¡Qué
habría sido nuestra infancia sin los dibujos animados! El cine de
animación era pura fantasía, magia auténtica por el precio de una
butaca.
Poco
después de los precursores, McKay, Sullivan o Fleischer, llegó la
factoría Disney para instalarse en nuestras vidas. A pesar de que en
ocasiones los animalitos humanizados y las inocentes princesitas de
la casa resulten un poco cursis, hay que reconocer a Disney sus
muchos méritos. Una animación que en ocasiones ha rayado la
perfección, un color magnífico y una fantasía sin límites, son
todos atributos innegables de la firma. Por otra parte, no conviene
olvidar que los creativos Disney han intentado en diferentes épocas
innovar e investigar. El largometraje Fantasía fue en los
cuarenta casi revolucionario, como lo fueron algunas de las
magníficas secuencias de Dumbo, inspiradas en el surealismo
daliniano. En los últimos tiempos, la asociación con Pixar ha
producido también alguna que otra obra de arte notable.
Paradójicamente, estas y otras aventuras estéticas no tenían el
mismo éxito en las taquillas que las tradicionales y edulcoradas
historias de princesitas. Resultado: Disney ha dado al público lo
que el público quería.
Como
pequeña y modestísima muestra, os ofrecemos el enlace para ver el
cortometraje El jardín de Mickey,
una deliciosa producción de 1935 con un color asombroso que se
adelantó un lustro al technicolor del cine convencional. Haced
clic en la carátula y dejaos llevar por la magia de
Disney y las travesuras de Pluto durante unos minutos.
Próxima
entrega: sonría, por favor
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