Pierre
Simon Laplace nació en 1749 en la localidad normanda
de Beaumont en Auge. Sus padres, unos modestos granjeros, no habrían
podido costear sus estudios, pero el pequeño Pierre fue un escolar
tan brillante que muy pronto, mediante la recomendación de sus
profesores, consiguió ingresar en la Universidad de Caen, donde
disfrutó de la especial protección del enciclopedista D'Alembert,
toda una celebridad científica de su tiempo. Antes de cumplir los
veinte años, Laplace ocupó el puesto de profesor de matemáticas en
la Escuela Militar de París, donde enseñó entre otros a Napoleón
Bonaparte. Fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias y del
Instituto de Ciencias y Artes. Se casó ya mayor y tuvo dos hijos. El
varón, Charles Émile Laplace hizo carrera en la milicia, alcanzando
el grado de general. Laplace llegó a ser ministro del Interior
durante el periodo revolucionario, y más tarde Napoleón le concedió
la Legión de Honor y el título de conde del Imperio. Tras la caída
de Bonaparte se las arregló muy bien para no caer en desgracia,
hasta el punto de ser nombrado marqués de Laplace en 1817, título
por el que se le sigue conociendo oficialmente.
Hasta
aquí los datos biográficos. En cuanto a su carrera, Laplace fue
todo un gigante de la ciencia, destacando sobre todo en matemáticas
y astronomía. Se le conoce como el Newton francés, y ciertamente no
es ninguna exageración. Su Exposición del sistema del mundo,
obra publicada en 1796, describe la formación del sistema solar a
partir de una nube de polvo y gas. Lejos de perder vigencia, esta
teoría se ha visto reforzada con el tiempo, y constituye el
fundamento básico de la teoría de formación estelar. En su Teoría
analítica de las probabilidades, Laplace formuló el método
de los mínimos cuadrados.
Pero
su obra más importante es el Tratado de mecánica
celeste, que concluyó en
1825, un compendio de toda la astronomía de su época, donde llegó
a perfeccionar el método de Newton en cuanto a las órbitas de
Júpiter, Saturno y la Luna. Laplace fue el principal abanderado del
determinismo científico
iniciado por Newton. Tenía como él la convicción de que si
pudiéramos conocer el estado de todas las fuerzas que animan la
naturaleza y la posición en el espacio de los cuerpos, sería
posible predecir mediante una fórmula matemática los sucesos
futuros. Junto a su
modelo de cálculo de probabilidades puede situarse en importancia la
Transformada de Laplace,
una herramienta matemática indispensable, que utiliza integrales
para resolver las ecuaciones diferenciales. Su discípulo Joseph
Fourier, trabajando en este campo, lograría años más tarde
perfeccionar el método.
En
lo relativo a las ideas, Laplace fue un convencido y ferviente
racionalista. Se cuenta que Napoleón, hombre a su manera religioso,
le hizo notar en cierta ocasión que en sus trabajos sobre la
formación de los cuerpos celestes, había olvidado mencionar al
creador (recuérdese
que Isaac Newton concibió el universo como una obra divina). Al
parecer, Laplace, siempre fiel a sus principios, contestó sin
inmutarse: Sire, yo nunca he necesitado esa hipótesis.
El
profe Bigotini, que tampoco maneja hipótesis extravagantes, rinde
desde aquí su modesto tributo de admiración por la enorme figura
científica de Pierre Simon Laplace, un gran sabio y un gran hombre.
-¿Qué
tal te va en Corea del Norte?
-Bueno,
no me puedo quejar...
-Entonces
te va bien.
-No,
no. Verás, no me has entendido...
No hay comentarios:
Publicar un comentario