jueves, 29 de octubre de 2020

DESCUBRIR O CREAR. UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS CIENCIAS Y LAS ARTES

 


El viejo dicho popular advierte que todo lo que empieza por “¿Y sí…?”, acaba en “la jodimos”. Pensando en términos históricos, el juego ya tópico que consiste en especular qué habría ocurrido sí…, carece también por completo de sentido. Imaginar qué rumbo habría seguido la Historia del mundo si hubieran muerto siendo todavía niños, personajes tan influyentes como Alejandro Magno, Bonaparte o Hitler, por ejemplo, no conduce a nada mejor que a un simple ejercicio de fantasía. A diferencia de las tres dimensiones espaciales, la dimensión temporal no tiene más que un camino. La flecha del tiempo se mueve siempre hacia adelante, hacia el futuro, y es imposible volver atrás para comprobar si ciertas imaginarias previsiones se cumplen o no.

Algunos se sienten tentados a creer que cambios importantes como los citados u otros por el estilo, habrían tenido unas consecuencias decisivas. Recuerdo haber leído en alguna parte que si los cartagineses hubieran derrotado a los romanos, ahora mismo no hablaríamos idiomas derivados del latín, sino lenguas del tronco semítico. Otros, acaso los más sensatos, opinan que las personas, hasta las más poderosas e influyentes, nada pueden contra las grandes tendencias de la Historia, que avanza inexorable siguiendo los impulsos de los pueblos y los dictados de la economía, el clima responsable de abundancia o de hambrunas, y en general, la imparable rueda de los acontecimientos, que no cesa de girar. Si abrazamos esta opinión, de no haber existido Alejandro, algún otro príncipe macedonio habría emprendido sus conquistas; y la ausencia de Hitler no habría librado al mundo del nazismo y de la guerra. En definitiva, lo que estaba destinado a suceder, habría sucedido igualmente, con independencia del protagonismo de personas concretas. En todo caso, habrían variado ligeramente las fechas de determinados sucesos, pero nunca los resultados finales.

Tengan razón unos, o la tengamos otros, lo cierto es que estas especulaciones y suposiciones no conducen a ninguna parte, y resultan del todo inútiles.



No obstante, y al hilo de estos supuestos, permitidme una pequeña reflexión acerca de la diferencia crucial existente entre las ciencias y las artes. Los avances en materia de ciencia se sustentan en los descubrimientos científicos. Partiendo de esta premisa, el juego de imaginar que no hubieran existido figuras cruciales como Pitágoras, Galileo o Newton, por poner sólo tres ejemplos de grandes científicos, de ninguna manera habría significado que sus descubrimientos no se habrían producido. Y ello precisamente porque se trata de eso, de descubrimientos. Es decir, se trata de realidades físicas o fenómenos de la naturaleza que están ahí, y siempre lo estuvieron en espera de que alguien cayera en la cuenta.


En el caso de Pitágoras, muy probablemente su teorema era ya conocido por las antiguas civilizaciones persa y egipcia, y en cualquier caso, el que el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de sus catetos, es un hecho incontrovertible que tarde o temprano habría sido descubierto y enunciado por otros. Otro tanto podemos decir del sistema heliocéntrico propugnado por Galileo. Que la Tierra y el resto de los planetas giran en torno a nuestro sol es una verdad científica que se habría abierto paso de una forma u otra, aun en ausencia no sólo de Galileo, sino de Kepler, Copérnico, o cualquiera de los divulgadores del heliocentrismo. Y en lo relativo a Newton, su ausencia muy probablemente habría retrasado varios decenios el desarrollo de la física. Es posible incluso que en nuestro siglo XXI, el hombre no hubiera pisado todavía la luna. Tal vez se habrían retrasado los avances, pero en definitiva, al tratarse de verdades científicas, se habrían ido descubriendo, como sin duda surgirán en el futuro las que quedan por descubrir.

Pensemos un momento en la tabla periódica de los elementos. Si existen civilizaciones extraterrestres tan avanzadas o más que la nuestra, sin duda manejarán una tabla equivalente, porque los ciento y pico elementos de que consta, existen en el universo, están ahí para ser descubiertos. Al hidrógeno, al helio y a todos los demás, les habrán puesto otros nombres acordes con su idioma, pero sin duda ocuparán todos sus casillas correspondientes, porque su lugar en la tabla viene dado por su peso atómico, y eso es así y debe ser así en Argamasilla de Alba o en una galaxia muy, muy lejana.



Muy diferentes, sin embargo, son las cosas en el terreno de las artes. Si en ciencia hablábamos de descubrimientos, en materia artística el concepto clave es el de creación. Si Cervantes hubiera muerto en la batalla de Lepanto, cosa que por cierto estuvo a punto de suceder, jamás (tiemblo de sólo pensarlo) se habría escrito El Quijote. Lo mismo podría decirse de cualquier otra creación artística. Quienes tenemos la suerte de vivir en nuestro tiempo, con acceso a museos, bibliotecas, salas de concierto o prodigios arquitectónicos, estamos obligados a dar infinitas gracias al destino por permitir que Mozart, Miguel Ángel, Shakespeare o Brunelleschi, sobrevivieran a la viruela cuando niños. Al profe Bigotini este agradecido estímulo espiritual le consuela enormemente de la lacra del maldito reggaetón.

 

-Manolo, ¿Por qué hay signos cabalísticos dibujados con sangre en el espejo del baño?

-Me dijiste que usara algo demoniaco para limpiarlo.

-Algo de amoniaco, Manolo, algo de a-mo-nia-co.

 


lunes, 26 de octubre de 2020

CAMILO JOSÉ CELA. GLORIAS Y MISERIAS DE LOS GRANDES

 


Nacido en la coruñesa Iria Flavia, término de Padrón, en 1916, Camilo José Cela era hijo de padre gallego y madre inglesa de apellido Trulock. Vivió su primera infancia en Vigo, y a partir de 1925 en Madrid. El pequeño Camilo estudió en los escolapios hasta que lo expulsaron por agredir a un profesor. Siguió estudiando con los maristas, que también le expulsaron por organizar una huelga. En 1931 ingresó en el sanatorio para tuberculosos de la sierra de Guadarrama, donde se aficionó a la literatura leyendo a Ortega y a los clásicos. Comenzó los estudios de medicina, aunque no asistió a las clases de la facultad, frecuentando sin embargo, las de literatura que impartía Pedro Salinas. En esa época conoció y trató a María Zambrano, Miguel Hernández, Max Aub o Alonso Zamora Vicente, entre otros escritores e intelectuales. Al estallar la Guerra en el 36, Cela tenía veinte años. Sus orígenes y sus ideas conservadoras le impulsaron a huir de Madrid para alistarse en el bando franquista. Fue herido, y pasó la mayor parte de la contienda hospitalizado en Logroño.

Terminada la guerra, optó por no terminar sus estudios. Comenzó a trabajar como oficinista, y se decidió a escribir. Su primera novela, La familia de Pascual Duarte, es el principal ejemplo del género tremendista, una narrativa desgarrada y cargada de la brutalidad que acaso su autor vivió en los años de guerra civil. Recayó en su proceso tuberculoso, y en el sanatorio de Hoyo de Manzanares conoció a la hermana del editor Aldecoa, que publicó su novela. También en esos meses escribió Pabellón de reposo. Se casó en 1944 con Rosario Conde, maestra, con la que tuvo a su único hijo, Camilo José. En 1954 se instaló en Palma de Mallorca, donde fijó su residencia de forma permanente.

Aunque trató a muchos intelectuales considerados de izquierda, Cela mantuvo siempre sus ideas conservadoras, colaborando con el franquismo de forma activa. Obtuvo el carné de periodista en 1943, que entonces resultaba imprescindible para cualquier interesado en escribir. Se ofreció a la policía para ejercer como censor, oficio que practicó con diligencia a pesar de que en las entrevistas siempre tomó a broma aquella actividad. Lo cierto es que a la vez un par de obras suyas también fueron censuradas, y que junto a Caballero Bonald, fundó una revista literaria donde escribieron importantes disidentes de los exilios interior y exterior. Es conocida su colaboración con el régimen en los últimos años de Franco y en los primeros de la Transición, al objeto de reconducir o frenar la disidencia de otros intelectuales, en estrecha connivencia con Fraga Iribarne. En los 70 presidió la Sociedad de Amistad España-Israel. Fue nombrado senador por designación real en las primeras cortes constituyentes. Recibió numerosos galardones, el premio de la crítica en el 56, la Gran Cruz de Isabel la Católica en el 80, el Nacional de narrativa en el 84, el Príncipe de Asturias en el 87, el Nobel de literatura en el 89, el Planeta en el 94 y el Cervantes en el 95, entre otros muchos.

Dotado de gran intuición comercial, Cela se enriqueció considerablemente. Se divorció en 1990, para casarse poco después con Marina Castaño, una periodista mucho más joven que su hijo Camilo. En sus últimos años fue protagonista habitual de programas televisivos y revistas ilustradas. Se recuerda su segundo periplo por tierras alcarreñas haciéndose acompañar de una escultural “choferesa” negra que conducía un flamante Rols-Royce. Se hicieron célebres sus referencias a los baños de asiento, su ingeniosa distinción entre participio y gerundio con el ejemplo de jodido y jodiendo, y algunas pinceladas escatológicas o de cierto erotismo un tanto bizarro. Participó como actor en diversas películas, entre otras en La Colmena, dirigida por Mario Camus, con quien colaboró también en el guión.

Falleció en 2002 a los ochenta y cinco años. Fue enterrado en el cementerio de su Iria Flavia natal.

En cuanto a su obra literaria, cabe decir que es extensa y variada. Su quehacer novelístico obedece a la aspiración de Cela de no repetirse, de experimentar siempre diferentes géneros y estilos. Entre las novelas, además de La familia de Pascual Duarte y Pabellón de reposo, ya citadas, destacan La Colmena, de 1951, una obra coral que describe la depauperada sociedad postguerrista en un Madrid difícilmente habitable; San Camilo, de 1969; Mazurca para dos muertos, de 1983; o Cristo versus Arizona, de 1988. En el género de viajes sobresalen su Viaje a la Alcarria, de 1948, y Del Miño al Bidasoa, de 1952. Fue también autor de ensayos, libros de poesía e innumerables artículos periodísticos y de crítica literaria.

Sus relatos y novelas cortas resultarían imposibles de enumerar. Hoy en nuestra Biblioteca Bigotini, os proponemos la lectura de una de ellas, La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona, relato escrito en 1977, que también fue llevado al cine, y que ilustra a la perfección el componente humorístico e irreverente de la literatura de Camilo José Cela. Haz clic en el enlace y disfruta la prosa del que sin duda es uno de los grandes de la literatura española del siglo XX.

https://www.dropbox.com/home/Profesor%20Bigotini?preview=LA+INSOLITA+Y+GLORIOSA+HAZA%C3%91A+DEL+CIPOTE+DE+ARCHIDONA.pdf

En ocasiones pienso que el premio de quienes escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano. Camilo José Cela.

 

 


jueves, 22 de octubre de 2020

CERVICALGIA. LO QUE SUEÑAN LAS JIRAFAS CUANDO TIENEN PESADILLAS

 


Aproximadamente uno de cada diez adultos sufre en algún momento una cervicalgia. Se trata de un dolor que habitualmente se refiere a la cara posterior o a las laterales del cuello. En el ámbito laboral es molestia extraordinariamente común. Se presenta en alrededor del 15% por ciento de la población activa. Este porcentaje se eleva hasta casi el 40% en profesiones y puestos de trabajo sedentarios, especialmente en personal de oficinas y despachos, si bien muy rara vez es causa de baja laboral o incapacidad de algún tipo.

La columna cervical consta de siete vértebras que forman un suave arco de convexidad anterior y que contribuye a mantener el equilibrio de la cabeza. Algo que no resulta fácil, dado el tamaño y el peso del cráneo en nuestra especie. (Quien escribe estas líneas confiesa no encontrar sombreros de su talla). Si tenéis curiosidad por hacer la prueba, os diré que el equilibrio es correcto cuando, mirando al frente, sujetamos una tarjeta o cartulina rígida entre los dientes y conseguimos mantenerla en posición totalmente horizontal. (Procurad hacerlo cuando no mire nadie). Esta posición de equilibrio es muy importante, ya que fuera de ella la musculatura está trabajando de forma forzada, lo que explica el aumento de la incidencia de cervicalgias como consecuencia de posturas incorrectas, forzadas o largo tiempo mantenidas. También con la edad (¡maldición!) se altera ese equilibrio, como consecuencia de los cambios degenerativos en la columna cervical. Es el motivo más frecuente de dolor en las personas mayores, pero hay muchas otras causas que pueden originar dolencias del cuello.

Además del estudio de los síntomas y signos (exploración física en busca de contracturas musculares y valoración de la movilidad de las extremidades superiores), una radiografía simple antero-posterior y lateral del cuello es suficiente para indicar la causa y gravedad de la afección. En los procesos agudos por el clásico latigazo cervical, frecuentemente se produce la rectificación de la curvatura que la columna cervical presenta de manera natural.

 En los casos en que el diagnóstico no es claro o los síntomas no ceden a las medidas habituales, resulta útil realizar estudios radiológicos como la tomografía axial computarizada (TAC) o la resonancia nuclear magnética (RNM). Y si se sospecha que las raíces nerviosas están afectadas, hay estudios electrofisiológicos para comprobar el estado de los nervios de las extremidades superiores.



Conviene aclarar que se pueden encontrar lesiones en pacientes que no han manifestado síntomas de ningún tipo. Esto es muy habitual cuando por otras causas se realiza una radiografía del cuello a pacientes asintomáticos. También es importante señalar que puede no haber correlación entre los síntomas clínicos y las manifestaciones radiológicas. Personas con dolor y limitación de la movilidad cervical pueden tener una estructura ósea impecable. En estos casos de normalidad radiológica hay que pensar que el origen del dolor radica en problemas musculares (sobreesfuerzos, deficiente higiene postural, acumulación de tensiones en el trabajo, estrés...).

El tratamiento de la cervicalgia depende del problema que la origina. Las contracturas musculares agudas se resuelven en pocos días con reposo, aplicación local de calor y administración de relajantes musculares. Más complejo es el tratamiento de la cervicalgia crónica. La fisioterapia resulta definitiva en este caso para mejorar la potencia muscular, recuperar la movilidad y aumentar la flexibilidad. La higiene postural (conocer las posturas correctas y ejercicios que se pueden realizar en casa o inicialmente en un centro de rehabilitación), dormir con una almohada que se adapte a la anatomía del cuello, las técnicas de relajación y el masaje relajante y decontracturante constituyen medidas básicas. La natación es un buen aliado, pero debe evitarse la técnica de braza: aumenta la tensión de la musculatura del cuello en vez de relajarla; son preferibles el estilo crol o la espalda.


Las tracciones y elongaciones cervicales son un tema controvertido, cuentan con tantos defensores como detractores. No se aconsejan cuando hay lesiones neurológicas y están contraindicadas en casos de hernia discal. En cualquier caso, lo aconsejable es ponerse siempre en manos del equipo de rehabilitación. El uso de collarín cervical blando puede estar indicado en los periodos de mayor dolor, especialmente para aliviar las molestias severas nocturnas. Reduce la movilidad del cuello a un 75%. En cuanto al collarín rígido, se recomienda sólo para lesiones agudas como hernias discales, traumatismos o esguinces cervicales, producidos a menudo en accidentes de tráfico por alcance posterior. El collarín rígido reduce la movilidad a un 15% y su uso prolongado debilita la musculatura, por lo que siempre ha de utilizarse bajo prescripción médica y sólo durante el tiempo estrictamente necesario.


Los analgésicos, los antiinflamatorios no esteroideos y en ocasiones los relajantes musculares pueden ser de gran ayuda en la cervicalgia, siempre que su uso no se prolongue más allá de lo aconsejable. Especialmente eficaz en el tratamiento del dolor cervical se muestra la punción de los llamados puntos gatillo. Debe ser realizada en todo caso por profesionales experimentados y competentes.

 

Respecto a la intervención neuroquirúrgica, conviene ser cautelosos. Es necesaria en una pequeña proporción de casos. Tan sólo se recomienda cuando el dolor resulta intratable, las raíces nerviosas están seriamente afectadas, o hay compresión de la médula espinal por estrechamiento del canal raquídeo. La mayoría de las hernias discales se alivian espontáneamente o con medidas conservadoras, es cuestión de tiempo. Sólo en casos graves de hernia con gran desplazamiento y serio compromiso radicular, está indicada la intervención quirúrgica.

Cinco de cada diez americanos, son la mitad.

 

 

 


lunes, 19 de octubre de 2020

EINSTEIN Y LA RELATIVIDAD DE LA SIMULTANEIDAD

 


En uno de los varios ejemplos con los que el joven Albert Einstein explicaba su teoría de la relatividad, vemos que un concepto tan aparentemente unívoco como el de simultaneidad, también puede (y debe) ser puesto en entredicho.

Imaginemos un terraplén, sobre el cual se sitúan unos carriles por los que marcha un tren muy largo a velocidad constante v, y en la dirección que se indica en el dibujo. Para los pasajeros que viajan en el tren supondrá una ventaja utilizar éste como un cuerpo de referencia rígido (sistema de coordenadas). Los viajeros referirán todos los sucesos al tren. Todo suceso que tenga lugar a lo largo de las vías, tendrá lugar también en un punto determinado del tren. También la definición de simultaneidad puede darse de igual forma con respecto al ferrocarril que con respecto al terraplén. Como consecuencia natural de todo esto, surge sin embargo, la siguiente cuestión:

Dos sucesos, por ejemplo dos rayos A y B, que sean simultáneos con respecto al terraplén, ¿son también simultáneos con respecto al tren? Enseguida veremos que la respuesta debe ser negativa.



Cuando decimos que las chispas eléctricas A y B son simultáneas con respecto al terraplén, esto significa que los rayos de luz que parten de A y B, donde han caído las chispas, convergen en el punto medio M del trayecto A-B del terraplén. Pero los sucesos A y B corresponden también a posiciones A y B en el tren. Sea M’ el punto medio del trayecto A-B del tren en marcha. En el momento en que caen las chispas, visto desde el terraplén, este punto M’ coincide ciertamente con el punto M, pero se mueve hacia la derecha con la velocidad v del tren. Un observador que sentado en el tren en la posición M’ no participara de dicha velocidad, permanecería constantemente en M, y los rayos de luz que partiesen de las descargas A y B llegarían a él simultáneamente; es decir, estos dos rayos de luz se encontrarían  precisamente donde él se halla situado. Pero en realidad, visto desde el terraplén, dicho observador corre al encuentro del rayo de luz procedente de B, y huye delante del rayo de luz que proviene de A. Por consiguiente, verá antes el rayo de luz procedente de B que el que proviene de A. De modo que aquellos observadores que utilizan el ferrocarril como cuerpo de referencia tienen que llegar al resultado de que la chispa B ha caído antes que la chispa A.

Sucesos que con respecto al terraplén son simultáneos, no lo son con respecto al tren y viceversa. Estamos ante lo que puede llamarse relatividad de la simultaneidad. Todo cuerpo de referencia (sistema de coordenadas) tiene su tiempo particular. La especificación de un tiempo sólo tiene sentido cuando se indica el cuerpo de referencia al cual hace relación dicha especificación. Antes de la teoría de la relatividad, la física supuso siempre tácitamente que el significado de los datos temporales era absoluto, es decir, independiente del estado de movimiento del cuerpo de referencia. Pero acabamos de ver que esa suposición es incompatible con la definición inmediata de simultaneidad. Desaparece por lo tanto el conflicto entre la ley de propagación de la luz en el vacío y el principio de la relatividad. En contra de quienes en los primeros años de su formulación, se opusieron a dicho principio alegando una supuesta complejidad, el joven Einstein demostró que muy al contrario, su teoría lejos de complicar, viene a simplificar en cierta forma nuestro universo físico. En Bigotini no podemos hacer otra cosa que aplaudir entusiasmados.

El mundo en que vivimos es consecuencia de nuestro pensamiento. No podemos cambiar el mundo sin cambiar nuestra forma de pensar. Albert Einstein.

 


viernes, 16 de octubre de 2020

CABALGANDO CON ETIENNE LeRALLIC

 


Etienne Marie Lucien LeRallic, que firmó su obra como Etienne LeRallic o simplemente LeRallic, fue uno de los pioneros del cómic y la ilustración en Francia. Era Natural de Angers, donde nació en 1891. De formación autodidacta, se aficionó a dibujar copiando las revistas ilustradas que caían en sus manos. Siendo todavía un muchacho, viajó a París con una carpeta llena de dibujos originales, y quiso la casualidad que se encontrara en el tren al director de la revista Fantasio, que impresionado por su trabajo, le escribió una recomendación para otra revista, La Rire, que en el París de principio de siglo era la más popular publicación cómica. En ella inició una carrera que se iba a prolongar durante cincuenta años. Trabajador incansable, el joven Etienne pronto fue aceptado en las principales revistas satíricas de la época. En ellas, a menudo bajo el seudónimo de Fanny, desplegó su talento para el dibujo erótico que por entonces hacía furor entre el público masculino. En Francia y otros lugares de Europa se hicieron célebres sus elegantes señoritas casi siempre desnudas, y cuando no, mostrando una encantadora lencería, siempre chic, a la moda parisina. A menudo sus señoritas se acompañaron de hermosos caballos, animales magníficos en cuya anatomía se especializó hasta el punto de convertirse en el mejor dibujante de temas ecuestres.



En cuanto al cómic, la bande dessinée, como dicen los franceses, LeRallic fue uno de sus primeros artistas. Destacó en series como El caballero de Texas, El corsario de las islas, El protegido de D’Artagnan, Alerta en la pradera o Poncho Libertas, entre otras muchas. En casi todas ellas, los equinos formaron parte sustancial de sus páginas.

Durante la ocupación dibujó para la revista Le Téméraire, de tendencia colaboracionista, lo que no le granjeó precisamente muchas simpatías tras la liberación. Intentó rehabilitarse con la publicación de la serie Leclerc, soldado de leyenda, pero nunca terminó de ser aceptado por la crítica, siempre más proclive a la izquierda.

Etienne LeRallic falleció en París, curiosamente en aquel revolucionario año de 1968. Su cadáver fue conducido por un coche de caballos. Tendencias políticas aparte, en nuestro repaso a la Historia del Cómic y la Ilustración no podía faltar un artista como él. Os dejamos aquí debajo unas muestras de su arte, sus chicas y sus fantásticos caballos.


 

 






















martes, 13 de octubre de 2020

ORSON WELLES, AQUEL GOLFO TRAMPOSO

 



Tan enamorado estaba de España que se hizo enterrar en Ronda. En realidad, lo que a Orson Welles le gustaba era la buena vida, los toros, el flamenco, los cocktails de Chicote y la juerga de los sanfermines, émulo irredento de Hemingway, sin que lo mismo que al escritor aventurero, le importaran gran cosa el franquismo, la dictadura y todo aquello.

Welles fue escritor como Hemingway, fue actor, fue por supuesto, cineasta (por eso nos ocupamos aquí de él), fue muchas cosas, pero sobre todo, fue un bon vivant desmesurado que se comió todas las langostas de las marisquerías y se bebió varias cosechas de Rioja, de manzanilla de Sanlúcar y qué se yo. También se acostó con Rita Hayworth, bien es cierto que por poco tiempo, sí, pero… que me quiten lo bailao, debió pensar el muy canalla.

Genio de la comunicación y comunicador genial, se sacó de la manga aquella mítica emisión radiofónica de costa a costa, con la que mató de miedo a media América haciéndole creer que les invadían los marcianos. Si el programa lo hubiera emitido aquí en aquellos años, la gente se lo habría tomado a risa, como lo tomaron a risa Carmen Sevilla o Dominguín (Ava Gardner tenía una faena de lucimiento, pero este chalado…).

Impresionados por su éxito en la radio, los directivos de la RKO, que entonces andaba en horas bajas, le dieron carte blanche y cheques al portador para hacer la película que le diera la gana. Y a Welles le dio la gana de hacer Ciudadano Kane, que pasa por ser uno de los mejores filmes de todos los tiempos. A mí no me entusiasma tanto como para ponerla en mi top ten, pero hay que reconocer que por sí sola, CK es todo un máster de cinematografía. Como actor sus mejores papeles fueron los de carácter. Inolvidable el poli corrupto y porcino que hizo en Sed de mal. Inolvidable la escena de los espejos de La dama de Shanghai, con una Rita Hayworth a la que se atrevió a cortar el pelo y teñirla de rubia, patético aprendiz de Pigmalión rompiendo espejos como para asegurarse siete siglos de mala suerte. Se dice que apostó con el mandamás de la Columbia a que era capaz de hacer una gran película de una novela barata. Eligió una al azar en el kiosco más próximo, y resultó ser The lady from Shanghai, una novelucha de un tal Sherwood King. Dicen otros que Welles ya conocía bien la novela, y se compinchó con el kiosquero para que la tuviera a mano.

 Pero trampas aparte, aquí en Bigotini nos quedamos con el Orson Welles de El tercer hombre. La productora inglesa London Films le ofreció dirigirla, pero él declinó el ofrecimiento en favor de Carol Reed. También prefirió cobrar su trabajo en dinero contante y sonante, en lugar de aceptar una parte en los beneficios de taquilla. Se arrepintió el resto de su vida, porque El tercer hombre sí es una de esas películas con mérito para estar en cualquier lista de las mejores. Hoy os proponemos visionar el tráiler oficial con Welles, con Cotten, con aquella deliciosa Alida Valli, y con la música genial de Anton Karas. Disfrutadla un par de minutos (clic en el enlace), y sirva como recuerdo a aquel golfo tramposo que fue el gran Orson Welles.

https://www.youtube.com/watch?v=zEZPP5-sJGE

 

Próxima entrega: Rita Hayworth

 

 


viernes, 9 de octubre de 2020

ROMA: ECONOMÍA Y DESEQUILIBRIOS SOCIALES

 


La economía de Roma durante el periodo republicano se sustentó mayoritariamente en la agricultura. Comparada con esta, la industria pasa a un segundo plano. Se importa la mayor parte de los productos manufacturados, y no se trabaja para la exportación. Sin embargo, el número de artesanos era elevado, principalmente los dedicados a la lana, que suministraban, una vez completada la romanización de la península, los rebaños italianos. Esos trabajadores tenían una vida corporativa intensa.

Por otra parte, el comercio era una fuente abundante de riqueza. Los gobernantes romanos se ocupaban de favorecerlo con la construcción de calzadas, grandes rutas con los nombres de sus impulsores (vía Appia, vía Flaminia, vía Aemilia…). También el estado se encargaba de la represión de la piratería, lo que facilitaba el comercio marítimo, y hasta se llegó a la destrucción bélica de los centros comerciales rivales, Cartago o Corinto, por ejemplo.




Conviene recordar que Roma, incluso cuando se anexionó buena parte del mundo entonces conocido, jamás estableció aduanas interiores. Nunca, hasta la reciente creación de la UE, Europa ha conocido un territorio tan extenso sometido al libre cambio. Por desgracia, uno de los principales artículos de aquel comercio universal estaba constituido por los esclavos, cuyo inmenso número procedía de las constantes guerras de conquista. El principal mercado esclavista fue Delos, despojada la isla de su antigua dignidad religiosa como sede de Apolo.

También la banca alcanzó una importancia notable. Con sus sociedades de accionistas y su doble contabilidad, esa planta parásita se había desarrollado también sobre el sistema de arriendos. El primer palacio de la bolsa, o su equivalente más aproximado, se hallaba en la Puerta de Jano. Allí se cotizaban las acciones, se publicaban las quiebras, y se llevaban a cabo diversas formas de latrocinio, la usura (faennus) entre las más mezquinas.



En todo caso, la miseria se había extendido en Roma, sobre todo hacia el final de la época republicana. El proletariado urbano, la plebe (plebs urbana) representaba un elemento peligroso para el equilibrio político. El medio más razonable para transformar ese proletariado en una clase tranquila y productiva, a saber: la atribución de tierras según el ejemplo que habían dado los Gracos, era difícil de aplicar, porque prácticamente no quedaban tierras libres en Italia, y los patricios y grandes propietarios no estaban dispuestos a compartir los latifundia.

Los hombres fuertes y sanos sentaron plaza de soldados en el ejército permanente a partir de la reforma de Mario. Entre la plebe se fue asentando la convicción de que el ciudadano romano tiene derecho a recibir su parte del beneficio que proviene de la conquista del mundo. Cayo Graco fue el primero en asegurarse la buena disposición del pueblo, al introducir la práctica de las distribuciones de trigo (frumentationes) a los pobres. Su ejemplo fue imitado por otros. Las distribuciones de víveres a los ciudadanos llegaron a ser corrientes en los testamentos de los nobles o en la celebración de triunfos por parte de los grandes generales.




Se generalizó la corrupción en varias formas. Fue corriente la compra clandestina de votos en los comicios centuriados por los candidatos a magistratura. El derecho de ser ciudadano romano llegó a ser, además de un honor, un negocio lucrativo, aunque solamente en la propia ciudad de Roma. La consecuencia fue una afluencia considerable de ciudadanos pobres a la urbe. Ese fue el fermento de las agitaciones que caracterizaron los últimos tiempos de la República, y que precipitaron su final.

Los ciudadanos romanos estaban exentos de pagar impuestos directos que jamás existieron en Roma. El tributum, especie de capitación, quedaba resuelto gracias a las contribuciones del enemigo vencido. Las fuentes de ingreso del estado (vectigalia) eran principalmente tres:

1ª.- Rentas de los dominios del Estado (arrendamiento de tierras, minas, pesquerías, derechos sobre la sal, etc.).

2ª.- Derechos de aduana sobre las mercancías extranjeras.

3ª.- Rentas de las provincias, como capitación (stipendium) o diezmo de cosechas (decuna). Esta llegó a ser la entrada más importante a medida que se agrandaba el Imperio.

 

-Buenas tardes, ¿hablo con el club de las menopáusicas?

-Sí, dígame.

- ¿Cuáles son los requisitos para ingresar?

-Ninguno en concreto, aquí hace ya tiempo que no tenemos reglas.