Nuestro
idioma, además de ser uno de los más hablados en el mundo, posee una riqueza de
matices y un vigor extraordinarios. Pero a veces las formas dialectales juegan
alguna mala pasada. Así, en el español de América la palabra tifus designa en exclusiva a la enfermedad
producida por la
bacteria Rickettsia prowazecki,
que se transmite a través de la picadura de piojos, pulgas, ácaros y
garrapatas. Sin embargo, en España el término tifus
también se utiliza en lenguaje vulgar para referirse a lo que con mayor
propiedad deberíamos llamar fiebre tifoidea,
una patología mucho más común, causada por microorganismos del género Salmonella,
de la que hoy nos ocupamos.
Las
Salmonella
son bacilos Gram negativos (es decir,
no se colorean con la tinción de Gram), pertenecientes a la gran familia de las
Enterobacterias,
que se encuentran casi siempre asociadas a la flora intestinal de los animales
vertebrados, sobre todo de las aves tanto silvestres como domésticas.
Recibieron su nombre latinizado del veterinario norteamericano Daniel E. Salmon
a principios del pasado siglo. El género comprende varios miles de especies, no
todas necesariamente patógenas. Las que ahora nos interesan pueden causar dos
cuadros bien diferenciados: las fiebres
tifoideas y las salmonelosis
entéricas o no tifoideas.
Las
fiebres tifoideas están causadas por la
infección de Salmonella
Typhi (las más graves) o Salmonella paratyphi (algo más leves). Se
transmiten mediante alimentos o agua contaminados con materia fecal procedente
de otros enfermos. En Europa su incidencia y prevalencia son muy bajas, pero en
los países del tercer mundo con condiciones higiénicas precarias, se producen
unos 17 millones de casos al año, que causan unas 6.000 muertes.
La
enfermedad es de predominio febril con escalofríos, cefalea, náuseas, anorexia,
tos y trastornos digestivos. Aparecen unas máculo-pápulas rojas, la típica roseola tifoidea,
generalmente en el pecho. En los casos más severos hay compromiso hepático,
cardiaco, delirios y coma. También pueden complicarse con hemorragias y
perforaciones intestinales.
En
la era preantibiótica la mortalidad alcanzaba hasta el 15%. Los diferentes
tratamientos antibióticos ensayados a lo largo de los años han ido perdiendo
eficacia por la aparición de cepas microbianas resistentes. Actualmente están
indicadas las cefalosporinas:
ciprofloxacino
en dosis de 500 mg cada 12 horas, durante 10 días.
La
salmonelosis entérica o no tifoidea
está causada por otras especies de Salmonella, entre las que destacan Salmonella
enteritidis y Salmonella typhimurium. Son infecciones
típicas del verano, y a menudo están asociadas al consumo de alimentos
contaminados con los bacilos. Generalmente se trata de huevos o sus derivados
(especialmente mayonesas). Se calcula que Salmonella enteritidis infecta uno de cada
veinte mil huevos de gallina, que si se emplean en la confección de salsas,
tortillas y otros preparados, y no se someten a una adecuada cocción o
refrigeración, sirven de caldo de cultivo para que el germen se multiplique.
El
síntoma principal es en estos casos la diarrea, que suele aparecer entre 6 y 48
horas después de la ingestión del alimento contaminado, y se acompaña de
náuseas, vómitos, dolor abdominal intenso y fiebre. Cuando no existe sospecha
de toxiinfección alimentaria, el cuadro puede tomarse por una apendicitis,
siendo relativamente frecuentes las intervenciones quirúrgicas innecesarias. La
fiebre suele remitir en 72 horas, y el resto de los síntomas en unos pocos
días. No obstante, existen casos graves con pronóstico sombrío, sobre todo en
niños, ancianos, enfermos crónicos o pacientes inmunodeprimidos.
El
tratamiento debe limitarse en la mayor parte de casos a la rehidratación y el
reposo. Los antibióticos se reservarán para posibles complicaciones
infecciosas, como endocarditis o endoarteritis bacterianas.
Digamos
como curiosidad que uno de cada cien pacientes dados de alta se convierte en
portador crónico, siendo sus heces reservorio del bacilo a veces durante toda la vida. Hubo en Estados
Unidos un caso célebre, el de Mary Mallon, llamada typhoid Mary (Mary la tifosa), una cocinera de origen irlandés,
primera persona que fue identificada como portadora sana de fiebres tifoideas.
Entre 1900 y 1907 infectó a 22 personas, y a pesar de su terca negativa a
abandonar los fogones, fue sometida por las autoridades a una cuarentena de
tres años tras de la cual cambió su nombre por el de Mary Brown y volvió a su
antiguo oficio, con el resultado de 25 infectados y 2 fallecidos. Finalmente, y
muy a su pesar, se le impuso una cuarentena de por vida.
La
muerte tiene una sola cosa agradable: las viudas. Enrique Jardiel Poncela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario