Nació
Luis Coloma en Jerez de la Frontera en
1851. Hijo de un afamado médico gaditano, ingresó a los doce años en la
preparatoria de la Escuela Naval de San Fernando, pero no tenía vocación de
marino, así que marchó a Sevilla para estudiar Derecho. En Sevilla hizo amistad
con la escritora Fernán Caballero, y allí le sorprendió la Revolución Gloriosa
de 1868. Es célebre el dicho que aconseja desconfiar de quien a los dieciocho
años no ha sido revolucionario. Pues bien, si lo tomamos al pie de la letra, no
habrá más remedio que desconfiar del joven Luis Coloma, pues ya en aquella edad
juvenil manifestó sin ambages su tendencia monárquica y reaccionaria.
Se
trasladó a Madrid donde trabajó como pasante en el despacho de un abogado,
mientras empleó su tiempo libre en frecuentar tertulias elegantes y en
conspirar contra el régimen liberal, defendiendo la restauración borbónica.
En
1872 Coloma estuvo a punto de morir como consecuencia de un tiro en el pecho.
Nunca llegó a aclararse si se trató de un atentado o fue un simple accidente
mientras limpiaba la pistola. En cualquier caso, aquella experiencia dramática
le decidió a abrazar el sacerdocio profesando en la Compañía de Jesús. Pasó
cuatro años en un seminario francés, y más tarde ejerció el magisterio en
Sevilla, en Galicia y en Madrid, donde comenzó a alternar la docencia con el
periodismo y la literatura. El padre Coloma,
como lo llamó ya todo el mundo, se convirtió en invitado habitual de los
salones de la aristocracia madrileña y de los retiros veraniegos de la realeza.
Su salud delicada y una cierta tendencia al hedonismo le inclinaron a los
placeres de la buena mesa, llegando a adquirir una bien merecida fama de gourmand.
En
cuanto a la obra literaria del padre Coloma, puede decirse que evolucionó desde
el costumbrismo de sus primeros
trabajos a una especie de sátira social
moralizante que caracteriza su obra de madurez. Siempre desde su posición
jesuítica y ultracatólica, Coloma reparte guantazos de moralina frailuna a
diestro y siniestro, muy especialmente situando en su punto de mira las
costumbres disolutas de algunos miembros de la nobleza y de las clases altas,
que recibieron sus andanadas con la falsa humildad de las marquesas beatas. Así
opinaron críticos de la talla de Juan Valera, Martínez Barrionuevo o nuestro
paisano Mariano de Cavia. Sin embargo, no puede negarse su calidad literaria.
Las obras de Coloma, con independencia del juicio que puedan merecernos, están
escritas en uno de los más pulidos castellanos de su tiempo, y además responden
a un brillante plan narrativo. Defensores de su valor literario fueron Fernán
Caballero, Galdós, Pereda, Echegaray o la Pardo Bazán, entre otros ilustres
escritores.
Cabe
destacar entre sus títulos Solaces de
estudiante, un cuadro costumbrista publicado en 1871; Colección de lecturas recreativas, de 1886; Del natural, de 1888; Cuentos
para niños, de 1890; Juan Miseria y
Retratos de antaño, ambas de 1893; Boy, de 1896; La reina mártir, una sui
generis biografía de María Estuardo publicada en 1898; Jeromín, novela que idealiza la infancia de don Juan de Austria,
que se dio a la imprenta en 1902; El
marqués de Mora, de 1903; Recuerdos
de Fernán Caballero, de 1910; o Fray
Francisco, una biografía del cardenal Cisneros escrita en 1911. Varias de
estas obras se publicaron en la Imprenta católica o en El Mensajero del Corazón
de Jesús. También se debe a su pluma el cuento del Ratoncito Pérez que recogiendo tradiciones populares, escribió
Coloma para el pequeño Alfonso XIII con el entrañable motivo de la caída del
primer diente de leche del infante regio, detalle este último que puede dar una
idea de la posición que ocupó el padre Coloma en la vida pública de su tiempo,
y basta para consagrarle como campeón de la ñoñez, la beatería y la carcundia
nacionales. Con decir que fue uno de los autores predilectos de la
cinematografía franquista, está todo dicho. El padre Luis Coloma falleció en
1915. Como decía el clásico, Dios se la
depare buena y con su pan se lo coma.
Pero en fin, como en Bigotini no somos sectarios, nos quedaremos con lo mejor del padre Coloma, su magnífica prosa. Para ello extraemos de nuestra biblioteca virtual la versión digital de la que sin ninguna duda es su mejor novela: Pequeñeces, obra que publicada en 1891, contiene la más acerada crítica de las costumbres y la hipocresía de los poderosos. Está tomada de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y se ajusta a la primera edición bilbaína de 1891 y a la moderna de editorial Cátedra de 1982. Haced clic en el enlace y adelante.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=Peque%C3%B1eces.pdf
La paciencia tiene un límite que a veces marca el decoro, y ¡ay de las zorras el día en que las gallinas se cansen de ser gallinas! Luis Coloma. Pequeñeces.
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