A
quienes seguís nuestra serie sobre sexo comparado, no extrañará conocer que no
sólo los seres humanos ejercen ciertas prácticas sado masoquistas a base de
esposas y ligaduras. También entre otros miembros del reino animal se producen
escenas semejantes. Si hemos de creer a la bióloga Olivia Judson, a quien
seguimos en este comentario, los grillos de la artemisa macho, cuando
curvan el abdomen para encajar sus genitales en los de la hembra, que se sitúa
encima, flexionan el dorso y hacen que se cierren una especie de dientes de
cepo que poseen, atrapando y sujetando firmemente a la hembra por el abdomen.
Una vez atenazada, la pobre hembra se ve obligada a copular sin descanso. Lo
que se dice una violación en toda regla.
Claro
que la hembra de grillo de la artemisa tampoco es totalmente inocente. Tiene la
fea costumbre de beber la sangre del macho. En efecto, los machos poseen un par
de alas blandas y carnosas que no sirven para volar, y pegadas al cuerpo,
apenas son visibles. Pues bien, esas alas están surcadas de diminutas venas a
modo de una intrincada red repleta de la linfa que en los insectos equivale a
nuestra sangre. Las alas sirven sencillamente para que la hembra las mordisquee
durante la cópula. Han evolucionado con ese preciso propósito. La hembra lame
la sangre que rezuma de las heridas, la sangre se coagula después y las alas
quedan convertidas en un par de estructuras mutiladas.
Naturalmente,
las hembras prefieren a los machos vírgenes con las alas intactas. Pero por su
parte, los machos aspiran a poder aparearse más de una vez. Por eso, cuando una
hembra monta encima para comprobar el estado de las alas, el macho pone en
funcionamiento su cepo, que se cierra atrapándola. Si el macho es virgen, la
hembra se aparearía con él gustosamente, pero si el macho ya tiene las alas
mordisqueadas y poco apetitosas, es el cepo lo que la obliga a quedarse y
copular.
Otros
insectos, las moscas escorpión, tienen también una especie de abrazadera que
utilizan para sujetar a las hembras. Los especialistas llaman a estos y otros
parecidos artilugios órgano notal.
En el caso concreto de la mosca escorpión, el macho sólo lo emplea cuando la
hembra pretende escapar. Y en esta especie, lo que determina la negativa de la
hembra es la ausencia de un suculento presente por parte del macho.
La
mosca escorpión es una especie necrófaga que se alimenta de cadáveres de otros
insectos. Los machos digamos… honrados, cuando quieren copular hacen una
peligrosa excursión por ejemplo, a la tela de una araña, le roban a su dueña
algún bocado de los que guardaba en su despensa, y se presentan ante la hembra
con el regalito. Ahora bien, también hay machos tramposos que se van de
galanteo sin aportar merienda. Es en estos casos cuando los muy canallas
emplean el cepo y someten a las hembras a un coito no deseado.
En
cualquier caso la violación, el uso de la fuerza, es siempre el recurso de los
perdedores. El problema, hablando siempre desde el punto de vista evolutivo, es
que la selección natural actúa en contra de los perdedores con buena conducta o
conformistas, ya que estos no transmitirán sus genes a la siguiente generación,
mientras que los machos más agresivos conseguirán más cópulas con su reprobable
comportamiento, y harán que se perpetúen las conductas violentas en la especie
de que se trate.
No
obstante, también conviene recalcar que existen contraestrategias evolutivas
dirigidas a reducir en alguna medida el éxito reproductivo de los violentos. Ya
lo vimos en una reciente entrega sobre los patos azulones. También en muchas especies
gregarias donde las violaciones y los coitos no consentidos son frecuentes,
minuciosos estudios genéticos parecen demostrar que en esos casos la
fecundación queda limitada a probabilidades en torno al 5% o menores. Tal es el
caso de langostas, peces, tortugas, aves, murciélagos o incluso primates.
Las
causas de esta especie de anticoncepción defensiva son diversas, desde tapones
mucosos que impiden la progresión de los espermatozoides por los conductos
femeninos, hasta secreciones de sustancias espermicidas, barreras anatómicas y
un largo etcétera.
-Manolo,
en el salpicadero se ha encendido un chivato que dice que el coche se está
calentando, ¿qué hago?
-Haz
como siempre, dile que te duele la cabeza.
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