viernes, 1 de febrero de 2019

CERVANTES. PRISIONES, GLORIA Y MISERIAS


Miguel de Cervantes Saavedra, hijo del cirujano Rodrigo de Cervantes y de Leonor Cortinas, figura como bautizado el 9 de octubre de 1547 en la parroquia de Santa María de Alcalá de Henares. Algunos biógrafos le suponen nacido el 29 de septiembre, festividad de San Miguel, y parece verosímil porque ya entonces estaba arraigada la costumbre de imponer a los recién nacidos el santo del día. Tuvo Miguel otros dos hermanos y tres hermanas. Durante su infancia y adolescencia la familia cambió a menudo de residencia, viviendo sucesivamente en Valladolid, Córdoba, Sevilla y Madrid. Nada indica que Miguel cursara estudios que ahora llamaríamos universitarios. Por alguna referencia suya (en El coloquio de los perros) es posible que estudiara con los jesuitas en algún momento, y el catedrático de gramática Juan López de Hoyos, en un libro sobre las exequias de la reina Isabel de Valois, se refiere a Miguel de Cervantes como discípulo suyo.

En 1569 encontramos un episodio oscuro, un mandamiento judicial de 15 de septiembre de aquel año según el cual <<se ha procedido y procedió en rebeldía contra un Miguel de Cervantes, ausente, sobre razón de haber dado ciertas heridas en esta corte a Antonio de Sigura, andante en esta corte, sobre lo cual el dicho Miguel de Cervantes por los dichos nuestros alcaldes fue condenado a que, con vergüenza pública, le fuese cortada la mano derecha, y en destierro de nuestros reinos por tiempo de diez años, y en otras penas contenidas en la dicha sentencia>>. Aunque algunos sostienen que el mandamiento se refiere a otra persona, resulta significativo que Miguel se trasladara a Roma ese mismo año, y que desde allí solicitara que en Madrid se le hiciera lo que entonces se llamaba una información de limpieza de sangre, que en efecto se practicó. Tanto el viaje precipitado como el empeño en acreditar su hidalguía (algo muy útil para atenuar el rigor de las sentencias) hablan a favor de la autenticidad del lance.
En Roma recabó la protección de su pariente monseñor Gaspar de Cervantes, y del también cardenal monseñor Giulio Acquaviva, al que durante un breve espacio sirvió como camarero, una especie de secretario. En ese tiempo ingresó en la milicia, y el 7 de octubre de 1571 le encontramos luchando en Lepanto, “la más alta y gloriosa ocasión que vieron los siglos pasados ni esperan ver los venideros, militando debajo de las victoriosas banderas del hijo del rayo de la guerra, Carolo quinto, de felice recordación”. Don Juan de Austria mandaba las fuerzas española, veneciana y pontificia. La española era dirigida por el Marqués de Santa Cruz, y Miguel se encontraba en la galera Marquesa, en la compañía de su capitán Diego de Urbina que le puso al frente de un esquife con doce soldados. Se batió muy bravamente en la batalla, a pesar de hallarse enfermo de calentura, según la declaración del alférez Gabriel de Castañeda y de otros testigos de crédito. Salió herido en el pecho de un arcabuzazo, y de una mano, de que salió estropeado, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa…


Se curó en Mesina de las heridas, aunque la mano izquierda le quedó anquilosada para siempre. En 1572 se incorporó a la compañía de don Manuel Ponce de León, en el tercio de don Lope de Figueroa (el mismo que inmortalizó Calderón en El alcalde de Zalamea). Participó en las batallas navales de Navarino (Pilos del Peloponeso), la Goleta de Túnez, y otras. Después el tercio se trasladó a diferentes guarniciones en Cerdeña, Lombardía, Nápoles y Sicilia.
Regresaba a España en 1575 a bordo de la galera Sol, llevando cartas de recomendación del duque de Sessa y del mismísimo don Juan de Austria, cuando a la altura de Palamós, fueron abordados por una flotilla turca al mando del famoso corsario Arnauti Mamí, un renegado albanés. Allí fue apresado Miguel junto a Rodrigo, su hermano menor, y con los demás cautivos españoles, fue trasladado a Argelia.

En Argel fue entregado como esclavo a Dali Mamí, un moro griego subalterno de Arnauti. De los cinco penosos años en que permaneció cautivo, se conocen muchos detalles, algunos por completo fehacientes, como los que encontramos en el libro de fray Diego de Haedo Topografía e historia general de Argel (1612), y los que aportaron las informaciones de otros testigos. Otros resultan acaso más novelescos, los que relata el mismo Cervantes insertados en diversos pasajes de la Galatea, el Persiles o el Quijote, y en sus comedias Los baños de Argel y Los tratos de Argel.
Haciendo un sinfín de sacrificios, los padres consiguieron juntar dineros para pagar el rescate de sus hijos, pero resultó insuficiente para rescatar a ambos, y Miguel prefirió que se rescatara a su hermano Rodrigo. Miguel realizó hasta cuatro intentos de fuga, frustrados todos por uno u otro motivo. En todos ellos se comportó heroicamente, presentándose él solo como cabecilla de las fugas ante Hasán Bajá, su dueño en aquel tiempo, un moro veneciano que, aunque le condenó a severos castigos, acabó perdonándole gracias a los ruegos que le hicieron tanto cristianos como mahometanos, lo que nos da una idea de la calidad de la persona de Cervantes.
Finalmente quedó libre en 1580 gracias a la intervención de los padres trinitarios fray Juan Gil y fray Antonio de la Bella, que en el último momento, cuando Hasán Bajá estaba ya a punto de trasladar a Miguel a Constantinopla, consiguieron reunir suficientes dineros que añadir a los que otra vez habían mandado sus padres. Tenía treinta y tres años.

Encontró en Madrid a sus padres ya viejos, y a sus hermanas Andrea y Magdalena. Su hermano Rodrigo continuaba en la milicia, trasladado a Portugal, y otra hermana había profesado como monja en un convento. La familia estaba empobrecida por los esfuerzos para obtener el dinero de los rescates, así que Miguel se sintió obligado a conseguir algún dinero. En 1581, marchó a la corte de Felipe II, que entonces estaba en Portugal, y allí el rey le encomendó una comisión en Orán que cumplió con brevedad y eficacia. Trató después de obtener un empleo en América, que por uno u otro motivo se le negó sistemáticamente. <<Busque por acá en qué se le haga merced>>, fue la última y lacónica respuesta que recibió. Entre 1582 y 85 se conoce poco de su vida. Sabemos que en ese tiempo escribió y publicó su Galatea, la que consideró siempre su mejor obra. También por entonces tuvo una hija natural (Isabel de Saavedra) con Ana Villafranca de Rojas, casada con un tal Alonso Rodríguez. Contrajo matrimonio en 1584 con Catalina Salazar y Palacios, de diecinueve años, natural de Esquivias, donde se celebró el matrimonio.


En 1587 le encontramos en Sevilla ejerciendo de comisario de abastos bajo las órdenes de Antonio de Guevara, proveedor de las galeras reales. Recorrió gran parte de Andalucía con la misión de requisar cereales y aceite. Semejante oficio no le granjeó precisamente amigos. Se ganó varias excomuniones al embargar unas partidas de trigo de propiedad eclesiástica, y en septiembre de 1592, acusado de vender trescientas fanegas de cereal sin autorización, fue encarcelado por un corregidor de Écija en la prisión de Castro del Río. Fue declarado inocente y puesto en libertad. Pero en 1597 quebró el banco sevillano en el que Cervantes había depositado dos millones y medio de maravedíes fruto del cobro de tercias y alcábalas en el reino de Granada. Como consecuencia, fue encarcelado y en este cautiverio parece que comenzó a gestarse el Quijote. Algunos biógrafos reseñan aun otro encarcelamiento en 1602 o 1603, aunque no parece probado.

A partir de esa fecha se instaló en Valladolid con todas sus mujeres, a saber, su esposa Catalina, sus hermanas Andrea y Magdalena, su hija Isabel de Saavedra, y la pequeña Constanza, hija natural de Andrea. Sus padres habían fallecido ya. También había muerto su hermano Rodrigo como consecuencia del arcabuzazo que recibió en la batalla de las Dunas (1600). Ana Villafranca, la amante de Cervantes, también había fallecido. El ambiente en que se terminó y se publicó la primera parte del Quijote era deprimente y afrentoso como muy bien señala el profesor Martín de Riquer. Sus dos hermanas, que entonces tendrían Andrea unos sesenta años, y Magdalena cerca de cincuenta, estaban pregonadas de rameras, y se habían visto envueltas en diferentes pleitos y pendencias de honra mancillada, que se resolvieron mediante indemnizaciones de sus galanes. Su sobrina Constanza, que tendría unos treinta años, había recibido 1.400 ducados de don Pedro de Lanuza, hermano del famoso Justicia de Aragón, en reparación de la palabra de matrimonio no cumplida. Más tarde, en 1614, ya no tan joven, recibió mil reales más de un tal Gregorio de Ibarra, residente (o huido) al Perú, por parecidos motivos.

Una noche de junio de 1605, poco después de la publicación de la primera parte del Quijote, ante la puerta de la casa de Cervantes fue mortalmente herido don Gaspar de Ezpeleta, caballero navarro. Recogido por los vecinos, fue atendido durante dos días por Magdalena hasta que falleció. A pesar de que estaba claro que ni los Cervantes ni el resto de los vecinos de la casa tenían la menor relación con el crimen, un juez malicioso se empeñó en abrir un prolijo proceso, en el que se incluyeron algunas manifestaciones de diferentes personas sobre la opinión que se tenía de la familia del escritor. Declararon los testigos que en aquella casa <<entran de noche y de día algunos caballeros… de que en ello hay escándalo y murmuración, y especialmente contra un Simón Méndez, portugués, que es público y notorio que está amancebado con doña Isabel, hija del dicho Miguel de Cervantes… que el dicho Simón Méndez le había dado un faldellín que le había costado más de ducientos ducados>>.

De su mujer, Catalina de Salazar, no se tienen datos infamantes, pero sin duda debían correr habladurías poco o nada piadosas, como parece deducirse del pasaje del Quijote de Avellaneda, que en el estilo grosero que caracteriza a su desconocido autor, afirma: <<los maridos engañados se fortifican en el castillo de San Cervantes>>. A las mujeres de Miguel se las conocía tanto en Valladolid, como después en Madrid, con el apelativo despectivo de las Cervantas.
En 1606 Cervantes se trasladó con su familia a Madrid, donde se estableció definitivamente en la calle del León. En 1608 su hija Isabel se casó con don Diego Sanz del Águila, tuvo con él una hija, llamada también Isabel, enviudó pronto y volvió a casarse con Luis de Molina. Su hermana Andrea falleció en 1609, y Magdalena en 1611. Miguel quedó solo con su mujer y su sobrina Constanza.


Paradójicamente aquellos años de infamia y deshonra en que el escritor sufrió amargamente en lo personal y familiar, coincidieron con sus últimos años de vida y de gloria literaria. En 1613 aparecieron las Novelas ejemplares, en 1614 el Viaje del Parnaso, en 1615 la segunda parte del Quijote y las Comedias y entremeses, y en 1617, ya póstumamente, los Trabajos de Persiles y Sigismunda.
Murió nuestro autor más universal el 22 de abril de 1616, en su casa de la madrileña calle del León esquina a la de Francos, atendido por Catalina y Constanza, su mujer y su sobrina, que le quisieron bien, y a las que quiso tanto como a su hija Isabel y a sus hermanas Andrea y Magdalena, a las que debía su libertad, porque se sacrificaron en su juventud reuniendo dineros para su rescate. Fue enterrado sin ningún lujo en el convento de las Trinitarias Descalzas de la calle de Cantarranas. Ese mismo día moría en Stratford William Shakespeare.
Unos pocos días antes, el 19 de abril, después de recibir la extremaunción, terminó el prólogo de su Persiles con estas palabras: <<¡A Dios, gracias; a Dios, donaires; a Dios, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto en la otra vida!>>.

Bigotini os pide humildemente perdón por haberse alargado tanto en esta nota biográfica. Sirva como atenuante la inmensa importancia del personaje, autor de la que es sin duda la mejor, mayor y más excelsa obra literaria en lengua castellana. Sirva también como compensación el enlace que os ofrecemos (clic en la portada) a la magnífica versión digital tomada de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de su novela Rinconete y Cortadillo, una de las mejores y más célebres de las Novelas ejemplares. Entrad amigos, en el patio del seor Monipodio, pasad adelante, bailad si os place una seguirilla con maese Rincón, con su compadre Cortado el Bueno, y con sus alegres amigas la Escalanta, la Gananciosa y la Cariharta. Participad de buena gana en tan honrada asamblea y disfrutad con la lectura de la obra del gran Miguel de Cervantes.


Aprende como si fueras a vivir para siempre. Vive como si fueras a morir mañana.



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