Los
mastocitos, también llamados células cebadas, son células mieloides,
mesénquimatosas que forman parte del tejido conjuntivo. Se
producen en la médula ósea (de ahí el adjetivo de mieloides) a partir de las células
madre, y desde allí migran a prácticamente el resto de los tejidos del
organismo. Los mastocitos se comportan como
mediadores en los procesos alérgicos e inflamatorios. Son capaces de sintetizar
y almacenar histamina y heparina. La histamina actúa en las
reacciones alérgicas, siendo la sustancia responsable en gran medida de los
síntomas, de ahí que para atenuar estas reacciones se empleen antihistamínicos.
En cuanto a la heparina, se trata de un potente anticoagulante.
Los
mastocitos se encuentran en gran
proporción en el moco que se segrega en los procesos de alergia estacional. Los
describió por primera vez Paul Ehrlich en 1877, que los llamó células cebadas por su capacidad para
llenarse, aumentando enormemente su tamaño. También los llamó células granulares del tejido conectivo,
porque su citoplasma aparece repleto de gránulos, donde no sólo se almacenan
histamina y heparina, sino muchas otras sustancias como proteasas, (triptasa,
quimasa, carboxipeptidasa…) que son capaces de atraer linfocitos, neutrófilos y
eosinófilos. Además de su actuación en las reacciones alérgicas, los mastocitos tienen un papel importante como
primera línea de defensa frente a muchos parásitos y bacterias, principalmente
en el tubo digestivo.
La
mastocitosis sistémica se caracteriza por
una proliferación anormalmente elevada de mastocitos en el organismo. No sólo
en la piel (mastocitosis cutánea) sino en otros órganos como huesos, hígado,
bazo, tubo digestivo o ganglos linfáticos. Los pacientes sufren una fibrosis
tisular, y presentan un conjunto de síntomas producidos por la liberación de
sustancias biológicas activas, actuando a nivel local (urticaria, dolores
cólicos, gastritis o úlceras pépticas), y a nivel general (cefaleas, prurito,
rubor, dolores óseos, colapso vascular o síntomas neuropsiquiátricos). Los
síntomas se agravan con la ingestión de alcohol, antiinflamatorios o codeína.
Existe
una forma poco conocida de mastocitosis
relacionada con la picadura de avispas y abejas. Se produce en pacientes con
antecedentes de reacciones anafilácticas graves después de recibir la picadura
de alguno de estos insectos. Lo curioso es que en muchos de estos casos las
pruebas cutáneas de prick e intradermoreacción resultan poco
significativas o incluso negativas a los venenos de abeja y avispa. En estos pacientes es de vital importancia descartar una
posible mastocitosis sistémica crónica, que pudiera ser la verdadera causa de
su proceso y de sus episodios de shock anafiláctico. Lo
aconsejable en estos casos es recomendar el abandono del consumo de alcohol y
antiinflamatorios, y adiestrar a los pacientes en el uso de jeringas
precargadas de adrenalina para autoinyección en caso de picaduras de insectos o
de shock
anafiláctico espontáneo o provocado por otra causa.
Así
que ya sabéis: mucho cuidado si habéis tenido reacciones importantes a las
picaduras. Puede que os estén etiquetando erróneamente como alérgicos, cuando
en realidad se trate de la forma de mastocitosis sistémica que acabamos de
describir. La superespecialización de la medicina actual nos ha proporcionado
grandes avances en todas las parcelas, y resulta en general muy positiva. Sin
embargo, a veces se echa en falta la visión de conjunto que aportaban aquellos
viejos médicos de cabecera. El profe Bigotini cuando está un poco pocho, llama
al doctor Cataplasma, que es un monigote de tebeo como él. Le receta unos
remedios antiquísimos que no se encuentran en las farmacias modernas, juegan
una partidita, recuerdan viejas películas y, si lo autoriza el galeno, toman un
par de copas. Si eres tan joven que no conoces al doctor Cataplasma, haz clic en el
dibujo, anda.
La
medicina ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien
completamente sano. Aldous Huxley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario