Dionaea muscipula,
más conocida por su nombre vulgar de Venus atrapamoscas, es la más célebre de las
llamadas plantas carnívoras. La particular estructura de sus hojas, que
recuerdan una gran boca con dientes, ha contribuido a popularizar esta curiosa
especie a través de dibujos animados y películas de terror.
Lo
que resulta más admirable en este caso, es que un organismo vegetal, y por lo
tanto estático, se las arregle tan eficazmente para atraer, digerir y asimilar
presas como los insectos, que gozan de una gran capacidad de movimiento. En
primer lugar, Dionaea atrae a su víctima mediante un néctar de aroma dulzón que
secreta a través de pequeños poros en el atractivo interior de sus hojas, y que
se convierte en una tentación irresistible para una amplia variedad de
insectos.
La
confiada presa se posa en la hoja en busca de la anhelada recompensa, pero en
su lugar, tropieza con unos pelos sensitivos y punzantes que activan la trampa.
La hoja aproxima sus dos caras, y acaba cerrándose, atrapando en su interior a
la incauta mosca, al infeliz mosquito o a la cándida mariquita. No deja de
asombrarnos, por su extraordinaria sutileza, el funcionamiento de este
mecanismo. La hoja posee entre tres y seis pelos sensitivos. Cuando “algo” toca
el mismo pelo dos veces, o bien toca dos pelos diferentes en un intervalo
inferior a veinte segundos, se desencadena una secuencia neuroquímica por la
que las células del haz de la hoja (allí donde se juntan ambas caras) se llenan
de líquido, se hinchan de tal manera que ambas caras se aproximan y la trampa
queda cerrada en un instante. Los apéndices de los bordes de la hoja están
dispuestos de forma que la hoja cerrada se convierte literalmente en una jaula.
Como
la planta una vez cerrada la hoja, no puede saber con certeza si ha atrapado a
un insecto, aun posee otra asombrosa adaptación. Si las secreciones del insecto
estimulan la trampa, esta sigue estrechándose sobre la presa y forma un
precinto hermético. Si por el contrario, sólo se trata de una ramita caída o
del palito con el que acabamos de estimular los pelos, la trampa vuelve a
abrirse al cabo de unas 24 horas. Siguiendo a Lissa
Leege, ecóloga vegetal y profesora de biología de la universidad de
Georgia, una vez que la trampa se cierra, las glándulas digestivas alineadas en
el borde interior de la hoja secretan fluidos que disuelven las partes blandas
de la presa, matan las bacterias y hongos, y mediante enzimas descomponen el
insecto para extraer los nutrientes que la planta necesita. Estos nutrientes se
absorben a través de la hoja, y de cinco a doce días después de la captura, la
trampa vuelve a abrirse para expulsar el exoesqueleto inerte de su víctima.
Cada hoja es capaz de realizar de tres a cinco capturas. Después deja de
capturar presas, y se dedica a su función principal, que como en las demás
plantas, es la de la fotosíntesis.
Y
es que, digámoslo de una vez, Dionaea muscipula no es
una verdadera planta carnívora, es decir, no engulle y digiere
presas con los fines tradicionales propios de los seres no vegetales de
adquirir energía y carbono. El alimento que necesita lo obtiene como todas las
demás plantas, mediante la fotosíntesis. Por eso en el título la calificamos de
planta
gourmet. Lo que hace realmente es obtener de sus presas el suplemento
(sobre todo de nitrógeno y fósforo) que escasea en su hábitat natural de suelos
cenagosos y ácidos. De manera que si Dionaea cuenta con algo parecido a un
sistema digestivo, este sirve a un propósito diferente del que tiene el de los
animales.
El
profe Bigotini, que a su manera también es todo un gourmet, ha perfeccionado un
mecanismo para atrapar exquisitas huevas de esturión. Se llama cucharilla, y el
profe la emplea con una destreza digna de admiración. Después de zamparse el
caviar, y por completo ajeno a los convencionalismos sociales, inicia su ritual
de aprovechamiento integral de los nutrientes, repasando meticulosamente los
pelos de su poblado bigote de cepillo, por si hubiera quedado en ellos alguna
presa adherida. ¡Qué hombre tan admirable!
Las
leyes son como las telas de araña. Las moscas grandes consiguen librarse, en
cambio las pequeñas quedan atrapadas. Honoré de Balzac.
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