Así
es. Existen organismos capaces de reproducirse de forma sexual o asexual. Pues
bien, si tienen oportunidad de elegir, eligen la reproducción sexual, fórmula
que, asegurando una mayor variabilidad genética, proporciona importantes
ventajas a la supervivencia de la especie.
Tomemos
el caso de Toxoplasma gondii. Se trata
de un protozoo, un parásito
emparentado con el Plasmodium que
causa la malaria, y con otros organismos unicelulares. Toxoplasma o algún
remoto antepasado suyo, debió de ser uno de los primeros seres vivos que
descubrió la reproducción sexual. Ocurre que Toxoplasma no puede tener sexo
siempre que le apetece. Su hospedador definitivo es el gato,
bien el gato montés o nuestro más familiar gato doméstico. Y es en el intestino
de los gatos donde únicamente Toxoplasma tiene oportunidad de adoptar la
modalidad sexual de reproducción. Una vez que lo ha hecho, miles de nuevos
toxoplasmas son expulsados en las heces de los felinos, quedando sobre el
terreno. Allí son consumidos por diferentes animales, bien de forma accidental
por herbívoros como vacas, ovejas o caballos, mientras pastan; o bien de forma
intencionada por algunos coprófagos, consumidores habituales de heces, como
gallinas, ratones, algunos pájaros e incluso cerdos.
En
el interior de esos organismos (hospedadores intermedios),
Toxoplasma se conforma con practicar la reproducción asexual, produciendo miles
de descendientes completamente idénticos a su progenitor, por el simple
procedimiento de la división celular o mitosis. Toxoplasma es un parásito muy
cuidadoso que se asegura de que su huésped temporal sobreviva, no sufra daño
alguno, y quede en disposición de ser cazado e ingerido por un gato.
Naturalmente, los gatos no cazan vacas, pero sí palomas o ratones. Recordemos
que Toxoplasma quiere llegar precisamente al intestino del gato, único lugar
donde puede al fin tener sexo, lo que constituye su meta y máximo anhelo
biológico.
El
ser humano se convierte a menudo también en hospedador accidental, al consumir
carne insuficientemente cocinada de los hospedadores intermedios, vacas,
ovejas, cerdos, pollos… En nuestra especie la infestación por Toxoplasma apenas
produce síntomas, todo lo más unas ligeras molestias que duran pocas horas y se
confunden con una leve gripe o un catarro. Toxoplasma sólo representa un riesgo
importante para embarazadas durante las primeras semanas de gestación, porque
en ese periodo el feto todavía carece de los linfocitos T, que en los
individuos adultos y los fetos ya maduros, protegen frente al parásito, y que por
cierto, el propio Toxoplasma se encarga de estimular al objeto de mantener sano
a su hospedador intermedio, mientras permanece enquistado en su organismo, con
la esperanza (siempre la eterna y paciente esperanza) de que se lo zampe un
gato, para poder correrse una juerga en sus intestinos.
Por
eso se recomienda a las embarazadas que eviten el consumo de carnes poco hechas
y determinados alimentos de riesgo como salchichas o hamburguesas.
Esta
es la mayor aspiración de Toxoplasma, encontrar un cálido y confortable tracto
digestivo de un gatito para dar rienda suelta a sus pasiones. El ciclo vital
del parásito se conoce desde hace décadas. En nuestro país el profesor Rafael
Gómez Lus, de quien tuve el privilegio de ser alumno en Zaragoza, lo estudió de
manera exhaustiva, hasta el punto de convertirse en uno de los principales
expertos en Toxoplasma gondii a nivel mundial. Ahora bien, ¿hasta dónde es
capaz de llegar Toxoplasma para alcanzar su objetivo? La respuesta a esta
pregunta se ha obtenido hace apenas unos pocos años, y verdaderamente ha dejado
helados a quienes la descubrieron y a quienes nos hemos interesado por ella.
Toxoplasma
es capaz de manipular literalmente a sus hospedadores intermedios para
conseguir que sean cazados y devorados por un gato. En un estudio que se
realizó sobre ratones, se comprobó que los que padecían infestación por el
parásito se comportaban de forma mucho más temeraria que los que no la
padecían. Los ratones “sanos” son prudentes y tímidos, abandonan sus refugios
sólo el tiempo imprescindible y permanecen en continua alerta. Sin embargo, los
ratones infestados exhiben conductas y comportamientos de riesgo, vagando sin
rumbo durante más tiempo y arriesgándose a ser descubiertos y atrapados.
Toxoplasma produce determinadas sustancias químicas que estimulan en el cerebro
del ratón la producción de precursores de la dopamina y de otros productos
responsables de convertir al ratón más tímido en una especie de aventurero
inconsciente.
Pero
lo más asombroso es que la cosa no para en los ratones. Se ha comprobado que en
determinadas zonas residenciales de Estados Unidos, donde abundan de manera
especial los gatos domésticos, el porcentaje de accidentes de tráfico es
significativamente mayor que el registrado en poblaciones y barrios donde la
infestación por Toxoplasma entre los residentes es sensiblemente menor. Este
dato ha sido incluso tenido en cuenta por algunas compañías de seguros del
automóvil a la hora de fijar sus tarifas. ¿Qué, cómo se os queda el cuerpo? ¿Es
capaz un bichito microscópico de manipular nuestra mente hasta el punto de
influir en nuestro comportamiento? Contestaos vosotros mismos: es capaz. Y lo
hace, por supuesto, para tener sexo, algo que si bien se mira, es una
aspiración común a la mayor parte de los seres vivos que habitamos este bendito
planeta.
-Anda
Pepe, alcánzame una cosa que está encima de la grande, que la puse allí dentro
de eso…
-¿El
qué?
-Desde
luego, Pepe, hijo, es que pareces tonto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario