Elizabeth
Barrett Browning, que quizá sea el prototipo de
poetisa romántica, nació en la localidad inglesa de Durham en 1806.
Su madre era toda una dama de la nobleza británica, que descendía
del rey Eduardo III, y su padre un rico plantador dueño de un
importante ingenio azucarero en Jamaica. Elizabeth contrajo en la
adolescencia tuberculosis, algo muy común en su tiempo, y por este
motivo fue tratada como una especie de inválida durante el resto de
su vida. Poetisa extraordinariamente precoz, compuso su primer
trabajo notable a los catorce años, un poema épico sobre la batalla
de Maratón, que su orgulloso padre hizo publicar. Y es que Elizabeth
recibió una esmerada educación clásica. A pesar de que nunca se le
permitió salir de casa, tomó lecciones nada menos que de Hugh
Stuart Boyd, un eminente helenista ciego que le transmitió su pasión
por los grandes clásicos griegos y latinos.
La
joven abrazó con decisión la causa abolicionista. La ansiada
libertad de los esclavos causó como uno de sus efectos colaterales
una importante disminución de la riqueza de Mr. Barrett, lo que
motivó que la familia abandonara su mansión campestre para
instalarse en Londres. El clima y la polución londinenses agravaron
la enfermedad de Elizabeth que sufrió una crisis muy severa.
Consiguió no obstante, recuperarse, y continuó su trabajo poético,
publicando varias obras y una traducción del Prometeo
de Esquilo, que tuvo gran acogida entre los aficionados a la
literatura clásica. Varios volúmenes de sus poemas se hicieron muy
populares.
Uno
de sus más rendidos admiradores, el también poeta Robert Browning,
se enamoró de ella, cortejándola pese a la oposición de la
familia. El noviazgo no pudo ser más romántico, con entrevistas
furtivas y fuga incluidas. Tras una boda secreta, la pareja se
trasladó a Italia. El clima italiano resultó un bálsamo para la
quebrantada salud de Elizabeth. Ella y su marido encontraron también
allí un motivo por el que luchar. Ambos se implicaron fervientemente
en la causa de la unificación de Italia, y envueltos en la tricolor,
siguieron a Garibaldi por todo el país.
Fijaron
su residencia en Florencia, donde Elizabeth fue profundamente feliz.
Allí entabló amistad con las poetisas británicas Isabella Blagden
y Theodosia Trollope Garrow, y es que aquella Florencia de entonces
debía parecer un barrio de Londres. En Florencia y en 1850 publicó
la que acaso es su obra más conocida entre los lectores de lengua
española, los Sonetos
de la portuguesa. Un
poema de tema amoroso que narra su propia historia vital, apenas
disimulada por el título. Falleció once años después, en 1861.
Sus restos reposan en el cementerio protestante de la capital
toscana, porque, eso sí, su italianización no fue tan completa como
para hacerla renegar de sus firmes convicciones reformistas. Como
diría Billy Wilder, nadie
es perfecto.
Elizabeth
Barrett Browning está considerada como la más grande poetisa en
lengua inglesa, lo que no es óbice para que una edición de la
Enciclopedia Británica dijera de ella que no
puede equipararse a su esposo en cuanto a la fuerza de su intelecto o
altas cualidades poéticas
(¡toma machismo romántico!). Aquí en Bigotini, sin meternos en
charcos de quién es mejor o peor, diremos que la Barrett Browning
estuvo sin duda tocada por las musas más inspiradas. La
extraordinaria delicadeza de sus versos y su apuesta decidida por los
oprimidos y por la libertad, la hacen acreedora a un lugar de
privilegio en el Parnaso poético. Hoy os ofrecemos (clic
en la ilustración)
la versión digital de su poema El
sí de la dama,
una brevísima aunque exquisita muestra de la gran sensibilidad de su
autora. Paladeadla como merece.
La
libertad es un árbol que se riega con la sangre de los patriotas y
de los tiranos.
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