Juan de la Cueva, uno de los poetas y
dramaturgos de mayor talento del Renacimiento literario español, constituye el
prototipo de escritor que a pesar de su brillantez, tuvo que pasar estrecheces
y hasta hambre. Un caso por cierto nada extraordinario en nuestra historia
literaria.
Juan
nació en Sevilla en 1543. Fue hijo de un funcionario de la Inquisición, y tuvo
otros ocho hermanos. Varios de ellos, que tuvieron más éxito social que él,
contribuyeron a su manutención en diversas etapas de su vida. Su devenir
biográfico y sus miserias se conocen a través de una de sus obras poéticas, la Historia y Sucesión de la Cueva,
publicada en 1604. Fue discípulo del humanista sevillano Juan de Mal Lara,
conocido erasmista a quien De la Cueva dedicó un soneto que comienza: Detened la soberbia, padre Eolo. Estudió
también con Diego Girón, a quien dedicó otro soneto: Bien puedes, padre Betis generoso. Sus primeros escarceos poéticos
corresponden a sus primeras experiencias amorosas. Enamorado de una dama
llamada Felipa de la Paz, a quien llama en sus poemas Felicia y Felice, compuso
Juan un cancionero petrarquista muy
notable, algo tan común en aquel tiempo, que difícilmente se hallará poeta
renacentista español que no tenga su cancionero
petrarquista correspondiente.
Su
hermano Claudio obtuvo un empleo de medio racionero en la catedral de México, y
con él marchó Juan a tierras americanas en 1574. Allí publicó sus Flores de baria poesía que contienen
sonetos, églogas, madrigales, odas y hasta una elegía, lo que da cuenta cabal del gran ingenio y la habilidad poética de su
autor. De vuelta en España inició su carrera dramática, representando entre
1579 y 1581 catorce piezas en Sevilla inspiradas en temas mitológicos y viejos
romances castellanos. Fue precursor De la Cueva del teatro barroco, pues
prescindió de las clásicas unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar,
anticipándose así al teatro de clásicos como Lope o Calderón. Algunas de esas
piezas se conocen por haberse publicado en Sevilla y en 1583 en su Primera parte de las comedias y tragedias de
Juan de la Cueva, cuya segunda parte jamás llegó a imprimirse.
En 1590 vivió en la casa de una de sus hermanas residente en Aracena, y en 1591 marchó a Gran Canaria, otra vez con su hermano Claudio que había sido nombrado inquisidor allí. Regresó a Sevilla en 1595, empeñado en publicar la segunda parte de sus comedias. No pudo ser, y en lugar de eso publicó en 1603 su Conquista de la Bética, poema heroico en que se canta la restauración y libertad de Sevilla por el Santo Rey Don Fernando, un poema épico culto y manierista, compuesto por cantos y octavas reales, muy influido por la Jerusalén liberada del italiano Torcuato Tasso.
En
1606 su hermano Claudio fue nombrado inquisidor en Cuenca, y con él marchó Juan
de nuevo. Parece que allí terminó sus Cuatro
libros de los inventores de las cosas, inspirados en una obra de Polidoro
Virgilio, que no logró publicar en toda su vida, y no vio la luz hasta 1778,
fecha en que Juan José López de Sedano incluyó la obra en su Parnaso español.
Fallecido
Claudio en 1611, Juan fue a vivir a Granada con su hermana Juana. Falleció en
la ciudad de la Alhambra en 1612, y ni siquiera dejó dinero suficiente para
pagar el funeral y las misas.
La
obra de Juan de la Cueva es extensa y siempre brillante. Sabemos por el propio
autor que existió también una colección de novelas, pero desgraciadamente no se
ha conservado ningún ejemplar. Brilló por igual en la poesía épica y la
dramática, no siendo tampoco ajeno a lo cómico y hasta a lo burlesco, como lo
prueba La Muracinda, un divertido
poema satírico que narra una venganza entre perros y gatos escrita en
endecasílabos blancos. Dominó también los géneros mitológico e histórico. Hoy
de nuestra biblioteca Bigotini extraemos su Comedia
del saco de Roma y muerte de Borbón y coronación de Carlos V,
obra en la que narra aquel sangriento episodio ocurrido en 1527, cuando las
tropas del emperador comandadas por el duque de Borbón, asaltaron la sede papal
en el suceso que quizá marca el mayor apogeo del imperio español en Europa, y
donde los célebres lansquenetes, mercenarios alemanes al servicio de España y
luteranos en su mayoría, saquearon la ciudad cometiendo robos sacrílegos y toda
clase de excesos, violando y asesinando a muchos miles de inocentes romanos.
Haced clic en el enlace, y disfrutad los versos de Juan de la Cueva, poeta insigne que vivió y murió pobre como tantos ingenios españoles.
https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=El+saco+de+Roma.pdf
Mirad que a Dios hacéis vuestro enemigo.
No
os atreváis a Él, que es poderoso
y
vengará su injuria de tal suerte
que
el menor mal que os dé, será la muerte.
Juan de la Cueva. Comedia del saco de Roma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario