Rafael Alberti,
gaditano nacido en El Puerto de Santa María en 1902, fue poeta del 27, marinero
en tierra, pintor, agitador, marxista, caminante, explosivo, surrealista, deshabitado,
verso suelto, golfo de sombras y abierto a todas horas. En aquella fantástica
generación del 27, Alberti es el que sale en la esquina de la foto, apenas
entrevisto el rostro y apenas dibujado entre la niebla. Si Lorca
es Granada y Andalucía entera del Mediterráneo a Portugal y desde el moro a los
confines de Castilla, Alberti es sólo Cádiz, humilde y chiquita si se quiere,
pero hermosa y diáfana Cádiz, envuelta en su salada claridad.
Alberti
se crece y se hace inmenso por momentos en la doliente España de
la guerra fratricida y del exilio cruel. Sus versos taconean y bailan y repican
y nacen y renacen una y otra vez, como el ave fénix de las cenizas
polvorientas, para volar y ceñirse al arco iris, como se ciñe el toro a la
taleguilla en un redondo lento, largo, interminable, eterno… La paloma se
equivocó en 1999, y se llevó la muerte al poeta en el mismo Puerto que le vio
nacer. Bigotini, que también tiene alma de poeta, aunque sea un alma pequeñita
y de papel, como corresponde a un monigote, os quiere dejar hoy este poema tan
humilde y a la vez tan grande de Alberti: La Paloma.
Haced clic en el dibujo
y leedlo dos o tres veces. Es muy corto.
Aquí
yace media España. Murió de la otra media. Mariano José de Larra.
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