La
novela
picaresca es
sin duda el género más emblemático de la literatura española
durante el mal llamado siglo
de oro, que
abarca prácticamente dos centurias. Cervantes, en su primera parte
del Quijote,
utiliza el término género,
precisamente referido al Lazarillo.
Antes Mateo Alemán había introducido el adjetivo pícaro
en su Vida del pícaro
Guzmán de Alfarache (1599).
Más tarde llegarían La
pícara Justina, El buscón, El Marcos de Obregón, El Guitón
Onofre, La ingeniosa Elena, La garduña de Sevilla, La niña de los
embustes, El Estebanillo González, El Lucas Trapaza, Don Gregorio
Guadaña, Periquillo el de las gallineras,
y tantos otros personajes que fueron a engrosar la nutrida tropa de
nuestros pícaros nacionales. Por haber los hubo hasta
internacionales, como el germánico Simplicius
Simplicísimus o el
irlandés Tristram Shandy.
A
Lázaro de Tormes le cabe el honor no solo de ser el primero, sino de
ser acaso el más genuino y logrado de nuestros pícaros. La primera
edición segura es la cuádruple de 1554 (Burgos, Amberes, Medina del
Campo y Alcalá), aunque todo indica que debió existir una edición
anterior hoy perdida, de 1552 o 53. Los investigadores sitúan su
escritura entre 1540 y 1550. Ninguna de las ediciones incluyó el
nombre de su autor, que optó prudentemente por conservar el
anonimato. Hizo bien. En la España teocrática y contrarreformista
de su tiempo en que el Santo
Oficio no se andaba
con chiquitas, resultaba muy peligrosa la exhibición de ciertas
ideas contenidas en El
Lazarillo. En
1559 se incluyó en el tristemente célebre índice
de libros prohibidos,
no permitiéndose su reimpresión hasta 1573 en un formato
convenientemente expurgado y mutilado.
La
obra está impregnada de un erasmismo
inequívoco y patente. Lázaro, cuyo único delito es haber nacido
pobre, comienza sirviendo a un ciego, en el que sin duda es el
episodio más conocido y popular, hasta el punto de originar el
término lazarillo
para describir a quienes ejercen esa función. Pasa sucesivamente por
servir a un clérigo en Maqueda, a un hidalgo paupérrimo, a un
fraile mercedario, a un charlatán vendedor de bulas, un pintor de
panderos, un capellán y un aguador, antes de conseguir un puesto
como alguacil y pregonero a través de su matrimonio de conveniencia
con la amante de un arcipreste. El lacerado Lázaro acaba como casado
cornudo que renuncia a su dignidad para poder comer caliente. El
mensaje no puede ser pues más fatalista. Una lucha a brazo partido
por la supervivencia en una sociedad podrida y miserable, que
concluye de la peor manera, con una rendición incondicional en la
que el protagonista termina por aceptar la derrota afrentosa,
integrándose y formando parte activa de la injusticia contra la que
durante toda su vida se había rebelado.
Los
antecedentes del Lazarillo
habrá que buscarlos en los clásicos. Luciano de Samosata y Apuleyo,
cuyo Asno de oro
fue traducido del latín precisamente por el mismo Erasmo de
Rotterdam. Las Confesiones
de San Agustín, una de cuyas reediciones apareció por cierto poco
antes de la publicación del Lazarillo.
Acaso también el autor bebió en las fuentes de Bocaccio y en las
muy caudalosas de la infinidad de libros de caballerías, género de
ficción que hizo furor en su tiempo. A su vez, la obra dio lugar a
diferentes secuelas. Hay una Segunda
parte también
anónima aparecida en Amberes en 1555, en la que Lázaro participa en
guerras submarinas transformado en atún. Otra Segunda
parte se publicó en
París en 1560, y estaba firmada por el aragonés Juan de Luna.
Diego Hurtado de Mendoza |
En
cuanto a la autoría del Lazarillo,
los diferentes estudiosos han propuesto a varios posibles candidatos,
como Juan de Ortega, un protegido del emperador Carlos, el dramaturgo
Sebastián de Orozco, o los hermanos Juan y Alfonso de Valdés, ambos
erasmistas declarados. Aquí en casa Bigotini, nos abonamos a la
autorizada opinión de la prestigiosa paleógrafa Mercedes
Agulló, que atribuye
la autoría del Lazarillo
a Diego
Hurtado de Mendoza,
militar, poeta, diplomático y reputado humanista, muy cercano
ideológicamente al pensamiento de Erasmo que impregna la novela. Más
allá de la simple teoría, Agulló aporta pruebas documentales
indiscutibles, que hasta ahora han sido sorprendentemente ignoradas
por el staff académico.
Sea
como fuere, Biblioteca Bigotini tiene hoy el honor y el placer de
ofrecer a sus lectores una magnífica edición digital de la Vida
de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades.
Está tomada de la publicada en la Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes,
y se atiene a las primeras ediciones de 1554. Haced
clic en la portada y
deleitaos con el discurso de la vida del pobre Lázaro, del lacerado
y mísero Lázaro de Tormes, un español de su época, y casi pudiera
decirse que simplemente un español.
Las
desgracias y los mellizos raras veces vienen solas. Enrique Jardiel
Poncela.
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