En
El sueño eterno, Bogart entra en una
librería buscando información, y se encuentra a una jovencita con pinta de
mojigata recién salida de un cole de monjas. Aquella jovencita era Dorothy Malone en su primer papelito en
una película importante. La joven dependienta resulta ser una chica traviesa
que, por algún ignoto motivo se siente atraída por Bogart a pesar de la
diferencia de edad, de la incipiente calvicie, de los pantalones sobaqueros, la
voz nasal y todo eso. Cierra la tienda, se quita las gafitas, se suelta el
pelo, Bogart (a la sazón, Philip Marlowe), saca una botella de güisqui de quién
sabe dónde, y los dos se ponen a beber como si estuvieran en un club de
alterne. Fin de la escena.
Bueno, un tanto increíble, pero ya se sabe cómo eran esos guionistas de Hollywood. A Raymond Chandler, el autor de la novela, jamás se le habría ocurrido algo semejante, pero en la fábrica de sueños se permitieron hacer un paréntesis en un sueño muy largo (eterno, de hecho), para meter allí con calzador a la joven Dorothy debutando en el gran cine de los cuarenta. A partir de tan espectacular comienzo, se disparó su carrera. Hizo musicales con Martin y Lewis, hizo comedias románticas con Hudson, hizo melodramas de éxito a las órdenes de Douglas Sirk, y hasta hizo un western sensacional con Widmark, Fonda y Quinn. En fin, una carrera notable. Para recordarla os ofrecemos el enlace para revisionar la breve escena de la librería con Bogart. Bon apetit.
https://www.youtube.com/watch?v=A8gBmQdJysg
Próxima entrega: Tippi Hedren
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