Hija
de una de las más católicas e ilustres familias de la aristocracia civil
americana, un patriciado yankee-irlandés de magnates de la industria y las
finanzas, Gracia Patricia Kelly, puede
decirse que nació princesa, el estado al que siempre estuvo destinada.
Oponiéndose al parecer de los severos señor y señora Kelly, la joven Grace se
propuso ser actriz y lo consiguió sin demasiado esfuerzo. No le faltaban ni
talento ni belleza para ello. Y si en la alta sociedad de Filadelfia había sido
una princesa, en Hollywood lo fue más todavía. La soleada California la coronó,
y la industria del cine, rendida a sus encantos, la entronizó en el glamuroso
Olimpo de su fábrica de sueños. Fue la novia casi adolescente de un Gary Cooper
ya demasiado maduro en Solo ante el
peligro. Fue la musa inspiradora de las fantasías inconfesables de
Hitchcock en La ventana indiscreta y
en Crimen perfecto. Si entonces
hubiera sido ya una princesa coronada, quizá se habría indignado al sorprender
al insaciable don Alfredo hurgando en el cajón de sus bragas, pero como era
todavía una princesa del celuloide y las marquesinas, se lo tomó a broma porque
en aquel ambiente liberal y bohemio, escandalizarse por una tontería semejante
quedaba para las chicas de pueblo recién apeadas del autobús. Incluso ya
recibidas las amonestaciones eclesiásticas para su inminente boda con Rainiero,
aceptó un último papel a las órdenes de Hitchcock en Atrapa a un ladrón, besuqueándose con un Cary Grant que alternaba
el esmoquin con una camiseta de rayas, y luciendo, siempre espléndida, las
creaciones de Balenciaga (luciéndolas ella, no Cary Grant).
Después de reinar en Hollywood, reinó en Mónaco, un principado a su medida, y reinó durante varias décadas en las revistas ilustradas y el papel cuché. Su desgraciado final, nunca bien aclarado, no hizo sino alimentar y perpetuar su leyenda de princesa, de diosa inalcanzable envuelta en un halo de misterio y circundada del brillo de las verdaderas estrellas. En Bigotini fuimos rendidos admiradores de su belleza en vida (sin llegar, claro, a los deshonestos excesos de don Alfredo), y seguimos siendo fervorosos guardianes de su recuerdo. Para que su llama no se extinga, os dejamos el enlace con un documental biográfico de aquella inolvidable Gracia Patricia.
https://www.youtube.com/watch?v=H5jmvrq-c6k
Próxima entrega: Marilyn Monroe
No hay comentarios:
Publicar un comentario