¿Hay
alguien más allá arriba, o estamos completamente solos en el
universo? Muchos científicos son optimistas en cuanto a encontrar
vida, incluso vida inteligente, en otros mundos. Y lo son simplemente
porque el universo es tan grande que probablemente existirán
millones de planetas que reunirán las condiciones necesarias para
albergar vida. Con un poco de suerte, al menos algunos de ellos
habrán producido seres similares a nosotros. Los planetas
candidatos, que llamamos exoplanetas,
deben estar compuestos por materiales sólidos, situarse en lo que se
llama zona
o franja habitable
de su sistema, a una distancia de su estrella que permita la
existencia de agua líquida, y tener un rango de temperaturas
compatible con la vida. Además su órbita debe ser estable. El
problema radica en las enormes distancias que separan los sistemas
solares, y no digamos las galaxias. La imposibilidad de que algún
objeto o señal pueda viajar a velocidades superiores a la de la luz,
complica considerablemente un probable contacto.
Para
empezar, ya resulta bastante complicado detectar planetas más allá
de nuestro sistema solar. El primer exoplaneta fue descubierto en una
fecha tan reciente como 1992, y el primero que orbitaba alrededor de
una estrella similar a nuestro sol, en 1995. Afortunadamente, en la
última década se han disparado los descubrimientos, que actualmente
arrojan una cifra cercana a los dos mil planetas. Semejante hazaña
ha sido posible gracias a ingenios como el espectrógrafo HARPS, el
telescopio Corot de la Agencia Espacial Europea, o el Kepler de la
NASA. Precisamente el año 2015 se ha puesto en marcha el proyecto
CARMENES del Instituto de Astrofísica de Andalucía, cuyo principal
objetivo es detectar más de estos prometedores exoplanetas.
El
problema es cómo detectarlos. Desde luego, la visión directa puede
descartarse de entrada por imposible. Téngase en cuenta que los
planetas carecen de luz propia. No queda pues otro remedio que
recurrir a métodos indirectos. Las estrellas si emiten luz, por lo
tanto, puede detectarse la disminución relativa de su brillo, cuando
algún exoplaneta pasa por delante de ellas. Es una especie de
diminuto eclipse que en ocasiones no supera el uno por ciento de
pérdida de intensidad del brillo. Otra técnica consiste en
cuantificar la variación del movimiento de la estrella originado por
el o los exoplanetas que la orbitan. Para ello los astrofísicos se
basan en el conocido efecto
Doppler,
analizando el espectro lumínico de la estrella, y las variaciones
producidas por los exoplanetas. El método, aunque parezca
complicado, permite incluso calcular sus masas y las amplitudes
orbitales.
Efecto Doppler |
Naturalmente,
resulta más fácil detectar planetas grandes, por lo que la mayoría
de los descubiertos hasta la fecha, son gigantes gaseosos similares a
Júpiter, donde no parece haber posibilidad de vida. El proyecto
CARMENES se centra en estrellas de tipo espectral M, similares al
Sol, o bien en enanas rojas, algo más pequeñas y frías que nuestro
sol. Existen unas trescientas estrellas de este tipo en la zona
regional de la Vía Láctea más cercana. Podría decirse en las
estrellas de nuestro barrio galáctico. Con algo de suerte, se estima
que podrán descubrirse varias decenas de exotierras o exoplanetas
parecidos a la Tierra, situados en la franja de habitabilidad, con
agua líquida en su superficie y el resto de condiciones adecuadas
para albergar vida.
Una
vez localizadas esas exotierras, el paso inmediato más lógico será
estudiar su atmósfera y tratar de identificar biotrazadores,
es decir, compuestos químicos que presenten indicios de actividad
biológica. Lo siguiente debería ser acercarnos por allí para
comprobar in situ
la habitabilidad del planeta, pero me temo que eso pertenece ya al
ámbito de la ciencia-ficción. El profesor Bigotini es un optimista
incorregible y no pierde la esperanza de realizar un viaje espacial
de esta naturaleza. Ahora mismo se halla ocupado en el diseño de una
escafandra que pueda albergar su enorme narizota. Seguiremos
informando…
Informe
para nave nodriza: los terrícolas son seres absurdos. Tienen un solo
pene, y lo utilizan para gobernar y para diseñar sus ciudades.
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