¿Puede
una neoyorquina de Long Island hacerse pasar por francesa? Paulette
Goddard lo consiguió cambiándose el nombre e
imitando un poco el acento. Con eso y su aire de pícara inocencia,
conquistó a los espectadores y a cualquier hombre que se puso a
tiro. Sedujo a actores, productores, millonarios... Sedujo a Charles
Chaplin, aunque bien mirado, aquello no tuvo demasiado mérito.
El
caso es que esta coleccionista de amantes también sabía actuar. Y
lo hacía de un modo muy personal. Lo primero que cualquier director
prohibe a los actores es que miren a la cámara. Sin embargo,
Paulette miraba a la cámara de un modo tan irresistible, que todos
acababan suplicándole: mira el objetivo. En casi todas sus películas
hay uno o varios primeros planos de la mirada de la Goddard. El gran
Cecil B. DeMille le tenía bien tomado el pulso al público
americano. Decía a menudo que le movían dos únicos resortes:
dinero y sexo. Como no podía ofrecerles dinero, les daba todo el
sexo que permitía la censura por el precio de una entrada. Para eso
Paulette Goddard le sirvió de maravilla. En Los inconquistables,
una producción de 1947, la estrella estuvo tan arrebatadora que en
las semanas posteriores a su estreno, los estudios Universal
recibieron decenas de miles de cartas de amor.
Deben
quedar ya muy pocos de aquellos admiradores, pero podéis estar
seguros de que el viejo Bigotini es uno de ellos. Os proponemos
visionar un breve montaje fotográfico de Paulette Goddard. Haced
clic en la ilustración y recrearos durante unos minutos.
Próxima
entrega: Robert Montgomery
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