Hace
años las autoridades sanitarias pusieron en marcha una campaña
informativa sobre el sida titulada Si da, No da. Estaba
encaminada a desterrar algunas falsas creencias en torno a los
mecanismos de contagio de la enfermedad. Quedaba claro que sólo
existen tres posibles medios de transmisión: el contagio de la madre
al feto a través de la placenta, determinadas prácticas sexuales de
riesgo, y la transmisión a través de la sangre o los productos
sanguíneos, mediante transfusiones o uso de jeringuillas y agujas
infectadas. Por el contrario, otras actividades carecen por completo
de riesgo, entre otras, el contacto físico (besos y abrazos),
compartir comida o cubiertos, y las picaduras de insectos. Este
último supuesto, el de las picaduras, suscitó no pocas dudas entre
el público, como las había suscitado en la comunidad científica
antes de que se conocieran en profundidad las características del
virus VIH y sus mecanismos de transmisión. En efecto, parecía
lógica la siguiente pregunta: ¿por qué
un mosquito que se alimenta de sangre, no actúa en este caso igual
que una aguja hipodérmica?
La
respuesta es bien sencilla. En el caso de las agujas, el virus se une
a las células T de
nuestra sangre, y comienza a replicarse. Ocurre que la célula T
humana es un huésped muy específico del VIH. Sin embargo, cuando un
mosquito se alimenta de la sangre de una persona con sida, el VIH
penetra en las vísceras del mosquito, que no contienen el menor
rastro de células T humanas. Por lo tanto, el virus no encuentra
ningún huésped que le permita replicarse, y acaba siendo destruido
por el sistema digestivo del mosquito. Se acabó el virus del sida.
Así de simple.
Si
recordáis el artículo que en este blog dedicamos a la malaria,
las cosas ocurrían de muy distinta manera, pues en ese caso el
mosquito es un huésped imprescindible para el parásito que causa la
enfermedad. De hecho, el parásito de la malaria o paludismo
sobrevive en el interior del mosquito, se multiplica en sus vísceras
y madura hasta convertirse en un peligroso agente infeccioso cuando
ese mismo mosquito pica a otra persona aun no infectada. Sin embargo,
como hemos visto, el VIH desaparece en el intestino del mosquito
antes de que vuelva a picar a nadie. De esta forma no se transmite a
la siguiente víctima del insecto.
Como
es un monigote y no tiene sangre, al profe Bigotini nadie puede
transmitirle ninguna enfermedad. A pesar de todo, no es muy amigo de
los mosquitos, os lo aseguro.
Vivid
intensamente, no temáis nada, y os sonreirá el triunfo. Winston
Churchill.
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