Lagrange |
Joseph
Louis o Giuseppe Luigi Lagrange,
medio francés, medio italiano, nació en Turín en 1736, en el seno
de una familia parisina con raíces en Cerdeña, isla a la que
siempre le unió un especial vínculo. Único superviviente de once
hermanos, estudió en la Universidad de Turín. Siendo apenas un
adolescente descubrió su pasión por las matemáticas, a la que se
entregaría el resto de su vida. Con solo diecinueve años, halló un
nuevo método para el cálculo de variaciones que dejó
asombrado al propio Leonhard Euler, por entonces el más prestigioso
matemático europeo. Euler tuvo con el joven Lagrange la deferencia
de retrasar la publicación de uno de sus artículos sobre la
materia, para permitir que aquella joven promesa completara su
trabajo. Todo un detalle. Pasó Lagrange a formar parte del claustro
de profesores de la Academia Militar de Cerdeña, tras ser nombrado
para el cargo por Carlos Manuel, el rey sardo. Allí con ayuda de sus
alumnos, completó en 1758 los cinco volúmenes de su monumental obra
Miscellanea Taurinensia, así llamada por publicarse
bajo el patrocinio de la Academia de Turín.
Federico el Grande |
Cuando
Euler marchó a Rusia, Lagrange ocupó su lugar en la Corte prusiana
de Federico el Grande, dirigiendo la Academia de Ciencias de Berlín,
que en aquel tiempo era la más prestigiosa de Europa. Lagrange era
un hombre pusilánime y medroso. Desde niño su salud fue muy
precaria, y en su etapa prusiana se propuso hallar un método
científico para mejorarla. Lo cierto es que finalmente lo consiguió
aplicándose una severa disciplina de horas de trabajo, descanso,
alimentación, etc. Su método consideraba cuerpo y mente como sendas
máquinas, algo muy celebrado en los ambientes científicos de la
época. A la muerte de Federico el Grande, su protector, recibió
ofertas de España, Nápoles y París. Se decidió por esta última
por considerar el clima parisino más semejante al de Berlín, al que
ya se había acostumbrado. Sin embargo, no eligió bien el momento,
puesto que al poco de su llegada se produjeron los primeros sucesos
de la Revolución. Lagrange vivió esta etapa revolucionaria sumido
en el más pavoroso terror. Sus alumnos aseguraban que temblaba
cuando con un hilo de voz, dictaba sus lecciones. Quiso huir de
Francia, y cuando un grupo de ciudadanos irrumpió en su casa para
nombrarlo presidente de la Comisión para la Reforma de Pesos y
Medidas, el pobre Lagrange pensó que había llegado su última hora.
Aceptó
el cargo, y a sugerencia suya, Francia adoptó el sistema
métrico decimal. Más tarde fue excluido del decreto que
obligaba a los extranjeros a abandonar Francia, el gobierno
revolucionario le nombró profesor de la Escuela Politécnica, y
después Napoleón le cubrió de honores. Ya mayor, contrajo un
desgraciado y breve matrimonio con una jovencita que se declaró al
sabio ante la incredulidad de propios y extraños. Acaso aceptó
Lagrange por temor a contrariarla. Fue senador, oficial de la Legión
de Honor y Gran Cruz de la Imperial Orden de Reunión. Falleció en
1813, hubo quien dijo que de miedo, siendo enterrado con gran
ceremonia en el Panteón de París. En cuanto a su obra, Joseph Louis
Lagrange sobresalió en las series recursivas, el
cálculo de probabilidades y el de variaciones.
También brilló en la dinámica, enunciando el
principio de mínima acción y en el cálculo
integral. Además de gran matemático, fue un notable
astrónomo, destacando sus trabajos sobre el sistema joviano,
la libración de la luna o las trayectorias de
los cometas. Un asteroide y un cráter lunar fueron
bautizados con su nombre.
Tal
es la historia del ciudadano Joseph Louis Lagrange, conde de
Lagrange, uno de los sabios más miedosos de que se tiene noticia,
pero también uno de los más grandes hombres de ciencia de todos los
tiempos. Bigotini brinda por su memoria, procurando no levantar
demasiado la voz.
El
miedo es ese cuarto oscuro donde se nos revelan los negativos de
nuestros terrores. Michael Pritchard.
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