Roque
Joaquín de Alcubierre fue un aragonés nacido en
Zaragoza en 1702. Creció y estudió en su ciudad natal, y al
alcanzar la edad reglamentaria ingresó como voluntario en el
ejército, pasando a formar parte del recién creado cuerpo de
ingenieros militares. Contó para ello con el apoyo y la protección
del conde de Bureta. Su primer destino como militar le llevó a
Cataluña, y en Gerona se distinguió colaborando eficazmente en la
construcción de fortificaciones militares en la que entonces era una
incierta frontera. Ganó con ello la confianza y el aplauso de sus
superiores, siendo reconocidos sus méritos. Fue destinado después
sucesivamente a Barcelona, Madrid e Italia, a donde llegó ya con el
grado de capitán.
Por
encargo del rey de Nápoles, Carlos de Borbón, destinado a ser más
tarde Carlos III de España, inició los trabajos de prospección del
palazzo Portici, y allí, de manera accidental dio con los primeros
restos de lo que luego se supo ser la villa de Herculano, sepultada
en la erupción del Vesubio del año 73 de nuestra era. Solicitó
consentimiento al rey para seguir adelante con las tareas
arqueológicas, donde comenzaban a hallarse pinturas murales, gran
cantidad de objetos, restos humanos y el gran teatro de Herculano.
Prosiguió Alcubierre los trabajos contando con medios materiales y
humanos muy escasos, lo que convierte su labor en mucho más
meritoria.
Diez
años más tarde, en 1748, a punto de ser ascendido a teniente
coronel, inició los trabajos en la gran villa de Pompeya, una ciudad
importante de la Italia meridional en tiempo de los romanos,
sepultada también por la misma erupción del Vesubio. Los trabajos
en Pompeya se convirtieron muy pronto en una sucesión de
apasionantes descubrimientos arqueológicos. Aparte de las diferentes
edificaciones, estadio, circo, templos y villas, se hallaron un gran
número de cuerpos humanos que quedaron cubiertos por las cenizas
volcánicas, y en muchos casos en postura sedente o yacente, ya que
la erupción se produjo mientras los habitantes de Pompeya dormían
plácidamente.
Aparte
de los innumerables tesoros arqueológicos que albergaban las ruinas
de ambas ciudades, Pompeya y Herculano representan un tesoro mucho
mayor aun, por cuanto nos enseñan acerca de las costumbres y la vida
cotidiana de las gentes en esos tiempos. Roque Joaquín de Alcubierre
dirigió también excavaciones en las villas de Asinio Pollio
(Sorrento), Cumas, Pozzuoli y Capri. Alcanzó en el ejército el
grado de mariscal de campo y falleció en Nápoles en marzo de 1780.
Hasta
aquí la vida y los hechos como militar y como arqueólogo de este
aragonés inquieto, laborioso y viajero que fue Alcubierre. Pero en
el título nos referimos a una injusticia histórica. En efecto,
Alcubierre mantuvo agrias disputas primero con Karl Jakob Weber, que
comenzó siendo uno de sus subalternos, y después con Johann Joachim
Winckelmann, quién finalmente terminó tomando el mando de las
excavaciones, y en la mayor parte de las fuentes que pueden
consultarse, pasa por ser el principal artífice de los trabajos
arqueológicos en Pompeya y Herculano, e incluso se le atribuye la
paternidad de la arqueología moderna.
Alcubierre
fue acusado injustamente de poco cuidadoso en los trabajos de
excavación. Él era ingeniero de minas, y a medida que progresaba en
los hallazgos, tuvo que ir adaptando las técnicas prospectivas, por
lo que en gran medida fue Alcubierre el verdadero pionero de la
arqueología moderna, las técnicas de excavación por estratos y el
levantamiento de planos y bocetos que situaban los diferentes
hallazgos en el lugar donde se habían encontrado. Otro de los
reproches que se le han hecho, ya en época contemporánea, es que
los objetos artísticos que se iban desenterrando, pasaban
inmediatamente a engrosar las colecciones de los príncipes de turno,
en el caso que nos ocupa, las de Carlos de Borbón, que patrocinaba
los trabajos. Pues bien, diremos que sus sucesores en las obras
hicieron exactamente lo mismo, esencialmente porque en aquel tiempo
no se concebía otra cosa distinta.
Desde
la perspectiva que nos otorga el paso del tiempo, debemos reivindicar
la figura científica y el trabajo arqueológico de Roque Joaquín de
Alcubierre, que, con todos los errores que se puedan atribuir, más a
los medios precarios con los que se contaba en su época, que a él
mismo, fue un gran hombre de ciencia y sin duda el verdadero pionero
de la arqueología tal como la entendemos modernamente.
Si
ocurre algo bueno bebes para celebrarlo, si ocurre algo malo bebes
para olvidarlo, y si no ocurre nada bebes para que ocurra algo.
Charles Bukowsky.
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