miércoles, 29 de diciembre de 2021

JABÓN Y POLARIDAD. EL MILAGRO ANTIGRASA

 


Todos sabemos que resulta más fácil eliminar la grasa y la suciedad de las manos cuando usamos jabón que sí sólo usamos agua. El hecho se debe a que al añadir jabón, disminuimos considerablemente la tensión superficial del agua, permitiendo que se divida en gotas más pequeñas capaces de alcanzar la superficie de la piel con mayor facilidad. La menor tensión superficial que origina el jabón favorece también la formación de espuma, y la espuma desempeña en este caso una función crucial.

Cuando la piel, la ropa, un plato, una superficie, etc., están sucias, las partículas de suciedad se hallan envueltas en una capa de grasa que las moléculas de agua, por ser polares, son incapaces por sí solas de disolver y eliminar, ya que la grasa es apolar. En el caso concreto de la piel, protegida siempre por una capa de grasa superficial, la diferencia resulta muy útil para hacer que el agua resbale por ella y no penetre masivamente en nuestro organismo. Nuestra piel es una barrera impermeable al agua.

Esta situación puede cambiar gracias a la espuma del jabón, cuyas moléculas son anfipáticas, es decir, poseen una parte polar soluble en agua, el grupo carboxilato, y una larga cola, la cadena hidroxicarbonada, que es liposoluble, soluble en grasa. Cada uno de los extremos de la molécula de espuma ejerce su propio comportamiento en lo relativo a solubilidad. La cola se disuelve en el aceite o capa grasienta, dejando el extremo iónico en la parte externa de la superficie aceitosa. Sabemos que sustancias similares son mutuamente solubles las unas en las otras, por lo tanto, los extremos no polares buscan un ambiente similar también no polar, y como en esa agua jabonosa el único ambiente no polar cercano que existe son los extremos no polares de otras moléculas de jabón, entonces las colas de éstas se reúnen en el centro de una micela, y los extremos polares se proyectan hacia fuera para penetrar en el agua. De esta manera se va formando nueva espuma.

Cuando un número suficiente de moléculas de jabón se haya orientado alrededor de una gota de grasa, dicha gota se despegará de la superficie a limpiar y será arrastrada por el agua con facilidad. Esto se debe a que una vez formada suficiente espuma, las partículas de suciedad y grasa están cargadas negativamente y por tanto el agua es capaz de solvatarlas. Por otra parte, la repulsión entre las cargas de las micelas evita que las gotas de aceite o grasa se vuelvan a unir, formándose entonces una emulsión que se favorece aún más por la disminución de la tensión superficial, de forma que la grasa puede separarse fácilmente de la superficie a lavar.

Dos factores adicionales van a contribuir todavía más a la eficacia de la espuma de jabón: la temperatura y el rápido movimiento molecular. Por eso la limpieza será más rápida y eficiente si agitamos la emulsión (efecto que se logra manualmente o en el interior de una lavadora, por ejemplo), y si además empleamos agua caliente.

Acordaos de todas estas cosas cada vez que os enjabonéis las manos o hagáis limpieza doméstica. Nuestro profe Bigotini las tiene siempre muy presentes. Ocurre sin embargo que cada vez que le toca a él fregar los platos, las explica con gran detalle y tanta parsimonia, que no tardamos en apartarle del fregadero y continuar nosotros.

Las ventajas del nudismo… saltan a la vista.


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