Amigos,
la vocación de servicio público de nuestro blog no conoce límites. Por eso, a
despecho del riesgo y sin reparar en gastos, el profesor Bigotini, siempre
sensible al sufrimiento de los pobres y los afligidos, os ofrece hoy un
sencillo manual para hacerse rico en poco tiempo.
Ya se sabe que el dinero no da la felicidad, pero proporciona una sensación tan
aproximada a la felicidad, que hay que ser un auténtico experto para
distinguirlas. Con este tetrálogo elemental que a continuación os presentamos, podréis
reíros en la cara de los florentinos, de los botines, y hasta de los mismísimos
puyoles. Así que prestad atención y tomad nota de estas cuatro fórmulas
infalibles:
1.- Nacer rico.
Quiero decir, rico de verdad. No basta con que tu abuela o tu tía Pepita te
digan ¡ay qué nene tan rico! Eso lo dicen todas las tías y todas las abuelitas,
pero no vale. Hay que nacer en el seno de una familia adinerada y/o coronada si
es posible. Conviene además, ser hijo único u ostentar ese título que suena
como música celestial: heredero universal. Una vez
instalado en esa prometedora posición, no cedas ni un solo palmo de terreno. Al
contrario, si puedes adelantar los acontecimientos, ¿para qué esperar? ¿Has
visto a las crías de cuco empujar fuera del nido a los parientes molestos? Pues
manos a la obra. No
hace falta que te líes a tiros, pero ya sabes que hay sustancias cuyo sabor ni
se nota si están disueltas en el café o en un licor. También los frenos de los
automóviles de lujo fallan a veces inexplicablemente… En fin, que a poco
creativo que seas, hallarás soluciones rápidas e indoloras.
2.- Casarse con un millonario o millonaria. La vergonzosa permisividad de
nuestras recientes leyes ha derribado las barreras de género, y abre un
interesante abanico de posibilidades en el terreno conyugal. Eso si, hay que
casarse legalmente, no vale el amancebamiento, porque después del café cargado
o el fallo de los frenos, puede aparecer como por arte de magia, una legión de
sobrinos, hijos ilegítimos y parientes de toda condición, reclamando sus
derechos con feroz vehemencia. Si no se ha legalizado la unión, corres el
riesgo de ser el (o la) amante del difunto (o difunta) y quedarte en la calle
con cuatro trapitos y unas joyas ridículas.
Puede
pensarse que este segundo método requiere una gran capacidad de seducción. No
lo creas. La clave se resume en tres palabras: sexo, sexo y sexo. Basta con un
minucioso cuidado del físico y un estudiado descuido de otros aspectos. Si no
pones demasiado celo en cerrar las piernas o abotonar la bragueta, puedes dar
por seguro el triunfo.
3.- Delinquir.
El apasionante mundo del delito es tan vasto e inabarcable, que daría para
escribir un voluminoso tratado. Descartemos si os parece, los hurtos y demás
delitos de poca monta, que a la larga sólo conducen a prisión y a la indigencia. Mucho
más rentable es el crimen organizado. Los carteles del narcotráfico y las
mafias que controlan las apuestas o la prostitución, son fábricas de grandes
fortunas. Claro que para llegar a medrar en una banda importante se requiere
sangre fría, empuje y dotes de mando. A menudo hay que recurrir a la violencia
física, y eso, creedme, resulta agotador. Afortunadamente en nuestro país se
han abierto en las últimas décadas tres interesantes itinerarios delictivos
enormemente provechosos: el negocio de la banca, el de la construcción y el de la política. Los tres
están interconectados mediante intrincadas redes, siendo sencillo pasar de uno
a otro, e incluso picotear un poco en todos ellos. Además son aptos para
cualquier aspirante, pues si el mundo de la gran empresa y los negocios a gran
escala, requiere alguna preparación y cierta inteligencia, siempre queda el
camino de la política, tan carente de complejidad que resulta asequible hasta
para individuos de inteligencia límite o escasamente escolarizados.
4. Participar en juegos de azar. De los cuatro métodos propuestos,
este es el menos seguro, por eso lo citamos en último lugar. Los premios
verdaderamente sustanciosos, como el gordo de la lotería, la primitiva, el de
los euromillones o como se llamen, tienen una probabilidad de ocurrencia muy
remota. Con la estadística en la mano, es más probable morir aplastado por un
meteorito que recibir uno de estos premios. Luego están las apuestas en casinos
(reales o virtuales) con dados, naipes, máquinas tragaperras, resultados
deportivos y demás inventos lúdicos. Aquí las probabilidades de ganar en un
único intento, son las que sean en cada caso (por ejemplo, de una entre seis,
en caso de lanzar un solo dado). En caso de realizar gran número de intentos,
las expectativas de ganar a la larga son sencillamente nulas (si lanzas el dado
sólo dos o tres veces, puedes tener suerte; pero si lo lanzas diez mil veces,
sólo recuperarás una sexta parte de lo apostado). Así que los adictos a estos
juegos, al infortunio de ser ludópatas añaden el agravante de ser tontos de
capirote. Si hablamos de ayudas como cartas marcadas o dados cargados, volvemos
al territorio de la propuesta nº 3, la delictiva.
Bueno
pues ya está. Acaso el lector pueda echar en falta el método que aparecía en
los manuales tradicionales. A saber, el del estudio, el trabajo, el esfuerzo y el
sacrificio. Si es así, el lector es un cándido palomo o una inocente y
blanca tórtola. Permitid que os desengañe. Este camino recto, honrado y
honesto, proporciona como mucho la satisfacción de dormir cada noche a pierna
suelta y con la conciencia tranquila. Pero creedme, no os conducirá a poseer
ninguno de los principales signos de riqueza: embarcaciones de recreo, automóviles
de lujo ni novias o novios de la edad de vuestras nietas. Siento mucho terminar
con una mala noticia, pero así es la vida. Consolémonos
escupiendo nuestro desprecio en la cara de los corruptos, y con la esperanza
puesta en la evangélica promesa de que un día heredaremos la Tierra.
Hijo,
si quieres ser alguien en la vida, tendrás que trabajar duro. Y ahora, cállate,
van a dar los números de la lotería. Homer Simpson.
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