Nacido
probablemente en 525 o 524 a.C. en el Ática, en Eleusis seguramente, Esquilo era hijo de Euforión Eleusino. Se
conoce de su biografía que combatió a los persas en Maratón (490 a.C.) y en
Salamina (480). No es seguro que lo hiciera también un año después en Platea,
pero lo cierto es que cumplió con su patria ateniense empuñando las armas. De
forma indirecta, por lo que puede leerse entre líneas en alguna de sus obras,
es muy posible que participara de forma activa en la constitución del célebre Consejo de los Quinientos que heredó la
capacidad de decisión popular del Areópago
desde la reforma de Efialtes en 462. Así que Esquilo añade a su faceta
literaria la política, siendo uno de los impulsores de la democracia en su
país. No sabemos nada acerca de su esposa o esposas, pero sí que tuvo un hijo
llamado Euforión como su abuelo, que se dedicó también a la poesía trágica.
Fue
acusado de revelar los misterios eleusinos, un cargo muy grave para las creencias
religiosas de los griegos, del que sin embargo resultó absuelto. También se
sabe que residió por algún tiempo en Siracusa, invitado por su tirano Hierón,
al parecer el fundador de la colonia griega en Sicilia. Allí volvió a viajar en
su edad madura, y allí compuso e hizo representar algunas de sus tragedias.
Esquilo falleció en Gela en 456 o 455 a.C.
Precisamente
sobre su muerte se construyó una curiosa leyenda que recogen autores como
Plinio el Viejo y Claudio Eliano. La narración asegura que un oráculo le había
advertido que la muerte le llegaría del cielo. Pues bien, se dice que un día
que salió a meditar al campo en las afueras de Gela, un águila o un
quebrantahuesos dejó caer una tortuga que había apresado sobre la cabeza del
poeta, al confundir su calva con una roca. Resulta difícil de creer, pero se
trata de una leyenda sin duda bien construida que se ha citado hasta la
saciedad a lo largo de los siglos.
De
su importancia como dramaturgo y de su gran popularidad da testimonio el hecho
de que sus obras fueran representadas en diversos certámenes después de su
muerte al lado de las de los autores vivos, un honor del que no se tiene
noticia que fuera dispensado a ningún otro dramaturgo. En su epitafio se grabó
el siguiente epigrama:
Esta tumba esconde el polvo de Esquilo,
hijo de Euforio y orgullo
de la fértil Gela.
De su valor Maratón fue
testigo
y los medos de larga
cabellera.
Sus tragedias, cerca de noventa en total, recrearon temas históricos y mitológicos. Se dice que en los certámenes poéticos nadie pudo vencerle con la única excepción de Sófocles que le arrebató el triunfo en 468. En todas sus obras se repite el principio de llegar a adquirir el conocimiento de las cosas más profundas a través del sufrimiento, la agonía que conduce a la iluminación constituye el principal live-motiv de su producción dramática. Las obras de Esquilo que han podido conservarse y llegar hasta nosotros de forma total o parcial, son: Los persas, Los siete contra Tebas, Las suplicantes y La Orestiada, trilogía compuesta por tres obras, Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides. Se discute todavía la autoría de Prometeo encadenado que algunos especialistas atribuyen a Esquilo, y otros a varios diferentes autores.
Hoy en Biblioteca Bigotini os proponemos la lectura de una selección antológica de su producción dramática. Haced clic en el enlace y penetrad el universo trágico del que fue indiscutible rey de la escena griega en vida, y uno de los principales poetas de la antigüedad clásica.
¿No sabes, Prometeo, que las palabras son los médicos que curan la enfermedad de la cólera? Esquilo. Prometeo encadenado.
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