En
sus primeras apariciones, Bette Davis
era una jovencita mona (¿qué jovencita no lo es?) pero sin terminar
de ser lo que se dice una belleza. Tenía una cara redondita y
siempre sonriente, en la que resaltaban los ojos grandes y saltones.
Probablemente este exoftalmos, nombre que recibe el fenotipo,
se debía a algún trastorno de las hormonas tiroideas no
diagnosticado. Así que la pobre Bette parecía condenada a hacer
papeles secundarios durante el resto de su carrera. Es lo que habría
ocurrido salvo por el pequeño detalle de que la chica era una
grandísima actriz.
No
perdió ocasión de demostrarlo en todas y cada una de las
oportunidades que tuvo, hasta que consiguió construirse una sólida
reputación en aquel mundo fantástico que era el Broadway de su
tiempo. La Davis, así con el apellido a secas, como la Garbo, como
las grandes, dio el salto a Hollywood y accedió inmediatamente al
estrellato. Tras una breve y poco exitosa etapa en la Universal, fue
fichada por la Warner, productora que en los treinta quería cambiar
su imagen sobresaturada de comedias insustanciales, por otra mucho
más seria. La Davis sirvió de maravilla a este propósito,
protagonizando melodramas como El bosque petrificado, Jezabel,
Amarga victoria, La carta, La loba o Eva al desnudo, que
consolidaron su reputación de actriz descomunal.
Alcanzó
su mayor brillo como estrella en los treinta y los cuarenta. Ya en la
edad provecta, fue requerida para actuar en filmes dramáticos tan
inquietantes como Canción de cuna para un cadáver o ¿Qué
fue de Baby Jean?, pero también demostró sus dotes para la
comedia en la inolvidable Un gangster para un milagro de
Capra. Ganó dos oscar de la Academia a la mejor actriz por Peligrosa
y por Jezabel, pero fue nominada nada menos que en once
ediciones de los premios.
Filmoteca
Bigotini os brinda aquí el enlace para visionar la versión digital
de Cautivo del deseo, uno
de sus primeros éxitos, producida por Radio Pictures en 1934. Bette
da la réplica en el filme a Leslie Howard, otro actor mayúsculo.
Haced clic en la carátula y
asomaos al melodrama de los treinta y al magnífico trabajo de la
Davis.
Próxima
entrega: William Wyller
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