Han
pasado casi noventa años desde el apogeo de la belleza de Norma
Shearer, y sin embargo todavía hoy nos resulta sorprendentemente
moderna. Ciertamente la estrella seducía a la cámara con una especie de encanto
intemporal que difícilmente podrá pasar de moda o parecer antiguo.
La
Shearer, a la que pretendían imitar millones de mujeres de su tiempo, se movía
en la escena con la asombrosa ingravidez de lo incorpóreo. Elegante hasta el
extremo, se vestía de forma exquisita, y se desvestía de manera no menos
encantadora. No olvidemos que la parte más importante de su carrera discurrió
en los primeros treinta, antes de la entrada en vigor del severo código moral
que encorsetó después toda la producción hollywoodiense. Norma Shearer
personificaba el glamour con mayúsculas. La industria del cine siempre fue una
industria, y como buena industria, siempre tuvo vocación de vender. Pues bien,
Norma fue también una industria en sí misma, capaz de vender además de películas,
perfumes, bolsos, vestidos y toda clase de artículos de lujo que avaló con su
firma o con su imagen.
Os
dejamos un tributo videográfico (haced clic en la imagen) donde podréis apreciar
el encanto de esta mujer atemporal.
Próxima entrega: Claudette Colbert
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