en
cual suele el pueblo fablar con so vezino;
ca
non so tan letrado por fer otro latino,
bien
valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
Así
de bien sonaban los primeros balbuceos de la lengua romance
peninsular por excelencia: el castellano. Así se expresaba ya el
pueblo llano en la Castilla medieval, así fablaba con su vezino.
También se expresaba así un monje riojano nacido en las
postrimerías del siglo XII (probablemente en 1198) en un lugar
cercano a Berceo llamado Madrid o Madriz, que nada tiene en común,
salvo el nombre, con el Madrid más célebre.
Los
escasos datos biográficos que poseemos de Gonzalo
de Berceo los aportó él mismo en el comienzo de su
Vida de San Millán de la Cogolla. Era Madrid una
pequeña aldea próxima a San Millán, orilla del río Cárdenas.
Cuando niño se crió en San Millán de Suso, primero fue diácono, y
en 1237 adquirió la condición de preste (presbítero). Ejerció
luego el magisterio entre los novicios, y alcanzó finalmente el
empleo de notario (secretario) del abad Juan Sánchez. No tuvo lo que
se dice una carrera brillante. Berceo no pasó de ser un clérigo del
montón, pero eso sí, un clérigo capaz de leer y escribir con
soltura, a diferencia probablemente del venerable abad, que por ser
iletrado necesitaba un secretario. En su ausencia del monasterio,
tuvo la suerte de formarse en los Estudios Generales de Palencia,
primer antecedente medieval de lo que luego serían las
universidades. Allí debió estudiar el cuatrivium (teología,
derecho, lógica y gramática). Y bien lo aprovecho nuestro Gonzalo
de Berceo, porque por méritos propios se hizo con un lugar en la
Historia de nuestra literatura. Y no un lugar cualquiera, sino el
primer lugar, puesto que Berceo es no sólo el principal exponente
del llamado mester de clerecía,
sino que es además el primer autor que escribe y firma sus obras en
castellano.
Es
el de Berceo un castellano primitivo, tosco y encantador. Es
propiamente la variedad dialectal riojana del castellano antiguo,
salpicada de cultismos latinos, trazos de galáico-portugués,
términos aragoneses y hasta expresiones vascuences. Una verdadera
joya.
De
esta preciosa joya de nuestro idioma aun incipiente, Biblioteca
Bigotini tiene hoy el placer y el honor de poneros al alcance de un
clic (hacedlo sobre la portada)
una magnífica versión digital de los Milagros
de nuestra Señora, la obra más emblemática de su
autor, donde Berceo introdujo elementos del estilo juglaresco (mester
de juglaría). Se trata de una serie de episodios, narrados a
manera de cuentos, acaso influidos por cierta literatura oriental
llegada a nuestro suelo a través de la tradición mozárabe. Son en
su conjunto historias muy simples, de una inocencia casi pueril que
resulta tierna y por momentos, emocionante. La versión que traemos
se toma de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Recrearos pues
con los milagritos de Berceo, y con el sutil encanto de un idioma aun
en pañales.
Todos
quantos vevimos, que en piedes andamos, todos somos romeros que
camino pasamos.
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