Para
Zanuck y para muchos otros, Gene Tierney
fue la más bella entre las bellas estrellas del firmamento hollywoodiense.
Embelleció con su presencia las carteleras durante varias décadas,
especialmente las de los años cuarenta.
Pero
había mucho más que belleza física. En su juventud estudió, se preparó y viajó
por Europa. La Tierney
era además de bella, refinada y culta. Lo mismo que su personaje de Laura. Siempre Laura. Uno se pone a escribir sobre la actriz, y aparece Laura en las primeras líneas. Supongo
que resulta inevitable el recuerdo de aquella magnífica obra de Otto Preminger,
y el recuerdo nostálgico de su protagonista, una mujer perteneciente al mundo
onírico de los inmortales e inmortal también ella misma. Laura nos seduce desde aquel retrato sobre la chimenea casi desde
el primer fotograma, como seduce al resto del elenco de la película. No
contenta con eso, después aparece, resucita como los héroes del evangelio y del
resto de la mitología. En cada aparición suya suena la música de David Rankin,
nos envuelve la melodía y hasta el perfume de aquella mujer inalcanzable. Todos
la desean, pero nadie la llega a poseer, ni el frívolo gigoló que interpreta
Vincent Price, ni el Pigmalión intelectual encarnado por el impecable Cliffton
Webb, ni la ambigua Dorothy Adams… Ni siquiera, la llegará a poseer jamás el
protagonista masculino, aquel Dana Andrews disfrazado de poli duro que se
ablanda nada más contemplar el retrato. No nos engañemos, el previsible final
feliz no es más que el obligado y usual tributo de la industria a la taquilla.
Todos sabemos que la Laura
del retrato, muerta o resucitada, no se hizo para los brazos de un poli de
Brooklyn, lo mismo que no se hizo la miel para la boca del asno ni Gene Tierney
para reinar en este mundo, sencillamente porque su reino tampoco es de este
mundo, sino del país donde habitan los sueños, al otro lado de la pantalla del
particular cinema paradiso que cada
uno de nosotros alberga en su corazón.
En
Bigotini nos postramos de hinojos ante la belleza y el talento de Gene Tierney,
y como modesto homenaje a su recuerdo, os dejamos el enlace con un montaje de
música e imágenes de Laura,
rara perla cinematográfica que desde 1944 nos sigue dejando boquiabiertos. Clic en la imagen y a gozar unos minutos de esta
diosa de las pantallas.
Próxima
entrega: Otto Preminger
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