jueves, 19 de mayo de 2016

AVARIS Y LOS HICSOS. SEMITAS EN EL ANTIGUO EGIPTO


<<En el nomòs saíta (Salitis) fundó una ciudad al oriente del brazo del Nilo de Bubastis, y la llamó Avaris. Reconstruyó y fortificó con murallas este lugar, poniendo allí una guarnición...>> Con estas palabras, Manetón, historiador egipcio de la época tolemaica que cita Flavio Josefo, describe la fundación de Avaris, la capital egipcia de los hicsos.
Pero, ¿quiénes eran los hicsos? La escasez de fuentes que se ocupen de ellos y de este periodo del antiguo Egipto, convierten a estos invasores en uno de los misterios más insondables de la Historia. Manetón llamaba hicsos a los asiáticos que primero fueron penetrando de forma pacífica, y luego invadieron violentamente la región nororiental del delta del Nilo, fundando un estado que se extendió hasta controlar una buena parte del país. Durante el Imperio Medio los egipcios llamaban amu a los pueblos asiáticos, e hikaukhoswet a sus jefes. De este último término, que significa príncipes del desierto, deriva probablemente el nombre griego de hicsos, con el que los conocemos.


Portadores de una cultura de tipo sirio-palestina, los hicsos sintieron con fuerza la fascinación del país ocupado, como lo prueba el que sus líderes se integraron en su civilización, adoptando las costumbres y tradiciones egipcias, y honrando a los dioses locales. Asumieron los títulos oficiales y llegaron a cambiar sus propios nombres semitas por otros de origen egipcio. Durante la XV dinastía, que corresponde a los soberanos hicsos, el arte y la arquitectura imitaron los modelos antiguos. Estos reyes procuraron además integrase por completo por medio incluso de uniones de sangre, como parece probarlo el matrimonio de la princesa Herit, hija del rey Auserre Apopi I, con un príncipe de la dinastía tebana. Pero a pesar de sus intentos de integración, la presencia de estos extranjeros se sintió como una grave fractura en la tradición del país. La propaganda producida durante la guerra que los expulsó, y en los años posteriores, los presentó como gentes bárbaras que habían contaminado el sagrado suelo de Egipto.


Avaris fue ocupada hacia 1720 a.C. La dominación de los hicsos se prolongó hasta 1567 a.C., cuando la ciudad fue reconquistada por los reyes tebanos. Si hemos de creer lo que se cuenta en La lucha entre Apopi y Seqenenre, una crónica novelada conservada fragmentariamente en el papiro Sellier I, el pretexto de la guerra habría sido la petición del rey de Avaris a Seqenenre de Tebas: <<Haz que se deje el lago de los hipopótamos que está a oriente de la Ciudad Meridional (nombre que los hicsos daban a Tebas), porque no permiten que venga a mí el sueño ni de día ni de noche. Su voz llena los oídos de la ciudad.>> Apopi pedía que se renunciara al rito sagrado que garantizaba la salvación de la monarquía egipcia, y que consistía en golpear con un arpón a los hipopótamos del canal de Tebas. El rito ofendía a los soberanos de Avaris, pues el hipopótamo era la personificación de Seth, su dios principal.


El rey tebano Seqenenre encontró la muerte en la batalla, y la victoria final sobre los hicsos, que fueron definitivamente expulsados del país, correspondió a su hermano Amosis. En las ruinas de la vieja ciudad de Avaris, cuyo emplazamiento no ha sido establecido con seguridad hasta 1966, se conserva la inscripción en la tumba de un soldado egipcio que participó en su reconquista: <<Ellos entraron a saco en Avaris; allí yo me quedé como botín un hombre y tres mujeres, en total cuatro cabezas. Su Majestad me las dio como esclavos.>>


Poco se sabe sobre la cultura material, y aun menos sobre la espiritual de los hicsos. Tenemos unos semitas que permanecieron casi dos siglos en suelo egipcio, siendo finalmente expulsados. ¿No recuerda esta historia a la narración bíblica de los israelitas en Egipto y su posterior éxodo? Seqenenre murió en la batalla del mismo modo que el faraón de Moisés murió al intentar atravesar el mar Rojo. El delta del Nilo, región donde se produjeron los hechos reales, estaba surcado por un gran número de canales y cauces de agua. Lo que los cronistas egipcios narran como una gran victoria que terminó con la expulsión de unos invasores extranjeros, y que seguramente está deformada y exagerada, los primeros libros de la biblia y la tradición judía, lo transforman en una liberación. Ya se sabe que cada uno escribe la Historia a su gusto.
¿Y si los hicsos históricos hubieran sido los israelitas bíblicos? El profe Bigotini deja esta pregunta en el aire. No espera respuesta alguna, sencillamente quiere (como siempre en estos modestos artículos) estimular la imaginación y el espíritu crítico de sus lectores. Quien escucha y lee, aprende a pensar por sí mismo, y el pensamiento libre es la antesala del conocimiento y el estandarte de la libertad.

Las grandes victorias se cimientan sobre grandes crímenes.



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