Miguel
Serveto y Conesa, nació en la localidad oscense de Villanueva de
Sigena al final de la primera década del siglo XVI. Se hizo llamar
Michael Servetus o Michel de Villeneuve en diferentes etapas de su
vida, pero la mayoría le conocemos como Miguel
Servet, y con este nombre ha pasado a la Historia de
la ciencia y de la teología. A lo largo de su biografía se interesó
por materias tan dispares como geografía, astronomía, meteorología,
física, jurisprudencia o matemáticas. También alcanzó reputación
como experto en el estudio de la Biblia, pero los campos en los que
más destacó fueron la anatomía,
y para su desgracia, la teología.
En anatomía, Servet se adelantó varias décadas a William Harvey en
el descubrimiento y descripción de la circulación
pulmonar o menor, mediante la que la sangre venosa,
vuelve a oxigenarse en los pulmones. Simplemente este logro
formidable resulta suficiente para elevar a este sabio aragonés al
Parnaso de la medicina y las modernas ciencias de la salud. Esta gran
aportación quedó recogida en su obra Cristianismi
Restitutio, La restitución del cristianismo,
una de sus varias obras filosóficas y religiosas. Y es que,
digámoslo de una vez, la teología fue la perdición de Miguel
Servet.
Desde
su Villanueva natal se trasladó primero al castillo de Montearagón,
y más tarde, siguiendo a su maestro Juan de Quintana, fua ampliando
estudios en Toulouse, París, Estrasburgo, Ginebra, Basilea, Alemania
e Italia, asistiendo en 1530 en Bolonia a la coronación de su señor
Carlos V como emperador. A través de estos y otros viajes, Miguel
tomó contacto con las nuevas ideas religiosas reformistas, que por
doquier iban abriéndose paso en todo el continente europeo. Siendo
un hombre apasionado y en ocasiones exaltado, Servet no perdió
ocasión de manifestar de forma abierta e incluso vehemente sus
opiniones y sus ideas. Además de la citada Restitución del
cristianismo, publicó otras obras teológicas como De
Iustitia Regni Christi o Declarationis Iesu Christi
Filli Dei, también conocida como Manuscrito de Stuttgart.
Pero la obra de Servet que alcanzó mayor difusión fue sin duda De
Trinitatis Erroribus, donde se ocupaba de la por
entonces muy escabrosa cuestión de la Trinidad. Tuvo la osadía de
hacer llegar un ejemplar de esta obra al arzobispo de Zaragoza, que
naturalmente lo puso en busca y captura por parte del Santo Oficio
inquisitorial.
De
manera que huyendo de los católicos, Servet fue a meterse en la boca
del lobo de los protestantes. De Trinitatis Erroribus había
causado gran escándalo entre los partidarios de la Reforma, sobre
todo entre los alemanes. Bajo la falsa personalidad de Michel de
Villeneuve, natural de Tudela, Servet se ocultó primero en París y
más tarde en Lyon, desde donde tuvo la osadía de mantener una
correspondencia regular nada menos que con el reformador Calvino, uno
de los principales líderes espirituales de la nueva iglesia
protestante. Esta correspondencia fue subiendo de tono paulatinamente
y probablemente terminó de dictar su sentencia. De camino hacia
Italia, quizá el único lugar donde las posturas aun no se habían
radicalizado como en otras partes, y acaso hubiera tenido oportunidad
de salvarse, Servet hizo escala en Ginebra. Siempre temerario, no
tuvo mejor idea que detenerse precisamente en la iglesia donde solía
predicar su adversario Calvino. Allí fue inmediatamente reconocido y
hecho prisionero el 13 de agosto de 1553.
Tras
un penoso cautiverio, fue condenado en septiembre y ejecutado en la
hoguera el 27 de octubre. La muerte de Miguel Servet fue seguida
inmediatamente de una ola de indignación que curiosamente fue mayor
en el ámbito protestante. Un reformador como Sebastián Castellion
afirmó que matar a un hombre no es defender una doctrina, sólo
es matar a un hombre. La figura de Servet fue revindicada por
muchos partidarios del librepensamiento que vieron en su ejecución
una prueba más de los peligros del fanatismo religioso. Hillar, uno
de los principales biógrafos y estudiosos del personaje, afirma que
Servet murió para que la libertad de conciencia se convirtiera en
un derecho. Desde Bigotini nos unimos al llanto por este ilustre
aragonés universal y a la reivindicación del derecho a pensar
libremente.
Si
fracasamos en conciliar la justicia y la libertad, fracasaremos en
todo.
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