Todos
sabemos que resulta más fácil eliminar la grasa y la suciedad de las manos
cuando usamos jabón que sí sólo usamos agua. El hecho se debe a que al añadir
jabón, disminuimos considerablemente la tensión superficial del agua,
permitiendo que se divida en gotas más pequeñas capaces de alcanzar la
superficie de la piel con mayor facilidad. La menor tensión superficial que
origina el jabón favorece también la formación de espuma, y la espuma desempeña
en este caso una función crucial.
Esta
situación puede cambiar gracias a la espuma del jabón, cuyas moléculas son anfipáticas, es decir, poseen una parte
polar soluble en agua, el grupo carboxilato,
y una larga cola, la cadena hidroxicarbonada,
que es liposoluble, soluble en grasa.
Cada uno de los extremos de la molécula de espuma ejerce su propio
comportamiento en lo relativo a solubilidad. La cola se disuelve en el aceite o
capa grasienta, dejando el extremo iónico en la parte externa de la superficie
aceitosa. Sabemos que sustancias similares son mutuamente solubles las unas en
las otras, por lo tanto, los extremos no polares buscan un ambiente similar
también no polar, y como en esa agua jabonosa el único ambiente no polar
cercano que existe son los extremos no polares de otras moléculas de jabón,
entonces las colas de éstas se reúnen en el centro de una micela, y los extremos polares se proyectan hacia fuera para
penetrar en el agua. De esta manera se va formando nueva espuma.
Cuando un número suficiente de moléculas de jabón se haya orientado alrededor de una gota de grasa, dicha gota se despegará de la superficie a limpiar y será arrastrada por el agua con facilidad. Esto se debe a que una vez formada suficiente espuma, las partículas de suciedad y grasa están cargadas negativamente y por tanto el agua es capaz de solvatarlas. Por otra parte, la repulsión entre las cargas de las micelas evita que las gotas de aceite o grasa se vuelvan a unir, formándose entonces una emulsión que se favorece aún más por la disminución de la tensión superficial, de forma que la grasa puede separarse fácilmente de la superficie a lavar.
Dos
factores adicionales van a contribuir todavía más a la eficacia de la espuma de
jabón: la temperatura y el rápido movimiento molecular. Por eso la limpieza
será más rápida y eficiente si agitamos la emulsión (efecto que se logra
manualmente o en el interior de una lavadora, por ejemplo), y si además
empleamos agua caliente.
Acordaos
de todas estas cosas cada vez que os enjabonéis las manos o hagáis limpieza
doméstica. Nuestro profe Bigotini las tiene siempre muy presentes. Ocurre sin
embargo que cada vez que le toca a él fregar los platos, las explica con gran
detalle y tanta parsimonia, que no tardamos en apartarle del fregadero y
continuar nosotros.
Las ventajas del nudismo… saltan a la vista.
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