Desde
Arquímedes hasta Nikola Tesla, pasando por Leonardo de Vinci, el
sueño mecánico del movimiento perpetuo, de la energía libre que
jamás se agota y sale “gratis”, ha fascinado a los hombres de
ciencia de todas las épocas.
El
original concepto de energía
del punto cero,
fue propuesto en 1913 por Albert
Einstein y Otto Stern.
En el universo invisible que describe la mecánica cuántica, la
energía del punto cero se define como la
energía más baja que un sistema puede poseer.
En otras palabras, se trataría de la energía residual de un
sistema, una vez extraída del mismo toda la energía posible.
Hablamos de un concepto teórico que adquiere carta de naturaleza en
el ámbito infinitesimal de las partículas subatómicas. Un
concepto, por lo tanto, más teórico que práctico, puesto que por
definición no es posible extraer, utilizar o aprovechar de ninguna
manera esa energía del punto cero. Si podemos extraer algo de
energía, por poca que sea, aun no hemos llegado al punto cero.
Albert Einstein y Otto Stern |
Einstein
y Stern lo expresaron mediante la siguiente fórmula:
de
la que fácilmente puede deducirse que la energía del punto cero
jamás podrá tener un valor cero. Incluso a una temperatura de cero
absoluto, la energía de un sistema atómico tendrá un valor de ½
hv2
Prescindiendo
de ecuaciones, la imposibilidad se entiende fácilmente con sólo
invocar la naturaleza doble de la materia, formada por partículas y
ondas. Como las ondas vibran, oscilan y poseen por lo tanto una
energía de oscilación, todo oscilador posee una energía asociada a
su frecuencia de oscilación (energía cinética). La única forma de
que la energía fuera nula, sería que la frecuencia fuera cero, es
decir, que no oscilara. Pero naturalmente, una onda que no oscila, no
es una onda, y las partículas (y por extensión toda la materia) son
ondas. Concluiremos pues que la energía jamás podrá ser nula.
Y
por si esta explicación no fuera lo bastante ilustrativa, puede
invocarse el principio
de incertidumbre de Heisenberg.
Según este principio no podemos determinar con precisión y de forma
simultánea la posición y la velocidad de una partícula. Cuanto más
seguros estemos de la primera, menos lo estaremos de la segunda y
viceversa. O sea, que podremos tener indeterminación “cero” en
una de ellas, pero a cambio tendremos indeterminación infinita en la
otra.
De
esta forma ya vemos que se trata de una verdadera utopía física.
Quienes nos seguís habitualmente ya sabéis por otros artículos que
las leyes naturales son
inviolables. La energía libre, las máquinas de movimiento perpetuo,
violarían nada menos que la segunda
ley de la termodinámica.
Algo absolutamente imposible, cuya persecución y seguimiento puede
compararse en ciencia, a la incesante búsqueda del santo grial en la
mitología y la mística cristianas. El profe Bigotini que, como
aquel caballero Lanzarote, es limpio de corazón, levanta la visera
de su yelmo y con las manos puestas en la cruz de su espada, os
promete nuevas entregas y nuevas aventuras científicas. Hasta
pronto.
No
existe un solo error que no haya tenido sus seguidores.
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