Johannes
Kepler nació en el ducado alemán de Baden-Wurtemberg
el año de 1571. Fue el hijo de un soldado y una curandera. Johannes
era un niño de salud frágil. Nació prematuramente, y en su primera
infancia contrajo la viruela. La enfermedad le afectó seriamente la
vista, que fue muy deficiente durante el resto de su vida. Pues bien,
a pesar de ello, Kepler es uno de los astrónomos más importantes de
la historia de la ciencia, lo que habla en favor de su gran tesón y
espíritu de superación. Desde muy niño destacó en las
matemáticas. A los cinco años le fascinó la observación de un
cometa, y a los seis ingresó en la escuela latina, donde sobresalió
como estudiante brillante. Quedó huérfano de padre siendo muy
joven, tuvo que abandonar temporalmente sus estudios para ganarse la
vida como jornalero, pero finalmente su gran talento le permitió
encontrar protectores para proseguir su formación en la Universidad
de Tubinga, donde estudió ética, retórica, dialéctica, griego,
hebreo, física y astronomía.
Kepler y Brahe |
Conseguido
el doctorado, Kepler ejerció como profesor de matemáticas en Graz,
donde publicó sus primeros almanaques, declarándose desde sus
comienzos un convencido partidario del sistema
heliocéntrico, en contra del geocentrismo entonces
imperante. Por su condición de luterano se vio obligado a abandonar
Austria, exiliándose en Praga, donde colaboró estrechamente con
Tycho Brahe. A la muerte de este, Kepler le sustituyó como consejero
del emperador Rodolfo II. En el plano privado, nuestro hombre no
perdió el tiempo, pues aunque de algunos testimonios se desprende
que no tenía demasiadas simpatías por las mujeres, se casó dos
veces y tuvo una docena de hijos con sus dos esposas. En 1615 otra
complicación familiar vino a turbar su labor científica, pues tuvo
que hacerse cargo de la defensa de su madre acusada de brujería. El
cargo en esos tiempos no era ninguna tontería, pues las hogueras se
encendían por doquier. El proceso duró seis largos años, y aunque
finalmente su madre fue liberada, murió a los pocos meses debilitada
por su prolongado encarcelamiento.
Kepler
volvió a encontrar mecenas en la persona de Albrecht von
Wallenstein, figura clave de la política europea durante la Guerra
de los Treinta Años. Los frecuentes cambios de bando de su protector
le obligaron a sufrir diversos vaivenes y mudanzas en el último
periodo de su vida, que concluyó en Regensbourg (Ratisbona) a la
edad de 58 años. Dos años después las tropas suecas saquearon la
ciudad y hasta la misma tumba del científico, perdiéndose sus
trabajos hasta que más de un siglo después, en 1773, fueron
recuperados por Catalina la Grande. Actualmente se conservan en el
Observatorio de Pulkovo en San Petersburgo.
En
materia astronómica el más importante legado de Johannes Kepler es
sin duda la formulación de sus tres leyes sobre el movimiento de
los planetas, también llamadas Leyes
de Kepler, que se enuncian como sigue:
Primera
ley: Los planetas orbitan describiendo elipses alrededor del
Sol, estando éste situado en uno de los dos focos que contiene la
elipse.
Segunda
ley: Las áreas barridas por los radios de los planetas son
proporcionales al tiempo empleado por estos en recorrer el perímetro
de dichas áreas.
Tercera
ley: El cuadrado de los periodos de la órbita de los planetas
es proporcional al cubo de su distancia promedio al Sol.
Esta
tercera ley, llamada también ley
armónica, permite predecir los movimientos de los
astros, pudiendo anunciarse con gran antelación y exactitud
fenómenos tales como los eclipses.
Por
si todos estos méritos fueran pocos, Johannes Kepler añade a su
brillante trayectoria la guinda de ser el primer ser humano que
observó una supernova, lo cual no es moco de pavo
sobre todo para un tipo medio ciego como él. Desde aquí nuestro
modesto tributo de admiración.
Estoy
convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para
cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros
mismos, donde deberíamos intentar vivir. Oscar Wilde.
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