De
los términos griegos mesos y
potamos, deriva Mesopotamia
(Mesopotamia), la tierra que está entre los ríos. En este caso los
ríos son el Eúfrates y el Tigris. Sus cauces delimitaron una
extensa región que se conoce como el Creciente fértil,
donde según todos los indicios arqueológicos, se produjo la
revolución neolítica en el continente Euroasiático, nació la
agricultura basada en el trigo y otros cereales, se levantaron los
primeros núcleos urbanos, aparecieron los primeros testimonios
escritos, y en definitiva se inauguró lo que llamamos la Historia.
Sumerios, acadios, babilonios, fueron sucesivamente, y con el permiso
de otros pueblos periféricos como los hititas, los hurritas, los
elamitas, los amorreos o los arameos, quienes dominaron la región en
diferentes etapas históricas, hasta el segundo milenio antes de lo
que llamamos “nuestra era”.
Los
asirios, unas gentes belicosas de lengua semítica, que
ya venían realizando diferentes incursiones en esta zona geográfica
probablemente desde el tercer milenio a.C., se establecieron hacia el
1800 como el Imperio dominante. Su nombre deriva de Assur, a orillas
del cauce alto del Tigris, la ciudad de donde provenían, y que ha
dado lugar al término moderno de Siria. En 883 a.C., tras la muerte
de Tukulti-Ninurta II, que había consolidado el reino, accedió al
trono Asurnasirpal II, cuyo nombre significa Assur es quien guarda
al heredero. Durante su reinado, que se prolongó hasta 859 a.C.,
consolidó y acrecentó considerablemente la herencia recibida, y lo
logró a base de inaugurar un reinado de terror hasta entonces
desconocido. Este Asurnasirpal era un tipo duro, hoy diríamos que un
auténtico psicópata, que haría pasar a Jack el destripador por un
parvulito. Además al parecer no se arrepintió lo más mínimo de
sus fechorías. Muy al contrario, las hizo glosar a los escribas y
grabar en las estelas, por eso sus acciones execrables han llegado
hasta nosotros.
Para
entonces hacía tiempo ya que las armas de hierro habían sustituido
a las menos eficaces de bronce. Los caballos y los carros de guerra
se habían incorporado a los ejércitos. Antes de Asurnasirpal II la
mayoría de las batallas se libraban en campo abierto, de manera que
cuando un bando se veía en inferioridad, emprendía la retirada, y
de esta forma las bajas del bando derrotado eran relativamente pocas.
También era común el asedio a las ciudades. Tradicionalmente
consistía en que el ejército sitiador rodeaba las murallas
impidiendo la entrada de víveres o de refuerzos, de manera que los
sitiados se rendían por hambre. Tampoco para los sitiadores la
situación era precisamente cómoda. Al final las cosas solían
resolverse con la rendición y sometimiento de la ciudad asediada y
el establecimiento de tributos que se pagaban a los vencedores a
veces durante años. Pero Asurnasirpal II tenía un estilo diferente,
digamos que más brutal. Perfeccionó diferentes máquinas de asedio
que pueden verse en los relieves, con las que su ejército derribaba
las puertas más sólidas. Los guerreros que las manejaban se cubrían
con parapetos que les protegían de flechas, piedras y otros medios
de defensa...
Finalmente,
cuando conseguían entrar en las ciudades, la consigna era no dejar
piedra sobre piedra. Violaban a las mujeres, esclavizaban a los niños
y asesinaban a los defensores con inusitada saña. El empalamiento,
la decapitación y todo tipo de torturas, formaban parte habitual del
repertorio de este sádico. Existe constancia de al menos catorce
campañas bélicas durante su reinado, varias contra los arameos. Por
occidente llegó hasta Fenicia, el actual Líbano, en la costa del
Mediterráneo. Hacia oriente extendió su dominio hasta las
estribaciones de los montes Zagros, donde construyó la mítica
fortaleza de Dur Assur. Estableció su capital en Kalhu, donde
edificó un magnífico palacio. Asurnasirpal II fue también un
incansable cazador (parece que no tenía suficiente con asesinar
seres humanos). Son notables los relieves que le representan en su
carro alanceando leones o tigres.
A
su muerte, como suele ocurrir con frecuencia, la posición del
Imperio asirio se debilitó considerablemente, y acabó
desmoronándose años más tarde. Polvo al polvo y eterna maldición
al infame Asurnasirpal II, uno de los más siniestros personajes de
la Historia.
La
próxima vez que le vea, recuérdeme por favor que no le salude.
Groucho Marx.
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