Muchacho,
¿estás gordo como una foca? ¿No encuentras ropa ni en la sección de tallas
descomunales? El profe Bigotini comprende tu tragedia. A ti lo que te pasa es
que te gusta comer. Te pirras por los callos, los cocidos, las fabadas y los
lechoncillos al horno. Si ya lo has intentado todo sin éxito, no desesperes:
hay que ver qué suerte has tenido, ladrón, al entrar en este blog. Si, si,
porque aquí tenemos la solución. Bigotini, siempre dispuesto a resolver los
problemas más peliagudos, te ofrece hoy un sencillo método de adelgazamiento para gourmets, que te
ahorrará todos esos patéticos esfuerzos que seguramente habrás hecho, y todas
esas penalidades que has padecido.
No
hagas más el tonto sudando en el gimnasio como un gorrino. No arrastres tus
veinte arrobas por el asfalto, enfundado en un chándal o en unos pantaloncillos
ridículos. Y no creas que se trata de nada milagroso. Todo el mundo sabe que
para adelgazar lo que hay que hacer es no comer, pero como a ti eso te resulta
durísimo, nuestro método te ayudará a renunciar a la comida poco a poco, y
prácticamente sin esfuerzo. Como tu eres todo un gourmet, Bigotini no ofenderá
tu sensibilidad proponiéndote abstenerte de austeras ensaladas o insípidos
fiambres de pavo. No señor, no. Vamos a hacerlo a lo grande.
Verás:
empezaremos con un sencillo ejercicio. Una aceituna. Una modesta y pequeñísima
aceituna en su platito, pinchada con su palillo y todo. Siendo tan poca cosa,
te resultará muy fácil rechazarla. Muy bien, has superado la primera prueba.
Recomendamos continuar con una croqueta, que puede ser de jamón o de bacalao.
Ahí está frente a ti la croqueta ovalada, doradita y recién frita. Pues bien,
di a la croqueta rotundamente no. Salvado este segundo obstáculo, nos propondremos
un ejercicio ya de cierta dificultad, pero no temas, sin duda serás capaz de
superarlo. Se trata de una humeante cazuelita de gambas al ajillo donde los
deliciosos crustáceos despojados de su exoesqueleto, flotan junto a las
finísimas laminillas de ajo, en un aceite virgen de oliva de calidad
excepcional. A la vera de la cazuelita situamos estratégicamente un bollito de
pan blanco recién horneado, cuyo tacto crujiente y esponjosa miga están invitándote
a untar en la cazuela sin el menor pudor. Muy bien, sin dudarlo un instante
renuncias a las gambas. Esto promete…
La
siguiente ya es una prueba de fuego. Se trata ni más ni menos que de una
caviarera de cristal de Bohemia repleta de exquisito beluga gris sobre un lecho
de hielo picado. El caviar está flanqueado por una bandeja de cocochas de
merluza al pil-pil con su guarnición de almejas y corazones de alcachofa. Di
que no a eso y ya tienes un pie puesto en la esbeltez, canalla.
Con
semejante entrenamiento, no te será difícil rechazar el aromático risotto de
pato en confit coronado de ralladura de trufa negra, la paletilla de lechazo
horneada a baja temperatura con sus jugosas patatitas, y el formidable
cordon-bleu café de París, con su mantequilla fundida, sin faltar ni uno sólo
de los veinticuatro míticos ingredientes.
Si
hasta aquí has tenido suficiente fuerza de voluntad, y has asistido también
impertérrito al desfile de vinos, desde el espumoso proseco semihelado de los
aperitivos, hasta el rotundo borgoña Romanée-Conti, pasando por un fragante riesling
alsaciano, ¡enhorabuena, chaval! Ya casi está hecho. Resistir a la tarta sacher
bañada en chocolate fundido al brandy, será coser y cantar. Por fin lo has
conseguido. Sigue así durante unos meses, y adquirirás un tipazo de aúpa con el
que podrás enamorar a Amparito. Llévatela al cine y a la feria de atracciones,
pero por lo que más quieras, no la convides a merendar. Un solo churro de la
aceitosa papeleta podría echar por tierra tu carrera de chico diez.
¿Estás
contento, eh? No me lo agradezcas. Nuestra inquebrantable vocación de servicio
ya está bastante recompensada con tu éxito. Bueno, como estoy cansado de
escribir idioteces, y tu también estarás harto de hacer el tonto leyéndolas, me
voy a la nevera a prepararme un tentempié.
Un
cliente entrado en años se dirige al entrenador de un gimnasio: -Oye chaval,
¿qué máquina me aconsejas para triunfar con las mujeres?
El
entrenador lo observa un momento y responde: -Le recomiendo que se centre en el
cajero automático.
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