Alcmeón,
personaje del que se conocen muy pocos datos sobre su devenir biográfico, pasa
por ser natural y vecino de la itálica Crotona, en la actual Calabria.
Desconocemos también la fecha concreta de su nacimiento. Todo indica que pudo
ser alrededor del año 500 a .C.,
pues las fuentes que le mencionan coinciden en que fue contemporáneo de
Pitágoras y algo más joven que éste. Más dudoso es que fuera pitagórico, como
algunos dan por hecho. Lo que parece claro, si creemos a Platón y Aristóteles,
es que su pensamiento filosófico lo incluye entre los dualistas.
Esta teoría de las oposiciones (blanco y negro, dulce y amargo, Madrid y Barça…)
lo sitúa en el ámbito de los pitagóricos o al menos en su círculo de
influencia.
Pero
Alcmeón de Crotona destacó sobre todo en el campo de la medicina.
Su gran descubrimiento fue que la conciencia, el entendimiento, las sensaciones
y el conjunto de la vida psíquica, residen en el cerebro. Esta aportación,
mucho más meritoria de lo que a primera vista pudiera parecer, considerando que
se produjo hace veinticinco siglos, convierte a Alcmeón en el pionero y
precursor de la neurología. Su intuición,
fundamentada en el estudio anatómico minucioso de diferentes animales, le llevó
a considerar el cerebro como el centro que a través de los nervios repartidos
por el organismo, recibe la información proveniente de los órganos sensoriales,
y gobierna nuestras acciones. Alcmeón rechazó el carácter sagrado que en su
tiempo se atribuía a la epilepsia, y la clasificó como una simple enfermedad
somática cuyo origen radicaba en alguna disfunción cerebral. También formuló la
teoría vascular del sueño. Según esta hipótesis, el sueño sería el resultado de
las variaciones regulares y cíclicas de la cantidad de sangre en el cerebro.
El
profesor Bigotini sostuvo durante un tiempo la hipótesis de que el alma radica
en la nariz, error que en su caso se antoja disculpable. Ahora que ya es viejo,
el flujo sanguíneo que irriga su cerebro resulta por momentos insuficiente. El
profe lo remedia haciendo el pino un ratito cada día.
-María,
¿por casualidad has encerrado a tu madre en el maletero, y has empujado el
coche al río?
-¿Quién,
yo? No. ¿Por qué iba a hacer yo una cosa así?
-Chica,
pues habré sido yo sin darme cuenta…
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