Félix
Rubén García Sarmiento, que adoptaría el sobrenombre literario de Rubén Darío, nació en Metagalpa,
Nicaragua, en 1867. Sus padres se separaron al poco de nacer él, y Rubén se
crió con sus tíos en la ciudad de León. Fue un niño de inteligencia viva, y
publicó su primer poemario a los trece años. Sus primeras influencias
literarias fueron los poetas románticos españoles, y sobre todo, la obra de Víctor
Hugo. A pesar de cursar estudios con los jesuitas, se inclinó por las ideas
liberales. Pese a su juventud, pronto se convirtió en una celebridad en su
país. Residió por algún tiempo en El Salvador, contrajo la viruela y regresó a
Nicaragua, para embarcarse hacia Chile, donde fue recibido ya como autor
consagrado.
En
Valparaíso y en Santiago se relacionó con poetas como Eduardo de Barra o Pedro
Balmaceda. En Valparaíso publicó su poemario Azul, que muy pronto se
convirtió en una especie de manifiesto de la recién nacida corriente modernista,
movimiento del que Rubén Darío fue el principal representante en lengua
española. A instancias de Juan Valera, comenzó a escribir para el diario
madrileño El Imparcial, comenzando
así su relación con España, que sería intensa y prolongada. Como corresponsal
del diario bonaerense La Nación,
viajó por gran parte de Hispanoamérica. En San Salvador se casó con la
hondureña Rafaela Contreras. Tras hacer escala en La Habana, se embarcó hacia
España, desembarcando en Santander. En Madrid frecuentó a las principales
figuras políticas y literarias del momento, deslumbrando con su personalidad
arrolladora a Núñez de Arce, Zorrilla, Valera, Menéndez Pelayo o la Pardo
Bazán, entre otros.
Enviudó
en 1893, reanudando al poco tiempo su vieja relación con Rosario Murillo, su
primera novia nicaragüense. Residió sucesivamente en Panamá, Nueva York y
París, donde conoció a Paul Verlaine, el poeta que más había influido en su
obra, aunque esta relación resultó para Rubén una gran decepción, y después de
una intensa etapa en Argentina, regresó a España tras el desastre colonial de
1898. Sus crónicas para La Nación de
esa época, reflejan una profunda simpatía por España y los españoles, lo que
contribuyó aun más a agrandar entre nosotros su figura literaria y humana.
Trató a literatos como Valle-Inclán, Benavente, Juan Ramón, Villaespesa o
Carrere. Pasó unos años alternando residencia entre Madrid y París, y en la
Casa de Campo madrileña conoció a Francisca Sánchez del Pozo, la hija del
jardinero, una muchacha analfabeta de la que se enamoró perdidamente. Viajó con
ella a París, le enseñó a leer y a escribir, tuvo con ella cuatro hijos y
resultó ser en definitiva, el amor de su vida, a pesar de que seguía legalmente
casado con Rosario Murillo.
Conoció
en París a Amado Nervo y a Antonio Machado. Convertido ya en una celebridad
mundial, Darío regresó a su Nicaragua natal, donde por fin fue recibido como un
héroe nacional. Fue nombrado embajador en el Méjico pre-revolucionario de
principios de siglo, siguió con sus incesantes viajes entre Europa y América,
deteriorándose su salud por su adicción al alcohol. Derrochó todo su dinero y
contrajo innumerables deudas. Falleció en la nicaragüense ciudad de León, en la
que había transcurrido su infancia, en 1916. Dejó a Francisca y a su único hijo
superviviente en la miseria más absoluta. En 1956, Francisca Sánchez donó al
gobierno de España el archivo del poeta, que se conserva en la biblioteca de la
Universidad Complutense de Madrid.
En
lo literario, Rubén Darío destaca por la renovación del lenguaje poético,
mediante términos y figuras retóricas que se han convertido ya en parte
sustancial de toda la poesía posterior. Su ritmo, que puede calificarse de
musical, y el erotismo que constituye el eje esencial de su obra poética,
convierten a Darío en un clásico imprescindible de la poesía y de la literatura
en lengua española.
Su
ingente obra, tanto en verso como en prosa, forma parte de la columna vertebral
de nuestra literatura. Hoy en Biblioteca Bigotini os ofrecemos el enlace (clic en la portada) para acceder a la
versión digital de su poema Margarita,
acaso el más conocido y reeditado de Rubén Darío, una pieza deliciosa que se
recuerda porque durante años ha aparecido en toda clase de antologías y reseñas
del autor, sobre todo en los libros escolares. Disfrutad los versos de este
poeta mayúsculo.
La
virtud está en ser tranquilo y fuerte. Con el fuego interior todo se abrasa.
Rubén Darío.
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