Los
muchachos adolescentes de los sesenta y los setenta buscábamos ávidamente la
revista mensual Playboy porque publicaba
unos artículos literarios y políticos formidables. Casi siempre los ejemplares
eran de segunda mano, ya que se trataba de una revista cara. En ocasiones,
quizá por la curiosidad morbosa que suele acompañar a esa edad, entre artículo
y artículo nos fijábamos en las esculturales jóvenes escasamente vestidas que
adornaban las páginas centrales de la publicación (recuerdo a miss octubre del
72 con especial ternura). Y así fue, hojeando la revista y también por
casualidad, como descubrimos las prodigiosas ilustraciones de Alberto Vargas.
Peruano nacido en Arequipa en 1896, Alberto Vargas era el hijo de un fotógrafo. Estudió arte en Europa antes de la Gran Guerra, y comenzó a dibujar imitando el estilo del gran ilustrador Raphael Kirchner que solía realizar las portadas del semanario La Vie Parisienne. En 1916 emigró a los Estados Unidos, y en Nueva York trabajó como cartelista de las revistas musicales de Ziegfeld, y para la industria cinematográfica, realizando algunos de los mejores carteles de la etapa muda y el primer cine sonoro.
En
los cuarenta sus ilustraciones, trabajadas casi siempre con acuarela y
aerógrafo, se hicieron célebres en América a través de la revista Esquire, en la que aparecieron sus
espléndidas pin-up, tan ligeras de
ropa que en aquella época marcada por el puritanismo, hasta los federales le
buscaron las cosquillas. La revista y el artista fueron llevados ante la Corte
Suprema, y aunque Vargas fue declarado no culpable, Esquire dejó de contar con sus servicios por miedo al escándalo.
Pasó
por enormes dificultades durante varios años hasta que a partir de 1959, Hugh
Hefner, el dueño de Playboy, lo fichó
para su revista y allí pasó dieciséis años, realizando más de un centenar de
dibujos. Muchos de los originales de aquellas chicas
Vargas, como se denominó su página, se exponen actualmente en
museos de varios países. Dibujó siempre del natural, con modelos unas veces
anónimas y otras famosas como las actrices Greta Garbo, Paulette Goddard, Jane
Russell, Ava Gardner o Kim Novak. También posó para él a menudo su propia
esposa, Anna Mae Cliff, su verdadera musa, cuyo prematuro fallecimiento, en
1974 dejó al artista completamente abatido. Abandonó entonces la pintura para
siempre, y falleció en 1982, cuando contaba ochenta y seis años.
Para
recordar como merece el talento de Alberto Vargas, os dejamos una muestra de
sus fantásticas ilustraciones.
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