miércoles, 1 de julio de 2015

BIGOTINI REPORTERO


Si, si, ya sabemos que ardéis en deseos de conocer más detalles sobre la apasionante vida del profesor y sus aventuras. Hoy queremos premiar vuestro interés y vuestra fidelidad, con un nuevo capítulo biográfico de este hombre admirable. Aunque somos muy pocas las personas que estamos al corriente de esta etapa de su pasado, el profe Bigotini fue en su lejanísima juventud (cuando ni siquiera tenía bigote) un ágil e intrépido reportero. Firmaba sus crónicas con el seudónimo de Bigotín, y en sus correrías  no dejó de visitar ni un solo rincón del mundo. Viajó al Congo, al Oeste americano, a Arabia, al Tíbet, a los Andes, a Australia, e incluso pisó la Luna antes que Neil Armstrong.

Antes de la guerra fue un poquito facha. Sólo un poquito. No se le puede reprochar demasiado, porque en los treinta muchos jóvenes europeos se dejaron deslumbrar por tanta bandera, tanto desfile, tanta música de viento y tanto paso de la oca. En ese tiempo viajó al país de los soviets y regresó hablando pestes de los bolcheviques. Ahora bien, hay que decir que aun entonces era un facha de buen corazón. Se fue al Congo a enseñar a leer a los pobres negritos y a repartirles caramelos y pastillas de jabón con aroma de lavanda, para que se lavaran un poco y no fueran por ahí oliendo a choto, caramba.


Después de la guerra se desengañó mucho de los estandartes y de la cosa racial. Hasta se hizo amigo de un chinito, un árabe y un muchacho inca. Después de todo, pensó, no hay gran diferencia entre los europeos, los americanos del norte y los australianos, por ejemplo. Incluso los mediterráneos morenitos son aceptables si se duchan a diario. Renegó de los totalitarismos y junto a sus amigos de la simpática Sildavia, combatió la feroz dictadura de la vecina Bolduria. Precisamente fue una nave sildava diseñada por el profesor Silvestre Tornasol, un eminente científico, la que le condujo hasta nuestro satélite. Le acompañó en el viaje su inseparable amigo el capitán Haddock. Por cierto que al joven Bigotín tuvieron que construirle una escafandra a la medida, que pudiera alojar esa enorme nariz de berenjena que tiene.


En las demás imágenes que ilustran esta breve reseña podéis admirar esa nariz y el resto de su magnífico porte en diferentes situaciones: con su inseparable Milou, escapando de un mercante, explorando la superficie lunar o paseando por un zoco árabe con su amigo Haddock. Hergé, el genial dibujante belga, plasmó con mano maestra todas sus aventuras. Desde aquí le pedimos perdón humilde y póstumamente, por el sacrilegio de emborronar sus magníficos dibujos. En fin, os preguntaréis cómo y por qué nuestro héroe abandonó aquella agitada vida de reportero, y dejó de ser Bigotín, para convertirse en el profesor Bigotini, ese gran científico que todos conocemos y admiramos. Muy sencillo. Aunque parezca un motivo prosaico, lo hizo por el qué dirán. Si amigos, un chico joven sin novia ni amistades femeninas conocidas, que tiene un perrito faldero y se hace acompañar a todas horas por un tío barbudo, daba mucho que hablar en la vecindad. Tratando este delicado tema con el inspector Hernández, sólo ha podido decirnos que la gente es muy mal pensada. Yo aun diría más, ha añadido su compañero Fernández: la gente es muy mal pensada.

El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía. Mark Twain.



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