Demócrito de Abdera
vivió en aquella ciudad de Tracia, junto a la desembocadura del río Nestos,
entre 460 y 370 a .C.
Conocido sobre todo como filósofo presocrático,
a menudo se olvida la faceta más científica de Demócrito, que también brilló
como matemático. Su nombre tiene el significado literal de “el escogido del pueblo”, y en verdad Demócrito hizo honor a su
nombre, pues siempre fue querido y honrado por sus paisanos. En los textos
clásicos a menudo se le llama también el
Milesio o el Abderita. Otro
sobrenombre muy usual de Demócrito es “el
filósofo que ríe”, acaso porque suele aparecer sonriente en las
representaciones escultóricas cuya identidad se le atribuye.
Fue
discípulo de Leucipo de Mileto, y viajó extensamente por Mesopotamia, Egipto y
Persia, lugares en los que adquirió conocimientos de astronomía y geometría.
Pero tal vez la aportación más conocida de Demócrito a la ciencia, fue la
intuición del átomo. Para él la materia
está formada por minúsculas partículas a las que dio el nombre de átomos (atomos), precisamente porque no pueden dividirse. Hoy
conocemos la existencia de partículas subatómicas, todavía más pequeñas que el
propio átomo. Sin embargo, a Demócrito debe atribuirse el mérito de intuir una
naturaleza de la materia que en su tiempo, con una absoluta carencia de medios
técnicos, resultaba verdaderamente revolucionaria.
En
geometría se le atribuye el hallazgo de los volúmenes del cono y la pirámide. Como
curiosidad final, conviene decir que en el mundo cultural del medievo,
Demócrito fue considerado el primer ateo, ya que negó expresamente la
existencia de los dioses. Curiosamente otros autores (singularmente
Aristóteles) a pesar de haber vivido en época precristiana, ni siquiera fueron considerados
paganos, pues se les atribuía una especie de religiosidad primitiva o “premonición”
de Cristo, producto más de los deseos de quienes interpretaban sus textos, que
del contenido real de los mismos. Muchos padres de la Iglesia invocaron la
autoridad supuestamente teológica de Platón o Aristóteles. El caso de Demócrito
es diferente. En la cristiandad medieval se le tenía con razón por ateo, lo que
desgraciadamente contribuyó a la desaparición de parte de su legado.
Ummm…
matar a mi jefe… ¿Me atreveré a vivir el viejo sueño americano? Homer Simpson.
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