No
en Nueva York, sino en Babilonia, y hace dos mil quinientos años,
pero sexo a fin de cuentas, un tema que ha interesado siempre. En
esto no tenemos más remedio que seguir a Heródoto. Puede que no sea
precisamente una autoridad en materia de sexo, pero sin duda lo es en
materia de la Babilonia antigua. De hecho es una de las pocas fuentes
escritas que han llegado hasta nuestros días.
En
cuanto a la institución del matrimonio, nos cuenta Heródoto que en
cada poblado una vez al año, ponen juntas a todas las muchachas en
edad de casamiento, y a su alrededor se coloca una muchedumbre de
hombres. Alzándolas una por una, un pregonero las pone en venta.
Empieza por la más bella, y cuando esta encuentra un comprador, pone
en la palestra a la que le sigue en belleza. Los compradores las
toman como esposas.
Los
babilonios ricos, compitiendo en la puja, se quedan con las más
hermosas. Los pobres se llevan a las más feas, pero se consuelan
ganando algún dinero, puesto que el dinero obtenido en la subasta de
las más bellas, sirve como dote a las menos agraciadas. De esta
original manera, las muchachas bonitas casan a las feas. Prosigue
Heródoto relatando que no está permitido a ningún hombre conceder
en matrimonio a sus hijas al pretendiente que elija. Mucho menos
pueden elegir las mismas muchachas. Al parecer existía una clausula
por la cual los hombres podían arrepentirse de su decisión, pues si
el matrimonio no se había llegado a consumar, podían devolver a sus
novias, bien recuperando el depósito, o bien devolviendo la dote en
el caso de las muchachas más feas. Siguiendo este relato puede
comprobarse que la situación social de las mujeres en la antigua
Babilonia, no era precisamente envidiable. Por si fuera poco,
Heródoto añade que después de la conquista del país por los
griegos, muchos padres en situación económica precaria llegaban a
prostituir a sus hijas.
Y
hablando de prostitución, fijaos en lo que nos dice Heródoto sobre
una curiosa institución babilonia, la de la prostitución
ritual:
Por
último, la más injusta de todas las costumbres de los babilonios es
la siguiente: toda mujer del país debe ir una vez en su vida al
santuario de Afrodita y unirse a un hombre extranjero. Muchas, que
desdeñan mezclarse con las otras, orgullosas como están de sus
riquezas, se hacen llevar al templo en carros cubiertos y allí se
quedan, acompañadas de gran número de sirvientes. En cambio, la
mayoría actúa así: en el santuario de Afrodita se sientan muchas
mujeres con una corona de cuerda alrededor de la cabeza: unas van y
otras vienen. En todas direcciones unos senderos señalizados pasan
entre las mujeres y, al deambular por ellos, los extranjeros eligen.
Una
vez allí, las mujeres no vuelven a su casa hasta que uno de los
extranjeros, echándole dinero en el regazo, no se haya unido a ella
fuera del templo. Al echarle el dinero, él debe decir estas
palabras: <<Invoco a la diosa Militta.>> Este nombre es
el que los asirios dan a Afrodita. La cantidad de dinero es la que
quiera cada uno, ya que la mujer nunca lo rechazará -no está
permitido-, porque este dinero es sagrado. La mujer sigue al primero
que le haya echado dinero y no rechaza a nadie. Después de haberse
unido con el hombre y de haber cumplido así con la obligación para
con la diosa, vuelve a su casa, y a partir de entonces no hay dinero
suficiente que pueda hacerla tuya. Las que son bonitas y esbeltas se
marchan pronto, pero las feas se quedan durante mucho tiempo, al no
poder cumplir la ley; algunas permanecen incluso durante tres o
cuatro años. En algunas ciudades de Chipre existe una costumbre
parecida a esta.
Así
que ya veis. Mucha diosa de la fertilidad y mucho culto a lo
femenino, pero las mujeres en aquellas primeras civilizaciones
estaban listas las pobrecillas. Así era y así ha sido hasta hace
apenas unos pocos decenios. Y aún queda a las mujeres mucho terreno
por conquistar. Eso del matriarcado en ciertas sociedades es una
leyenda sin fundamento. Una cosa es la herencia matrilineal, y otra
muy diferente, que la mujer haya tenido poder real en aquellas
sociedades. Es este uno de esos temas que en Bigotini nos interesan
especialmente. Prometemos próximas entradas sobre ello. Hasta
entonces felicitémonos por no haber nacido en la Babilonia clásica.
Recuerdo
perfectamente la primera vez que disfruté del sexo. Todavía
conservo el recibo. Groucho Marx.
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