Este
caraqueño de nacimiento y chileno de adopción vio la primera luz en
1781, en la capital de lo que entonces se llamaba Capitanía General
de Venezuela. Era su nombre completo Andrés
de Jesús María y José Bello López. Fue el
primogénito de Bartolomé Bello, un prestigioso jurista de aquella
Caracas colonial. En 1800, cuando aun era un muchacho de diecinueve
años, tuvo la oportunidad de acompañar a los célebres naturalistas
Humboldt y Bonpland, en su exploración del Cerro Ávila. Para
entonces el joven Andrés era ya un consumado latinista que había
traducido al castellano la Eneida de Virgilio. Bello fue nada
menos que el maestro de Simón Bolívar, participó activamente en el
proceso revolucionario que condujo a la independencia de su patria, y
formó parte de la legación diplomática venezolana en Londres,
donde residió durante dos décadas.
A
partir de 1829 se trasladó a Chile, donde además de impartir su
magisterio, llegó a ocupar un escaño en su Senado y redactó el
Código Civil chileno, una pieza jurídica extraordinariamente
avanzada para su época. Fue también el primer rector de la
Universidad de Santiago. La nacionalidad chilena le fue otorgada en
1832 por el Congreso Nacional. Andrés Bello fue con toda
probabilidad el principal humanista americano de su generación.
Destacó como jurista, pedagogo, historiador, gramático, traductor,
filólogo, político y ensayista. Sin embargo, hoy en el blog de
Bigotini vamos a destacar su faceta literaria y poética, campo en el
que brilló con igual o mayor intensidad. Os ofrecemos el enlace
(haced clic en la ilustración)
para deleitaros con la lectura de su conocido poema El
cóndor y el poeta. Disfrutad de ella y sirva como
modesto homenaje al recuerdo del que fue gran americano y gran hombre
de su tiempo.
-¿Cómo
se dice nariz en inglés?
-Nose.
-¡Vaya,
otro que no lo sabe!
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