Fue
en ese trance donde confesó haber tenido una revelación divina en la que se le anunciaba
que Vespasiano llegaría a ser emperador. Su profecía se cumplió, y Vespasiano,
en atención a sus dotes de profeta, le liberó de su cautiverio adoptándole a
continuación como consejero y tratándole en lo sucesivo casi como a un hijo.
Comenzó así la completa conversión de Yosef, que desde entonces tomó el nombre
de Tito Flavio Josefo o más abreviadamente, Flavio
Josefo, como se le conoce. Josefo dominaba el hebreo, su lengua
materna, además del griego, auténtica lengua franca de Oriente y muy especialmente
de Judea que en su tiempo se hallaba notablemente helenizada. Con su conversión
y romanización adquirió también el latín, de manera que aquel estudio trilingüe, como se llamaría
siglos más tarde, le abrió las puertas de la mejor sociedad romana, le colocó
entre los más reputados intelectuales de su época, y le granjeó el aprecio y la
confianza de Tito, el hijo y sucesor de Vespasiano, que tuvo siempre a Josefo
por un hermano.
Con
aquel hermano judío marchó Tito a Palestina para librar en nombre de Roma la Segunda Guerra de los Judíos, en la que
se halló Flavio Josefo reconvertido ya en un perfecto romano. Desde su posición
privilegiada asistió personalmente a todos los acontecimientos bélicos de la
campaña, incluido el célebre asedio de Masada. Lo reflejó todo en su obra La Guerra de los Judíos, que a pesar de
ser abiertamente parcial y favorable a los romanos, está llena de interesantes
detalles históricos, y que junto a sus otras obras: Antigüedades de los judíos,
Contra
los griegos y una breve Autobiografía, convierten a Flavio
Josefo en la principal fuente histórica sobre su nación de origen, a la par de
la misma Biblia, los Evangelios (canónicos y apócrifos) y más
modernamente, los Manuscritos del Mar
Muerto. También su crónica resulta útil para conocer detalles acerca de los
primeros emperadores romanos, especialmente los miembros de la dinastía
Claudia.
Los historiadores grecolatinos le tienen por autoridad incontestable, mientras que los judíos le tachan de hipócrita y mendaz. En lo personal, y a pesar de su entusiasta romanización, Flavio Josefo vivió como un judío creyente, guardando siempre las fiestas del calendario hebreo y los preceptos de su religión. Tuvo cuatro esposas, todas judías, y se preciaba de no haber tenido nunca trato carnal con una mujer gentil. Todo apunta a que falleció en Roma en el año 100. De nuestra biblioteca Bigotini extraemos hoy una versión digital de su Guerra de los Judíos, su obra principal y más consultada. Hacedlo también vosotros si así os parece, con un simple clic en este enlace:
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=flavio-josefo-las-guerras-de-lo.pdf
Los judíos se alegraban, dando grita con muy grande crueldad, y no quedara un romano vivo si no llegara en su auxilio la oscuridad de la noche. Flavio Josefo. Las Guerras de los Judíos.
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