Nacido
en Buenos Aires en 1899, Jorge Luis
Borges Acevedo, heredó de sus ilustres antepasados
sangre criolla, inglesa y portuguesa. Su padre, abogado, psicólogo y
empedernido bibliófilo, fue quien más influyó en la infancia de
Jorge. La biblioteca paterna se constituyó en refugio, manantial de
ideas y paraíso soñado del joven Borges. Fue un niño gafotas,
tímido y retraído que tomó sus primeras lecciones de una
institutriz británica, y tuvo que soportar las burlas de los chicos
de la escuela en pleno barrio de Palermo, el corazón de aquel Buenos
Aires porteño, milonguero y canalla, que ya de adulto habría de
reinventar el escritor. Creció fascinado por Cervantes, Oscar Wilde
y la mitología griega. Cuando tenía quince años, la familia se
trasladó a Ginebra, segunda patria del escritor. En aquel ambiente
civilizado y neutral, a salvo de los navajeros de Palermo y de las
bombas de la Gran Guerra, terminó de perfilarse la refinada
personalidad del joven Borges, un dandy porteño-británico en
Europa.
En
1921 regresó a Buenos Aires con su abuela, donde inició su ya
imparable carrera literaria, y se relacionó con los artistas e
intelectuales más destacados de la época. También conoció más
tarde la España republicana, donde hizo sus contactos con poetas y
hombres de letras. A esta etapa hay que atribuir su breve pero
intensa pasión por el ultraísmo. Tuvo sus primeros amores fallidos,
aunque a decir verdad, lo fueron todos los de su vida. Estela Canto,
que acaso fue la primera mujer a la que pretendió, calificaba sus
besos de torpes. Probablemente Borges actuó con la misma torpeza en
las demás facetas de su vida social y pública. Un auténtico genio
en la escritura, y un desastre en el cuerpo a cuerpo. En política se
granjeó la antipatía de propios y extraños. Fue un declarado y
autoproclamado antiperonista en aquella Argentina fanática del
general y enamorada de Evita. Recibió innumerables premios a lo
largo de su vida, alguno tan prestigioso como el Cervantes, galardón
que obtuvo en 1980, pero con toda seguridad renunció al Nobel de
literatura, cuando aceptó el doctorado honoris causa con que
le premió el Chile de Pinochet. Él contaba que recibió una llamada
de Estocolmo, advirtiéndole que nunca ganaría el Nobel si viajaba a
Santiago. Su respuesta: mire señor, yo le agradezco su
amabilidad, pero después de lo que usted acaba de decirme mi deber
es ir a Chile. Hay dos cosas que un hombre no puede permitir:
sobornos o dejarse sobornar...
Ya
con sesenta y ocho años se casó con Elsa Astete. Otras mujeres de
su vida fueron Delia Ingenieros y María Kodama, su segunda esposa.
Su madre, Leonor Acevedo, fue también un personaje absorbente y
omnipresente a lo largo de su existencia, pero en general Borges no
tuvo lo que se dice una buena relación con las mujeres. Falleció en
Ginebra en 1986, donde se halla enterrado. Sus últimos años los
pasó sumido en la oscuridad como consecuencia de la ceguera
progresiva y hereditaria que ya había afectado a su padre, y que fue
apagando su vista desde muy joven. En esa última etapa escribía al
dictado y se hacía leer en voz alta sus libros preferidos. Jorge
Luis Borges fue uno de los más importantes literatos del siglo
veinte, y sin duda uno de los grandes de las letras españolas. Su
ausencia en la nómina de los premios Nobel de literatura, aun a
pesar de lo dicho más arriba, clama injusticia a gritos.
Mitólogo,
antropólogo, erudito... Es asombrosa la erudición de Borges y
asombroso también su profundo conocimiento de una infinidad de
facetas tanto de las artes y las letras como de la ciencia. Erudición
enciclopédica, inmenso caudal de sabiduría, destila la obra
borgiana. En El Aleph, acaso su obra más emblemática,
muestra las posibilidades expresivas de la estética y de la
inteligencia, inimitable fusión de mentalidad matemática,
profundidad metafísica y visión poética del universo. En El
libro de arena, unos ejercicios de ciego, como él
mismo los llamó, Borges exhibió una rara conjunción de estilo
llano y argumentos cargados de barrocas fantasías. Su Historia
universal de la infamia es una selección de biografías en
la incierta frontera de lo imposible, prodigiosas transmutaciones
literarias y geográficas. En Historia de la eternidad
realiza un ejercicio filosófico de contraposición del cristianismo
y cierto neoplatonismo de raíz alejandrina, disgresiones trinitarias
y patafísicas, Borges en estado puro. El libro de los seres
imaginarios es un bestiario moderno que recoge y clasifica
los diferentes monstruos que ha engendrado la fantasía y la locura
de los hombres.
Hoy
en nuestra biblioteca Bigotini os brindamos el enlace (clic
en la carátula) para deleitaros con la versión digital
de su relato La biblioteca de Babel,
que apareció en la colección de narraciones breves titulada
Ficciones. Se trata de uno de los relatos favoritos del
propio autor, y desde luego también uno de los favoritos del profe,
porque según expresión bigotiniana, tiene virtud de sumergirle a
uno en las fantasías más remotas de su lejana infancia, a la vez
que abre al lector insospechados caminos matemáticos, geométricos,
fractales... Oscuros y a la vez inmensamente luminosos agujeros de
gusano que nos permitirán acceder a universos paralelos y
asombrosos. No os lo perdáis.
-Estoy
enamorado de usted, profesora.
-Verás
Manolito, es que no me gustan los niños pequeños.
-No
se preocupe señorita, tomaremos precauciones.
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