completo de un archaeopteryx, la primera ave de que se tiene noticia, al menos hasta el presente. No solo estaban los huesos prácticamente intactos, sino que además la piedra tenía estampada la impresión de las plumas. Eran unas plumas inequívocamente aviares, y estaban situadas en los lugares apropiados: las alas y la larga cola.

Un segundo espécimen más completo aun, se halló en el mismo lugar en 1877. Desde entonces se han encontrado cuatro ejemplares más, todos pertenecientes sin duda a la misma especie, que fue bautizada como archaeopteryx lithographica (el pájaro arcaico grabado en la piedra). Es hasta ahora la única especie conocida del género archaeopteryx, que a su vez es el único género de la subclase arqueonites (pájaros antiguos), que junto a sus primos lejanos odontornites (pájaros con dientes), completan el grupo (la clase, para ser exactos) de las que en romance llano llamamos aves primitivas no voladoras. Todas las rocas de los hallazgos datan de finales del jurásico, y tienen una antigüedad de unos 150 millones de años.


El tamaño de archaeopteryx era similar al de una tórtola moderna. Tenía la cabeza relativamente pequeña y las cuencas oculares muy grandes, lo que sugiere una visión excelente, quizá adaptada a la vida nocturna. El pico dotado de agudos dientes y la larga cola ósea compuesta por numerosas vértebras, son rasgos típicos de los celurosáuridos, pequeños dinosaurios carnívoros.
Archaeopteryx quizá se alimentaba de pequeños lagartos, o más probablemente de insectos. Las extremidades eran largas y delgadas, con tres dedos (como las palomas) en cada una de las manos, y con los pies típicos de las aves. Los huesos distales de las patas eran largos, lo que le permitiría correr a bastante velocidad. El esqueleto desprovisto de plumas podría pasar por el de cualquier celurosáurido a no ser por la típica espoleta aviar formada por la unión de las clavículas. Ese detalle y naturalmente, el abundante plumaje de las alas y la cola, convierten a archaeopteryx en una auténtica transición entre dinosaurio y ave, el eslabón perdido hallado en las minas alemanas.

Existe controversia sobre si nuestro dinosaurio alado podía volar. En contra del vuelo está su pequeño esternón desprovisto de quilla, la estructura donde se insertan los potentes músculos pectorales de las aves voladoras actuales. Según esta versión, archaeopteryx debía trepar a los árboles ayudándose de sus potentes garras, para luego lanzarse planeando de un árbol a otro y tal vez capturar insectos con sus alas desplegadas. Sin embargo, las plumas de archaeopteryx presentan una estructura y una distribución sobre las alas tan parecidas a las de las aves actuales, que parecen inclinar la balanza a favor del vuelo. Puede que este vuelo no fuera tan poderoso y eficaz como el de sus descendientes emplumados, pero no cabe duda de que nuestro amigo estaba hecho ya todo un pájaro de cuenta.


Algunos escritores consiguen que haya más lectores. Otros sólo consiguen que haya más libros.  Jacinto Benavente.


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