jueves, 24 de noviembre de 2016

PRIMERA LEY DE LA TERMODINÁMICA



Publicado en nuestro anterior blog el 23 de agosto de 2012


James Joule
La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. Esta es la fórmula un poco simplista, con la que a menudo se enuncia la primera ley de la termodinámica, o principio de conservación de la energía. Aunque el embrión de la idea estaba ya en Aristóteles, el origen científico del principio debe adjudicarse al físico James Joule, que en 1843 demostró que la energía gravitatoria que va perdiendo un cuerpo al caer y que provoca el movimiento de una rueda hidráulica, es igual a la energía térmica que gana el agua producida por la fricción de las palas de la rueda.

En otros términos: la energía de los cuerpos que interactúan entre sí en un sistema aislado puede cambiar de forma (de hecho lo hace continuamente), pero permanece siempre constante. Las formas que adopta la energía son diversas: potencial (la almacenada en los cuerpos), cinética (la del movimiento), química o calorífica… La energía potencial de la piedra se transforma en cinética cuando cae; la energía química de la batería se transforma en cinética en el motor; cuando la flecha se incrusta en la diana, su energía cinética se transforma en calor… Una forma algo más complicada pero bastante exacta de enunciar el principio es la siguiente: el aumento de la energía interna de un sistema debido al calentamiento es igual a la diferencia entre la cantidad de energía suministrada en forma de calor y el trabajo efectuado por el sistema en su entorno.


La divulgadora científica Natalie Angier escribe: “la ley de conservación de la energía ofrece algo a lo que agarrarse durante esos momentos nocturnos de terror silencioso en los que pensamos en la muerte y el olvido. La energía que hay en nuestros átomos y en los enlaces que los unen, no se destruirá. La masa y la energía de las que estamos hechos cambiarán de forma y de ubicación pero se quedarán aquí, en este bucle de vida y luz, en esta fiesta permanente que comenzó con un Bang”. ¿Hay una forma más grandiosa de inmortalidad? Una vez más, amigos, la verdad científica, la realidad física, supera con creces a las absurdas supersticiones.



Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los políticos por hacer lo posible imposible.  Enrique Jardiel Poncela.



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