Alfonso
X de Castilla,
a quien conocemos por su sobrenombre de el
sabio, fue
hijo de Fernando III el santo, y reinó desde su coronación en 1252
hasta su muerte en 1284. Hoy en Biblioteca Bigotini queremos pasar
por alto los aspectos históricos y políticos del personaje, para
centrarnos en su vertiente cultural, y sobre todo, literaria. La
Escuela de Traductores de Toledo,
que patrocinó y dirigió, llevó a cabo una ingente labor cultural
sin parangón en su tiempo. Alfonso heredó la pasión por el saber
de su madre, Beatriz de Suabia, considerada por sus contemporáneos
toda una erudita, y su abuelo, Federico II Hohenstaufen, emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico y fundador de la Universidad de
Nápoles. Coincidiendo en el tiempo con la Escuela toledana se
produjo la emergencia de las lenguas romances peninsulares. El rey
sabio contribuyó como monarca y como autor a la puesta de largo
literaria tanto del castellano como del galaico-portugués.
Sus
cantigas
de escarnio y
los himnos
en loor de la Virgen María,
son obras de juventud. Y del tiempo de la Escuela de traductores, se
consideran obras alfonsíes al menos las siguientes: las Siete
Partidas, el
Fuero
Real de Castilla,
el Espéculo,
las Tablas
alfonsíes (un
completo tratado de la astronomía conocida en su época), la Grande
e General Estoria,
la Estoria
de España…
En lírica destacan las Cantigas
de Santa María,
escritas en galaico-portugués. En materia de tratados cabe mencionar
el Libro
de los Juegos, Ajedrez, Dados y Tablas,
así como un Lapidario
donde se recoge la descripción y las propiedades de los minerales.
Si el propio Alfonso no escribió todas estas obras personalmente,
los expertos admiten que al menos las dirigió y en muchos casos
participó activamente en su redacción.
Biblioteca
Bigotini tiene el placer de recomendar a sus lectores una excelente
versión digital precisamente del Lapidario
del rey Alfonso. Ha sido corregido y reconstruido por el profesor
Rodriguez Montalvo,
siguiendo el manuscrito
escurialense. La
cuidada edición corre a cargo de la Biblioteca
virtual Miguel de Cervantes.
Haced
clic en la imagen
y sumergíos en la incipiente ciencia divulgadora del siglo XIII.
Merece la pena echarle un vistazo.
En
aquellos tiempos el metal más codiciado era el oro. Ahora el metal
más codiciado es el petróleo… que ni siquiera es un metal. George
Bush.
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