Roger
Bacon nació en la localidad inglesa de Ilchester,
Somerset, hacia 1220. Estudió primero en Oxford, y viajó después a
París, donde se reunía entonces lo más granado de la
intelectualidad europea. De regreso en Oxford, y tras completar sus
estudios, profesó en la orden franciscana. Bacon trabó fuertes
lazos de amistad con Alejandro de Hales, hermano de su misma orden, y
junto a él lideró la disputa teológica que sostenían en el siglo
XIII con sus rivales dominicos capitaneados por Tomás de Aquino y
Alberto Magno. Corrían malos tiempos para los hermanos menores de
San Francisco, que en el terreno intelectual fueron derrotados en
toda regla, tanto en Roma, como en el resto de la cristiandad. Así
que nuestro hombre, harto de retórica teológica, se concentró en
la ciencia.
Lo
hizo sobre todo a través del estudio de Aristóteles, que en su
época era considerado el mayor sabio de todos los tiempos. Para ello
lo tradujo personalmente del griego, ignorando las traducciones al
latín desde el árabe, que entonces eran las que circulaban
mayoritariamente en los centros de estudio occidentales. Roger Bacon
se convirtió así en un erudito y en un entusiasta de la
investigación experimental, destacando por encima de otras
disciplinas, en la alquimia, antecedente medieval de la química
moderna. Bacon está considerado como el primer maestro en esta
disciplina, y como el resto de sus practicantes, adquirió ya en
vida, pero sobre todo después de su muerte, fama de nigromante. A
partir de 1256, mantuvo agrias disputas con Richard de Cornwell, que
desde esa fecha fue designado como cabeza de la rama científica
entre los franciscanos. Postergado incluso dentro de su propia orden,
Roger Bacon fue trasladado a Francia, donde llevó una vida aislada y
solitaria.
En
Biblioteca Bigotini tenemos el placer de brindar a nuestros fieles
seguidores una versión digital abreviada de su opúsculo Speculum
alchemiae, un brillante espejo en el que se miraron
varias generaciones de alquimistas que le sucedieron. Se trata de una
obra tan admirada por sus seguidores, como repudiada por sus
detractores, hasta el punto de que el término especular,
que se usa en ciencia a veces con un matiz de desconfiado
escepticismo, proviene precisamente del speculum de
Bacon. Haced clic en la imagen,
miraos en el reflejo de este pulido espejo, y juzgad por vosotros
mismos.
Si
la verdad es nuestro más preciado tesoro, haremos bien en
economizarla. Mark Twain.
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