Publicado en nuestro anterior blog el 23 de agosto de 2012
James Joule |
“La
energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. Esta es
la fórmula un poco simplista, con la que a menudo se enuncia
la primera
ley de la termodinámica,
o principio
de conservación de la energía.
Aunque el embrión de la idea estaba ya en Aristóteles, el origen
científico del principio debe adjudicarse al físico James Joule,
que en 1843 demostró que la energía gravitatoria que va perdiendo
un cuerpo al caer y que provoca el movimiento de una rueda
hidráulica, es igual a la energía térmica que gana el agua
producida por la fricción de las palas de la rueda.
En
otros términos: la
energía de
los cuerpos que interactúan entre sí en un sistema aislado puede
cambiar de forma (de hecho lo hace continuamente), pero permanece
siempre constante.
Las formas que adopta la energía son diversas: potencial (la
almacenada en los cuerpos), cinética (la
del movimiento), química o
calorífica…
La energía potencial de la piedra se transforma en cinética cuando
cae; la energía química de la batería se transforma en cinética
en el motor; cuando la flecha se incrusta en la diana, su energía
cinética se transforma en calor… Una forma algo más complicada
pero bastante exacta de enunciar el principio es la siguiente: el
aumento de la energía interna de un sistema debido al calentamiento
es igual a la diferencia entre la cantidad de energía suministrada
en forma de calor y el trabajo efectuado por el sistema en su
entorno.
La
divulgadora científica Natalie Angier escribe: “la
ley de conservación de la energía ofrece algo a lo que agarrarse
durante esos momentos nocturnos de terror silencioso en los que
pensamos en la muerte y el olvido. La energía que hay en nuestros
átomos y en los enlaces que los unen, no se destruirá. La masa y la
energía de las que estamos hechos cambiarán de forma y de ubicación
pero se quedarán aquí, en este bucle de vida y luz, en esta fiesta
permanente que comenzó con un Bang”. ¿Hay
una forma más grandiosa de inmortalidad? Una vez más, amigos,
la verdad científica,
la realidad física,
supera con creces a las absurdas supersticiones.
Los
científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los
políticos por hacer lo posible imposible. Enrique
Jardiel Poncela.
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