Isaac
Asimov nació en 1920 en la localidad rusa de
Petróvichi, que entonces formaba parte de la Unión Soviética. Sus
padres, Judah Asimov y Rachel Berman, emigraron a Nueva York cuando
el pequeño Isaac tenía sólo tres años. Su lengua materna fue el
yidish, y en el neoyorquino barrio de Brooklyn se crió escuchando y
hablando inglés, idioma que aprendió a leer por sí solo a la
temprana edad de cuatro años y medio, lo que da idea de su precoz
talento. Ya de adulto, lamentó que sus padres apenas le enseñaran
ruso. El modesto negocio paterno era una tienda de golosinas donde
también se vendía prensa y otras publicaciones, especialmente
revistas baratas que la gente llamaba “pulps” por estar impresas
en amarillenta pulpa de papel (lúcido antecedente del reciclaje).
Muchas de aquellas revistas incluían relatos de ciencia-ficción, a
los que el joven Asimov se aficionó desde muy temprana edad. Como
era un estudiante aplicado y muy inclinado a las ciencias, empleó
sus conocimientos en escribir relatos breves de ficción científica,
que consiguió vender a los editores de aquellas publicaciones que
tanto le fascinaban, cuando todavía no era más que un muchacho.
Con
el dinero que comenzó a ganar como escritor, se costeó los estudios
universitarios, graduándose en bioquímica y doctorándose más
tarde en química. Durante la Guerra Mundial participó como
investigador para la marina, y en 1948 obtuvo un puesto de profesor
asociado en la Universidad de Boston, empleo que ejerció el resto de
su vida laboral, aunque ya desde los primeros años sus ingresos como
escritor superaban ampliamente los que obtenía de su actividad
docente. Estuvo casado dos veces, y tuvo dos hijos con su primera
esposa. Fue miembro del club Mensa, al que pertenecían personas con
un elevado coeficiente intelectual, y presidente honorario de la
Asociación Humanista Americana, institución que fomentaba el
racionalismo laico frente a las supersticiones religiosas. Sus ideas
y opiniones políticas fueron mejor acogidas en Europa que en su
propio país, donde los conservadores republicanos le tildaban de
izquierdista, mientras que muchos activistas de izquierda le acusaron
de reaccionario, sobre todo por su decidida defensa de la energía
nuclear y sus aplicaciones civiles.
En
cuanto a su faceta literaria, Asimov fue lo que en expresión pasada
de moda llamaríamos todo un polígrafo. Su ingente obra abarca más
de un millar de títulos de todo tipo de géneros. Sin duda pasará a
la historia de la literatura como escritor de ciencia-ficción, pero
también brilló en la divulgación científica, siendo autor de
numerosos ensayos sobre física, química, cosmología, biología e
incluso matemáticas. Más discutida ha sido su faceta de
historiador. Entre 1968 y 1991 publicó una especie de historia
universal en quince volúmenes y varias extensas cronologías. Sus
detractores le acusaron de escaso rigor y discutible análisis, y él
siempre se defendió alegando que no pretendía competir con
historiadores profesionales, sino sencillamente acercar los
acontecimientos históricos a un amplio público no especializado. Es
innegable que consiguió su propósito. Realizó también alguna
afortunada incursión en la novela negra (Asesinato en la
convención), y en el difícil género humorístico, aunque
conviene puntualizar que el sentido del humor está presente y es una
constante en toda su obra.
Pero
donde verdaderamente destaca el talento literario de Asimov, es en la
ciencia-ficción, su género favorito, al que dedicó lo mejor de su
ingenio y la mayor parte de su tiempo. Es preciso aclarar que la de
nuestro hombre es una ciencia-ficción pura y dura. Aunque pequemos
de redundantes, cabe calificarla como ciencia-ficción científica,
nada de imaginarios mundos poblados de criaturas fantásticas. En las
novelas de Asimov encontramos máquinas atómicas, motores
positrónicos (uno de sus hallazgos más afortunados) y saltos al
hiperespacio. Algunas de estas ficciones con más que verosímil base
científica, han sido incorporadas a series como Star Trek (en
la que participó como guionista) o como la saga galáctica de Star
Wars. Su trilogía de las Fundaciones (Fundación,
Fundación e Imperio, y Segunda Fundación), mereció el
premio Hugo otorgado a la mejor serie de ciencia-ficción de todos
los tiempos. Y qué decir de sus historias de robots. La saga
asimoviana sobre robótica, constituye a nuestro juicio, la más
lograda fantasía científica jamás elaborada. Compuesta por algunas
novelas largas e infinidad de narraciones breves, su principal y
genial hallazgo son sin duda las famosas tres leyes de la
robótica, que impregnan y están presentes en toda la obra
de Asimov.
- 1ª Ley: Ningún robot causará daño a un ser humano, o permitirá con su inacción que un ser humano sufra daño.
- 2ª Ley: Los robots obedecerán las órdenes de los seres humanos, siempre que estas órdenes no vulneren la primera ley.
- 3ª Ley: Todo robot cuidará de su propia integridad, siempre que ese cuidado no vulnere de alguna manera la primera o la segunda ley.
Confieso
que no he tenido que recurrir a ninguna fuente para enunciar las
leyes. Las conozco de memoria, así que es posible que al leerlas en
otro sitio encontréis que varía alguna palabra, pero no variará su
esencia, os lo aseguro.
Hoy
en Bigotini os ofrecemos la versión digital de los Relatos
Completos de Isaac Asimov. Haced
clic en cada una de las cubiertas para acceder a los dos
volúmenes, y al futuro con el que soñamos nosotros allá en nuestra
ya lejana adolescencia. Ojalá que su descubrimiento os depare las
mismas emociones.
-Manolo,
siento decirte que se ha terminado.
-¿Qué,
la cerveza?
-Lo
nuestro, Manolo, lo nuestro se ha terminado.
-¡Ah,
coño, qué susto me habías dado!
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